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Una detención absolutamente correcta

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No me gusta abundar en los temas de doping. Suelen traer malas noticias. A raíz del caso Manzano medité incluso no volver a escribir una línea sobre el doping. Quedé asqueado al comprobar que la realidad superaba todo lo que pudiéramos imaginar. Además, era una batalla perdida. Todo el mundo sabía lo que pasaba y sólo Manzano se atrevió a contarlo. Unos pocos compañeros suyos le secundaron. Pero entre ellos hubo alguno que sólo contó la verdad que a él le interesaba; lo que él había tomado se lo calló. El pelotón hizo un pacto de silencio y eso es lo que me hizo pensar que no merecía la pena seguir insistiendo en el tema.

Pero aunque quisiera evitar los temas de doping, la actualidad me remite constantemente a ellos. Ayer se supo que David Millar, todo un campeón del mundo, había sido detenido en Francia. Esto es algo que no sucede todos los días. La importancia de su detención no es una obsesión mía. Ayer mismo, en una comida con gentes del deporte, salió el tema. Nadie puso en duda las implicaciones de Millar. El debate fue si la policía debía de actuar con mayor discreción en estas ocasiones. La verdad es que sorprende que a alguien se le detenga públicamente mientras cena en un restaurante. La policía espera fuera una hora y el resultado sería el mismo.

Es cierto, pero olvidamos que para la policía francesa Millar no es un ciclista, sino un ciudadano normal y corriente a quien el juez ordena que se lo traigan para interrogar. No por tramposo, sino por su presunta implicación en un tráfico de fármacos, considerado delito en Francia. Entonces va la policía y en cuanto le encuentra le dice: Acompáñeme. ¿O va a quedarse fuera esperando a que termine de cenar y que el erario público pague las horas extraordinarias de la espera? Que el ejemplo sirva para irnos concienciando de que esta actuación es absolutamente normal en cualquier país democrático. Aquí puede llegar en cualquier momento.