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Las señas de identidad de Hamilton

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Ha aprendido mucho Lewis Hamilton en estos últimos meses. Hace menos de un año, cuando aún estaba en la GP2 y Pedro de la Rosa se dejaba todo lo que tenía dentro en un bólido marcado para preparar el futuro de McLaren, el británico aún no tenía el asiento asegurado de cara a la galería, aunque en su fuero interno sabía que iba a ser el elegido para correr junto a Fernando Alonso en 2007. Ganó por lo justo el campeonato de GP2 a Nelsinho Piquet y velozmente se cambió de mono de trabajo. Ha aprendido mucho y deprisa, porque en pocos meses cree que tiene derecho a decir cosas como las que ha dicho en Fuji en contra de su compañero. Se siente respaldado para hacerlo. Y su propósito no es otro que el de desestabilizar al piloto asturiano.

El campeón del mundo español ni quiere, ni pretende, ni está entrando al trapo, pero Hamilton lo tiene claro y se siente seguro para comportarse de la manera que lo ha hecho en contra de su compañero de equipo, un hombre con dos títulos. Se dice y se sabe que, en todas las facetas de la vida y también en el deporte y en la Fórmula 1 por supuesto, para llegar a lo más alto en algunos momentos hay que ser un poco despiadado. Y es que los caballeros, los de las buenas artes, los que son como se debe ser, se quedan en el camino. Muchos de ellos cerca de llegar al objetivo, pero finalmente en el camino. Lewis Hamilton ha aprendido muy deprisa. Lo bueno y lo malo. En esta ocasión, ha sacado lo mejor de su repertorio. Una buena seña de identidad.