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No toca ganar la Davis

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El año que viene tampoco va a tocar ganar la Davis. Primera eliminatoria, en Bielorrusia, frente a Mirnyi, que es jugador de los buenos; si se pasa, segunda en Suiza, frente a Federer, que es el mejor. ¿Vamos a ser capaces de ganar dos eliminatorias fuera de casa? Difícil. La importancia de jugar la Davis en casa o fuera es tremenda. Baste un dato: desde que perdimos contra Holanda en casa, y de eso hace doce años (­eran los tiempos de Bruguera y Sánchez Vicario, llevamos un balance en casa de dieciséis partidos, dieciséis victorias, y fuera, otros dieciséis partidos, con siete victorias y nueve derrotas. A la vista está que el éxito en la Davis depende del factor campo. Ni jugadores, ni capitán, ni gaitas. En casa se gana y fuera casi siempre se pierde.

Recordemos cómo ganamos nuestras dos Davis: la primera, con tres eliminatorias en casa; la segunda, con las cuatro. Más o menos la misma fortuna que Eslovaquia y Croacia han tenido para llegar este año a la final. Por eso cabe calificar de machada que nuestros jugadores nos permitieran recuperar la categoría en Italia. Pero, ojo, sudando sangre contra los números 70 y 115 del mundo. En Bielorrusia nos esperan el 30 y el 194; en Suiza, el 1 y el 55, con un tercer jugador especialista en dobles. Sobre las superficies, además, que menos nos favorezcan, tal y como hacemos nosotros cuando nos visitan. Así de sencilla es la Davis. Por eso nunca entenderé a qué viene siempre tanto lío con los capitanes. ¿Se creerán tan importantes?