Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) encarnaba el sueño americano. Su enorme éxito y fortuna cuando tenía poco más de veinte años como fundador de la agencia bursátil más poderosa de los años 80 y 90 le valió el mote de “El lobo de Wall Street”.

Una historia basada en hechos reales, ambientada en el Wall Street de los años ochenta y en todo el entramado bursátil y corporativo.

La ambición por el éxito y por el poder sin medida llevaron al joven Belfort a convertirse en un icono social que pasa de las acciones especulativas y la honradez, al lanzamiento indiscriminado de empresas en Bolsa y la corrupción.

Dinero. Poder. Mujeres. Drogas. Las tentaciones abundaban y el temor a la ley era irrelevante. Jordan y su manada de lobos consideraban que la discreción era una cualidad anticuada; nunca se conformaban con lo que tenían.

La historia de cómo Jordan Belfort, hasta entonces directivo de la conocida firma de inversiones Stratton Oakmont, se convirtió en uno de los nombres más tristemente célebres de las finanzas estadounidenses.

Martin Scorsese vuelve a hacer un particular análisis sobre la sociedad actual, en la que cuenta con Leonardo DiCaprio como cabeza de reparto, para esta historia sobre el disparate y la vanidad de la ambición financiera.