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Charly mide a su brillante aprendiz

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Cuando Carlos Moyá levantaba en junio de 1998 la Copa de los Mosqueteros, Rafa Nadal acababa de cumplir 12 años. Por aquel entonces aún alternaba los remates como delantero centro del Manacor con los smash que ya le habían hecho proclamarse campeón de España de su categoría. En esa época, afortunadamente, decidió abandonar el balón de fútbol y dedicarse de lleno al tenis. Adivinen qué respondía cuando le preguntaban quién era su jugador favorito. Sí, "Carlos Moyá". Charly cumplirá en agosto 31 años y ha sido, y es, el espejo en el que se ha mirado su vecino. Juntos han compartido viajes, muchas horas de entrenamiento cuando venían mal dadas por las lesiones, confidencias y cientos de horas de partidas en la Play, el entretenimiento nacional en el circuito ATP sobre todo entre los jugadores españoles. Moyini, como le llama cariñosamente Rafa, es como su hermano mayor.

Por lo tanto, será raro verles tenderse trampas en la arcilla, pero también muy divertido. Moyá juega sin presión. Ha llegado a un punto en el que se divierte más que sufre. "No me siento quemado", dijo el octubre pasado tras caer en primera ronda en Madrid. Ahora elige sus objetivos e intenta coincidir con su novia, la jugadora italiana Flavia Pennetta. Arranca fuerte las campañas. Se deja caer por Suramérica, donde le miman, y exprime cada gramo de fuerza de su poderosa derecha, que sigue tan afilada como un riff de Keith Richards. Aún tiene lecciones que dictar este viejo (con perdón) rockero. Por ejemplo, mañana ante su antiguo aprendiz de campeón.