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Esa tolerancia cero no llega

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Lissavetzky finaliza su primer año al frente del deporte y hace balance. A mí me ha dejado frío. Quizá porque Lissavetzky sea una persona calculadora, políticamente correcta y, por tanto, incapaz de dar un puñetazo en la mesa. Su estilo, desde luego, no es ése, y a nadie ha engañado pues su talante era sobradamente conocido de anteriores legislaturas. Dialogante, paciente, disciplinado... Zapatero le entregó el deporte, pero le mandó solo a la guerra, pues misión de armas es acabar con el doping, que fue lo que le pidió expresamente. No tuvo derecho a elegir sus coroneles. En el tema de infraestructuras subió el escalaf en el de deportes le dieron un director nombrado que para eso hace los borradores en la campaña.

Resultado: Lissavetzky se encontró sin saber por dónde empezar eso de la tolerancia cero en materia de doping. En el Consejo no encontró ayuda. Un día tres ciclistas del Euskaltel pasan control de salud, tienen el hematocrito por las nubes y a nadie se le ocurre tomarles muestras para saber la razón. Durante diez días Santi Pérez rompe todos los esquemas en la Vuelta y tiene que ser en un laboratorio suizo donde dé positivo, no aquí. De Mayo, ciclista seleccionable para el Mundial, nunca más supimos. ¿Por qué? ¿Y de los positivos habidos en atletismo? ¿Y de los controles por sorpresa a los futbolistas? ¿Es que hace falta un año para que llegue la tolerancia cero? A veces, un puñetazo sobre la mesa qué bien viene.