Hoy se cumplen 50 años del primero de los 12 +1 títulos mundiales conquistados por el inolvidable Ángel Nieto y Carmelo Ezpeleta, CEO de Dorna, es a sus 73 años uno de los pocos en el paddock que seguía las evoluciones del Maestro antes de que triunfara. Pasado medio siglo de aquella gesta a lomos de una Derbi de 50cc , el máximo responsable del Mundial rememora para la corona conquistada en Yugoslavia 69, cómo la vivió y lo que supuso.
-¿Qué edad tenía usted el 14 de septiembre de 1969?
-Yo en 1969 tenía 23 años y me acuerdo perfectamente del primer título de Ángel Nieto. Aún no lo conocía personalmente, pero era un mito en ese momento y lo iba siguiendo, porque parecía que podía ser campeón del mundo. Yo estaba estudiando ingeniería, era aficionado a la moto, corría subidas en cuesta y Ángel, claro, era la pera, el ejemplo a seguir. Ya había vivido las épocas anteriores, con Santiago Herrero y todo lo demás, pero él era nuestro estandarte.
-¿Recuerda cómo se enteró de la consecución del primer título del Maestro?
-Las noticias no llegaban tan inmediatamente como ahora. Llegó al día siguiente la noticia de su título y fue una gran conmoción para todos los que nos gustaba la moto. Yo me enteré a través de un amigo, que me lo dijo, y luego por los periódicos de la época. Fue un tío que corría conmigo, Antonio Gordín, el que me dijo: “¡Ostia, Ángel ha ganado! Éramos aficionados a las motos y seguíamos sus evoluciones, pero lo que hacía nos quedaba un poco lejos. No sabíamos muy bien cómo era la puntuación y, de repente, nos encontramos que era campeón del mundo, lo que suponía la bomba.
-¿Qué le supuso personalmente ese primer título de Nieto?
-Una alegría muy grande, claro. Y pensamos que a partir de ahí ya éramos otra cosa. Hasta entonces, cuando venían a correr a Montjuïc, era a final de año, con muchos títulos decididos y las estrellas ya ni venían, pero a partir de ese momento ya teníamos a Nieto. Él además, no optó como otros pilotos por una vida más fácil que era correr sólo en España, cobrando, mientras que Ángel hacía las dos cosas, en España y en el extranjero, y con resultados.
-¿Imaginaba que habría más títulos suyos a partir de ese primero?
-La verdad es que no. Todos pensábamos que eso podía haber sido cuestión de suerte y que le había pillado en el sitio oportuno, y pensábamos en si alguna vez podríamos volver a pillar algo así.
-¿Por qué?
-Sabíamos que lo que conseguía, lo conseguía por él mismo, porque la moto no era la mejor, ni de lejos. Era una moto de Mollet contra las Kreidler y las Yamaha, así que al principio pensábamos que su título sería flor de un día.
-¿Qué impacto tuvo en el país aquel primer éxito y en el deporte español en general?
-Poco, muy poco. En nuestro sector, sí, pero en el país… En España se dieron cuenta cuando empezó a ganar más y más, y la Federación lo vendió bien. La Federación se agarró al primer título, lo llevaron a ver a Franco y todo lo demás. Los de los coches, como ha pasado siempre, se piensan que son más que nosotros, y lo sé porque he estado en el otro lado.
-Explíquese.
-Yo llegué como director al Jarama para hacer carreras de coches y dos veces al año se lo alquilaba a la federación de motos, para el Campeonato de España y el Mundial. Y nos íbamos allí a vigilar para que no rompieran nada. Ya en el 78 tenía una relación más fluida con Ángel y a finales de los 80 decidimos hacer la Banco Atlántico 500 fuera del campeonato entorno a Nieto y Tormo, que habían sido campeones del mundo. Hicimos que Ángel corriera en 500 con la Suzuki de Lucchinelli y anunciamos que Tormo batiría el récord de 80cc o 125cc, y lo batió. Y Ángel lo hizo allí de locura. Les pagábamos a los pilotos por posición por vuelta y al único que hubo que pagarle un fijo fue a Sheene, que creo que fueron dos millones de pesetas.
-¿El legado de Nieto arrancó con su primer título o con su primera victoria?
-De la primera victoria casi ni nos enteramos y el primer título tampoco tuvo la repercusión que él hubiera querido. Fue gradual y a partir del tercero se disparó todo. Y dura a día de hoy, que seguimos acordándonos.