Sandra Gómez: “El Dakar llega a ser una obsesión”
La española visita AS tras superar con nota una de las ediciones más exigentes. “Me preguntaban, ‘¿cómo has hecho las arenas movedizas?”, recuerda.

El Dakar no sería el Dakar, sin todas esas historias que envuelven a la carrera con el paso del tiempo. Durante su 47ª edición, la participación de Sandra Gómez (32 años, Madrid) también estuvo repleta de ellas, pero la más importante que dejó para contar es la que demuestra cómo, la española, aprovechó la oportunidad de Fantic para reclamar su sitio en el desierto. “Ahora quiero más”, decía con la boca grande en su visita a AS, a través de un mensaje que escondía una única ambición: “Saber de lo que puedo ser capaz con una moto que esté puntera”. Porque en este 2025, con un prototipo desconocido al que se adaptó sobre la marcha, fue capaz de acabar 43ª de la general. Una posición final que en las dos últimas décadas (sin contar con la referencia de Laia Sanz), solo ha sido mejorada por Mirjam Pol (41º) en 2020.
Los números avalan a una Sandra que después de un año de ausencia en la carrera, admitió que“el Dakar llega a ser una obsesión”: “Soy piloto de motos todo el año y sino puedo ir al Dakar el resto del año también tengo competición. Pero tenía un agobio por pensar que no podía ir al Dakar... Llega a ser una obsesión y eso es lo malo, porque ir no depende solo de ti. Tú lo haces todo, pero no depende de ti”. A pesar de ser consciente de ello, la española lo ha puesto todo de su parte pensando en un regreso donde además, reclama más presencia femenina: “Me hubiese gustado que hubiese más mujeres, porque para mí es triste que solo hubiese una. Yo no estoy satisfecha por este trofeo (ganadora de la categoría femenina), si acababa esto iba a pasar. Yo estoy satisfecha con mi resultado en la general. Habría que darle una vuelta en por qué solo hay una chica que corre. Hay que implicarse más porque un granito de arena hace una duna”.
Precisamente las dunas fueron unas de las grandes protagonistas de una edición que acabó con tres etapas en el Empty Quarter. Antes de llegar al último vivac, Sandra ya se había mentalizado “en que iba a ser duro”. Pero como siempre, el desierto guarda sorpresas: “De los que éramos en Fantic, fui de las que mejor se adaptó (con una moto que reparte mucho peso en la parte delantera y hace sencillo el encallar). Iba probando un poco a ver si la moto me dejaba saltar. Tenía claro que yo sufriría en las dunas, pero luego me gustó y hubiese estado por las dunas más tiempo”. Incluso después de la mala experiencia que vivió en las pocas dunas que se encontraron durante la primera semana: “Las dunas pequeñas, dos días (en la 48 Horas), eso fue mortal. Las motos se hundían y me preguntaban ‘¿cómo has hecho las arenas movedizas?’. Porque lo parecían. Eso fue muy, muy duro y ahí nos desgastó a todos un montón”.

“Lo más difícil es llegar al Dakar, no ver la meta”
Tras una primera semana sin apenas asistencia mecánica y una acumulación de kilómetros importante, esta edición se recuerda como una de las más complejas desde que la carrera llegó a Arabia. “Ha sido un Dakar muy duro para todos”, aunque para Sandra el mayor desafío sigue siendo otro: “Lo más difícil siempre es estar en el Dakar, llegar a la salida; no a la meta. Eso siempre. Pero también mantener la calma, porque quieres apretar en todo momento y también tienes que ser consciente de que es una carrera larga, que la moto tiene que llegar... Hay mil factores que tienes que hacerlos funcionar. No es una carrera normal que tú sales a muerte, aprietas. En el Dakar eso no vale, pero al final es competitivo a muerte”.
“El Dakar es como la Fórmula 1″
Por suerte, la española supo cómo gestionar una carrera donde “todo son penalidades”, pero siempre deja con ganas de más: “Yo no tuve problemas (mecánicos) porque tampoco estrujé la moto. Pero me he quedado con ganas de más. Iba un poco a ver (cómo iba), porque era un equipo nuevo, una moto que no es de primerísima línea... Pero todo ha ido bien y yo creo que lo he hecho funcionar todo bien”. De ahí que la ambición de Sandra sea contar con “una moto de ahí delante y poder ver bien qué se puede hacer”.
¿Cuál es la barrera que existe para contar con un prototipo competitivo? “El presupuesto y que el equipo piense en que se puede”, dice, antes de ahondar en la cuestión: “Esto es como la Fórmula 1. Por mucho que tengas dinero, no puedes coger el coche de Hamilton. Pero si el equipo quiere apostar e ir a más, esa es la clave. Para una moto de estas (ganadoras) hay que saber si quieren a una chica. A una, a dos... El año pasado corrió la campeona del mundo de enduro; no es porque no haya candidatas”.
Sandra recuerda las referencias de pilotos como Laia Sanz o Rosa Romero, para evidenciar cómo sí existe el talento en una carrera como el Dakar, “donde estamos más cerca de los chicos” a nivel físico. Especialmente en una edición como esta que “ha sido superestratégica” y que con más representantes, hubiese dado mucho juego: “Cuanto más técnica sea la carrera, para nosotras mejor. Pero además, yo cada día me ponía a 160 km/h igual que ellos. La diferencia más grande que hay es la fuerza, pero yo comparándome con mis compañeros, que pesaban 15 y 20 kilos más que yo, por ejemplo las dunas las hacía mejor. Y hubo un día en la que también fui la mejor del equipo, compitiendo frente a tíos que es su segundo año en el equipo o tercero y se saben la moto”. Con un escenario favorable, “¿se puede optar a una moto buena para saber si se puede hacer un noveno, un veinte, un treinta?”. Esa es la cuestión.