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Aquí no son golfos, sólo son malos

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Aun año vista del Mundial, Alemania hace bien en poner en marcha todos sus recursos para investigar a fondo el llamado caso Hoyzer. El escándalo, y la forma en que ha estallado, no le hace ningún bien. Y no se trata sólo de un problema del fútbol, sino que afecta a la imagen de un país. Pero no hay que perder los nervios porque la Fiscalía de Berlín esté dispuesta a llegar hasta el final. Que tire de la manta no significa que haya más consecuencias de las ya conocidas. Aunque no se debe descartar, como apuntan algunos medios de prestigio, que la red croata que supuestamente montó el cotarro tratara de extender la corrupción a otros países y a otras Ligas.

En España estamos tranquilos porque no hay indicios de que haya corrupción. Aquí los árbitros no son golfos, sólo son malos. El fuera de juego múltiple que se tragó Losantos en el Bernabéu o la mano que se comió Turienzo en el Pizjuán son errores humanos nunca comparables al teatro que, con premeditación y alevosía, montó Hoyzer para llevarse unos miles de euros. De modo, que vistas así las cosas, hasta me consuela que los árbitros se equivoquen. Esos errores humanos son parte del fútbol, y hasta le dan morbo al asunto. Lo otro, lo del alemán, es un robo tarjeta en mano. Y eso no se puede consentir.