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La ley de la selva en las apuestas

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Las nuevas tecnologías son un mundo por descubrir. Y como en todo lo nuevo, los primeros en sacar tajada son los pícaros. Luego, cuando el trapicheo comienza a dar beneficios de verdad, aparecen las mafias para organizar el negocio. Esa es la evolución que está teniendo el mundo de las apuestas en Internet, como se ha demostrado en Alemania con el caso Hoyzer, un asunto que ya salpica a Austria, Grecia y, por las últimas noticias, también a Italia, todos ellos países de nuestro entorno. Algunas de las casas de apuestas por la red radican en Gibraltar, quizá porque allí se siguen a rajatabla las consignas de sus monos: ver, oír y callar.

Pero lo más preocupante, como han demostrado los hermanos Sapina en el Café King, es que desde un chiringuito anónimo se pueden alterar resultados y partidos. Para ello necesitan un corrupto, especie que no está en extinción. Dieron con Hoyzer y lo convirtieron en una mina. Y seguramente lo intentaron con otros, pero pincharon en hueso. El asunto es que se puede apostar a todo: al resultado final, al del descanso, al número total o parcial de goles, a las tarjetas amarillas y a las rojas. Y en cada apuesta, un chorro de euros. Y todo sin ningún control, a granel. Es un asunto en el que conviene prevenir. Y la única forma para ello es legislar. Legislar la ley de la selva.