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Primavera española en París

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Hace ya muchos años que comenzamos a mirar hacia Francia en primavera. Nos enganchamos a finales de mayo a la tele y la soltamos a finales de julio cuando el verano aprieta. En ese intervalo soñamos siempre con una misma imagen: la de un español alzando una copa en París. En la central del Bosque de Bolonia (en el Mundial de tenis sobre tierra batida) o en los Campos Elíseos en la jornada final del Tour de Francia en la que París irradia más luz que nunca. Los más talluditos cultivaron esta afición con las batallas de Don Manuel Santana frente a un italiano gentil, Nicola Pietrangeli, que parecía invencible sobre tierra hasta que apareció el madrileño. A los treintañeros nos metieron el gusanillo la impagable Arantxa Sánchez Vicario y Sergi Bruguera. Detrás vinieron tendiendo puentes Carlos Moyá, Juan Carlos Ferrero, Albert Costa... Hasta llegar a Nadal.

El magnetismo de Rafa atraerá a más gente. Porque el espectáculo lo merece. Tiene 20 años y ya ha mordido dos veces la Copa de los Mosqueteros. Sus batallas, además, estarán rodeadas ahora de un aura especial, porque puede conseguir una tercera victoria consecutiva que sólo logró un monstruo como Björn Borg. Es decir, puede escribir una página más de Historia. Con permiso de Roger Federer, claro. Además, sería una página bellísima, porque en ella figuraría con letras de oro el suizo, que tiene la obsesión de conseguir el único Grand Slam que le falta. Hay razones para volverse a sentar ante la tele.