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Moyá y Nadal, como hermanos

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En el deporte se dan casos y coincidencias que son difíciles de explicar. Una de ellas es cómo es posible que dos mallorquines, Moyá y Nadal, hayan sido capaces de ganar la Davis a un país de 278 millones de habitantes. Mallorca tiene 600.000 y ninguno, que se sepa, nace con una raqueta bajo el brazo. Se comparan los 3.600 kilómetros cuadrados de la isla con los 9,6 millones de Estados Unidos y tampoco son nada. Sólo los registros de Nebraska y Minesotta, los estados donde nacieron Roddick y Fish (6,7 millones de habitantes y 418.000 kilómetros cuadrados), apabullan a los de Mallorca. Esta comparativa destroza la teoría de la pirámide: cuanto mayor sea la base de practicantes, más campeones habrá en la cúspide.

La práctica demuestra que los campeones salen ahora de la especialización. Primero hace falta talento; después, que se den las condiciones para mantener una dedicación exclusiva hasta alcanzar la excelencia. De esta manera se entiende cómo en el tenis abundan los hermanos: los Bryan, las Williams, los Vicario, los Lapentti, los Fillol... Si uno coge la raqueta, el otro también, y a poco que acompañen unas condiciones naturales, el camino hacia la cumbre queda abierto con entrega y entusiasmo. Moyá y Nadal no son hermanos pero como si lo fueran. Son paisanos y los dos han seguido carreras paralelas. Quisieron ser tenistas y ahora son campeones. Estados Unidos, en este sentido, nada nos tiene que enseñar.