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Madrugar 25 años después

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Veinticinco años después, toca apurar de nuevo las madrugadas viendo baloncesto desde Los Ángeles. Del bigote de Corbalán o la perilla de Iturriaga hemos pasado a la indefendible barba de Pau Gasol. De la plata olímpica en el verano del 84 a la final NBA que protagonizan a partir de hoy Lakers y Magic. Del Fórum de Inglewood al Staples Center en el que los niños bien lucen la camiseta púrpura y oro con ese número 16 -el de Gasol- que no sólo decora los sueños olímpicos de Madrid.

Pau juega su segunda final NBA, pero ésta tiene otra pinta. Los aristocráticos Celtics (17 títulos) no son ahora el rival, sino los sorprendentes Magic. Disneyland (LA) contra Disneyworld (Orlando), aunque el verdadero reino mágico nos dibuje a Phil Jackson con el dedo listo para el décimo anillo de campeón. Ahí, junto a esa cifra, espera el mítico Red Auerbach... fumándose un puro, cómo no. Gasol tiene ante sí un enorme reto: Dwight Howard. Los Magic han ganado a los Lakers en los dos duelos de esta temporada y los números individuales también sonríen al pívot de Orlando. En esos cara a cara, Howard promedió 21,5 puntos y 16 rebotes (20,6 puntos y 13,8 rebotes en la temporada) y Gasol 12 puntos y 8 rebotes (por los 18,9 puntos y 9,6 rebotes del resto de la campaña).

Si algo me impactó el pasado verano en Pekín fueron los hombros de Howard, su interminable espalda. Su físico pide a gritos el apodo de Supermán, aunque este angelito de 2,11 no encuentre cabinas en las que poder cambiarse. Nuestro héroe, sin embargo, no nació en USA sino en Sant Boi. Y su enorme talento, cuando ve un gimnasio, pasa de largo.