Carlos Sainz: "No hay más secreto que pasión y trabajo"
"Muchos pensaban que no podría, pero se ha demostrado que yo tenía razón", cuenta el madrileño en As tras conquistar su segundo Dakar.
Dos semanas de Dakar con la tensión siempre presente en su rostro hasta que Carlos Sainz explotó de felicidad cuando terminó la última especial en Córdoba. Entonces se subió al techo de su Peugeot junto a Lucas Cruz, alzó los brazos y lloró sin dejar de sonreír. Ayer, de visita en la redacción de As once días después de culminar la gesta, y tras innumerables compromisos, seguía sin perder la sonrisa del vencedor.
“El penúltimo día tardamos dos horas en hacer los primeros 120 kilómetros cronometrados cuando ya pensábamos que no habría más complicaciones, de hecho allí volvió a tener un accidente Peterhansel. Y el último día, con tantos charcos, el temor era que el agua pudiera estropear algún sensor que detuviera el coche”, recuerda. Un final exigente para un Dakar muy exigente: “El año pasado, el ganador hizo 26 horas de tramos cronometrados y durante este año hemos hecho casi 50 horas”.
“Me hubiese disgustado acabar este periodo de cuatro años en Peugeot sin una victoria. La primera vez que se puso en marcha ese coche ahí estaba yo y desde el segundo año ganaron. El propio Bruno Famin lo reconoce, habría terminado con cierta desazón sin este triunfo”, asegura. Porque nadie gana al desierto en sólo 15 días y este segundo Dakar del piloto madrileño comenzó a gestarse entonces, cuando la firma del león le escogió para el proyecto en su regreso a los raids, para desarrollar un coche ganador de dos ruedas motrices.
Su victoria también se ha forjado durante meses de intensa preparación física durmiendo en una cámara de hipoxia que simulaba la falta de oxígeno de la altitud boliviana: “Si te pasas, o si tu cuerpo no reacciona igual, hay días en los que te levantas con dolor de cabeza. Yo no sé cómo pueden jugar partidos de fútbol en La Paz”. También utilizando una máscara que imita estas condiciones mientras hacía ejercicio: “Si vas con cierta edad y menos preparado, vas a sufrir. Y a eso nadie quiere ir”. El trabajo previo surtió efecto: “Al llegar a Bolivia ganamos nuestra primera etapa, antes del día de descanso, y en el inicio de la maratón fue cuando Peterhansel se golpeó con la piedra”. Y el madrileño alcanzó el liderato.
Entre dunas. La arena volvió al Dakar con la primera semana de Perú. “Tenían dunas muy complicadas de leer, bastante rápidas y con rasantes. Pasas cuatro, eres previsor, frenas y luego no hay nada detrás, pero cuando llega la quinta, que es la que está cortada, si no frenas a tiempo puedes hacerte daño. A diferencia de otros años, esta vez ha habido mucho más fuera de pista: dunas, ríos… todo lo que no es camino, que es donde yo me siento más cómodo”, recuerda Carlos. Con 55 años aguanta los golpes pero quedan “heridas de guerra”. Una protusión discal en el cuello y una hernia de disco en la espalda por “estar saltando dentro de un coche desde los 18”, puntualiza Juanjo Lacalle, su mánager y amigo.
"Decida lo que decida en el futuro, sólo quiero que se respete mi decisión"
Volviendo a lo deportivo, sólo el incidente con Kees Koolen pudo desestabilizar lo que pareció un Dakar tranquilo. El piloto holandés de quads, también fundador del portal de reservas ‘Booking’, le acusó ante los comisarios argumentando que le había embestido con su Peugeot en la séptima etapa. La penalización de 10 minutos fue suprimida cuando los oficiales comprobaron las telemetrías del coche de Sainz: “Se vio cómo giré el volante para esquivarle cuando él, que se había apartado del camino, perdió el control de su quad y se quedó atravesando la pista. Le debí salvar por muy poco y si yo me asusté seguro que él se asustó más. Pero yo considero que salvé el golpe. Sinceramente, menos mal que no sucedió nada”.
En casa han seguido con los cronómetros a la vista cada paso del campeón por un waypoint. Y Carlos Jr. lo ha sufrido vía ‘Whatsapp’ junto a Lacalle. “Se pasa mucho peor desde fuera que desde dentro. La gracia de la carta que me escribió es que él, que ya es maduro, se ha dado cuenta de lo que es vivirlo desde fuera. Aunque al final nunca puede ser el mismo sentimiento que tiene un padre hacia su hijo”, afirma Sainz. La familia pesa en sus decisiones y pesará también cuando le toque valorar si merece la pena volver al Dakar, si hay un proyecto que le motive lo suficiente. Él sólo pide una cosa: “Decida lo que decida, sólo quiero que se respete mi decisión. Creo que me he ganado ese derecho, pero no sólo por este triunfo”.
¿Y por qué hasta ahora había querido volver? “Yo no corro por otra cosa que no sea divertirme. Me encanta el reconocimiento y subir al coche del Dakar primero con una bandera española, pero yo no corro para eso, corro porque me gusta. Y porque cuando me monto en un coche, al menos hasta hoy, acabo el tramo con un buen tiempo contra gente de mucho nivel como Loeb o Peterhansel. Muchos pensaban que no, pero se ha demostrado que yo tenía razón. Y además en el Dakar más duro”. Para Carlos, “esto no tiene más secreto que la pasión, el trabajo y la dedicación”. “Y sacrificio”, interrumpe Lacalle. El piloto admite que no le importaría “correr con una máscara, sin que se supiera quién conduce”, para seguir disfrutando de esa pasión.
Peugeot deja el Dakar y Sainz recomienda a otros fabricantes apostar por el raid: “Es una competición más asequible que F1, rallys o Le Mans”. Y el que quiera convencerle de ahora en adelante debe ofrecerle “un reto personal”. “Y si lo haces tienes que volcarte, como yo he hecho con todo”, reafirma. Gracias a esa intensa implicación, su segundo trofeo touareg de campeón vigila esta reunión.
La dieta de Sainz: sin lácteos, gluten ni azúcar
Desde el verano hasta que comenzó el Dakar 2018, Sainz limó su preparación física afinando su alimentación junto a la dietista de Rafa Nadal. Para buscar un efecto antiinflamatorio eliminó de sus comidas el gluten, el azúcar y los lácteos. Arroz integral en su libro de recetas y apenas “alguna copa de vino ocasional” para perder cerca de cuatro kilos justo antes de partir hacia Lima. “Lo he llevado a rajatabla”, afirma el protagonista.