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Campo, un fenómeno del Atleti

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El Aleti sólo perdía cuando toreaba Antoñete. Si Chenel hacía el paseillo esa tarde, el hombre cambiaba el Calderón por las Ventas o por cualquiera otra plaza. Pero lo habitual era verle llegar al estadio en un último modelo desde Burgos con su carné de socio entre tarjetas oro, el aire repijo al paso gigantón de sus ciento treinta kilos y la notable simpatía del que nace simpático. Julián Campo: un personaje. Rico y dichoso. Pero ya sabemos que la vida se pinta en rojo y blanco, la sorpresa nos espera en cualquier cóner y la felicidad es mayor si el gol de la victoria llega cuando no se le espera. Julián echó a andar su opulencia por el Camino de Santiago y en una de las etapas conoció a un peregrino que le habló de Calcuta y la Madre Teresa, de los pobres más pobres de la tierra y de otra felicidad. Campo, el de los chalés y la mejor colección de corbatas, sintió por dentro algo parecido al gol de Pantic en Zaragoza pero a lo bruto. Tras llegar a Compostela volvió a Burgos mas ya estaba de paso. Lo contó muy bien Rubén Amón en El Mundo hace unos años: Julián repartió lo suyo y viajó a la India.

Se dejó atravesar por la mirada de aquella monja albanesa y se quedó allí, al amor de la miseria. Pobre y feliz. Nos contaron que se levantaba a las cinco, acudía a la misa voluntaria de las seis, cuidaba de la familia que adoptó y de los moribundos doce horas cada día. Lavaba enfermos, limpiaba de gusanos las llagas de los ulcerados, ponía inyecciones, se peleaba con las ratas y jugaba con los más pequeños. Seguro que cuando hacía los equipos, hacía esta petición mientras que dure el partido, llamadme Adelardo".

Julián Campo, el orondo propietario de la figura más redonda a este lado del Arlanza, dejó de ser gordo, claro; Alonso Quijano parecía. Huesudo y barbicano, con unas barbas de esas largas a las que se apellidan bíblicas, era la viva estampa del mismísimo Don Quijote. O es que a lo mejor era Don Quijote de verdad. Este verano el caballero de la alegre figura paseaba sus afanes por la ruta jacobea que le abrió la puerta de la paz; era hospitalero en Castrojeriz junto a un amigo de vida semejante a la suya, otro desclasado de la burguesía castellana: ayudaba a los caminantes, curaba y les contaba. Aquel día cogió el tren que iba desde Galicia hasta e País Vasco. En la curva de Villada murieron seis personas. Junto a su amigo José cayó Julián. Julián Campo, un fenómeno. Del Aleti.