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La gran aventura de la moto

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Gracias a la nueva legislación puesta en vigor, los conductores con carnet para vehículos de cuatro ruedas pueden ahora subirse a uno de dos, siempre y cuando no supere los 125 centímetros cúbicos. La intención es mejorar la fluidez del tráfico, fomentando el uso de motocicletas, algo que el que suscribe lleva manteniendo desde hace mucho tiempo. El efecto más inmediato ha sido el agotamiento de las existencias en las tiendas del ramo y esperas de varios meses para los que quieren comprar una. Seguro que todos los moteros estarán conmigo a la hora de dar la bienvenida a estos nuevos colegas y desearles que disfruten y lleguen antes a su destino. Y sobre todo que descubran pronto lo que convierte a ir en moto en una experiencia tan estimulante.

Pero me gustaría desde esta columna advertirles de lo que les espera en ese mundo nuevo y, a veces, poco acogedor. Además de seguir los cursillos de conducción que algunos concesionarios ofrecen a sus clientes, deberán estar alerta ante cambios en el estado de la materia producidos nada más se pone uno el casco y arranca. Por ejemplo, desde el asiento de tu moto la cebra deja de ser un entrañable rumiante que suele salir en la tele a la hora de la siesta mientras se la come un león o un cocodrilo o un leopardo, dependiendo del día. Para un motero cebra denomina a un deslizante depredador dispuesto a atraparte y tirarte al suelo al mínimo despiste. Se camufla en el asfalto, se excita con que caigan cuatro gotas y está cuidado con esmero por las autoridades, que parecen disfrutar pintándolo una y otra vez para que brille y patine como los zapatos de gala de un marine. Es más, en algunas localidades los ediles nos han obsequiado pintando los pasos de cebra de dos colores para convertir su cruce, para moteros y peatones, en una experiencia más excitante y arriesgada que subir al mísmisimo Everest sin botellas de oxígeno.

Otros bichos, no menos peligrosos y también cebados por la autoridad competente, a los que hay que vigilar desde la moto son tapa-de-alcantarilla, bache-que-ayer-no-estaba o el no menos voraz guarda-raíles. El nuevo motero también deberá asumir otro fenómeno paranormal que esta vez afecta a su propia esencia. Nada más subirse a la moto se convertirá en un vampiro, al menos en lo que se refiere a los retrovisores de los coches. Porque compartimos con los camaradas de Nosferatu la peculiaridad de que no debemos reflejarnos en los espejos. ¡Si es que no te he visto! es lo que dicen los conductores (cuando se disculpan, pues lo normal suele ser un poco cortés recordatorio a nuestros ancestros) después de abrir una puerta de su coche de sopetón o tras echársenos encima al cambiarse de carril.

No quisiera que nadie se desanimase por lo dicho hasta aquí. Son obstáculos que se pueden prevenir con prudencia y sentido común. Y, a cambio, sentirá la fuerza del viento y aceptará la invitación que le hace el fascinante paisaje. Desterrará la rutina de su vida durante los instantes en los que cabalgue a lomos de su nueva montura. Suerte y cuidado ahí fuera. Bienvenidos a la aventura de viajar en moto.

Sebastián Álvaro es director del programa Al filo de lo Imposible de Televisión Española.