RALLY DE MONTECARLO | INTRAHISTORIA
Seco, mojado, hielo, nieve… todo en un mismo tramo
AS recorrió ayer la primera especial de la jornada de mañana para comprobar las dificultades a las que se enfrentan los pilotos en Montecarlo.
Diez y media de la mañana. La misma hora a la que mañana se disputará el tramo de Corps-Le Salle en Beaumont, el primero de la etapa, de 14,6 kilómetros. Cero grados, ni frío ni calor. La carretera está prácticamente seca, con algunos parches de humedad. Con un día de antelación hemos querido vivir las dificultades a las que se enfrentarán los pilotos en la segunda jornada del Rally de Montecarlo.
En un principio parece fácil. Los primeros kilómetros permanecen secos, con tan sólo alguna humedad. Pero en el kilómetro 2,5 nos encontramos el primer problema. Una curva a izquierdas con puente, está totalmente helada. Pero, nada más pasarla, regresamos a lo seco. Según vamos ganando altura (el tramo arranca a 827 metros sobre el nivel del mar y alcanza los 1.218) hay más nieve en las cunetas. En el 5,8 aparece una larga placa de hielo. Pero es a partir del 7 cuando llega lo peor, con casi dos kilómetros totalmente helados. Se hacen interminables, hasta que pasado un pueblo con una iglesia volvemos a lo seco, para afrontar una larga bajada casi seca, muy rápida, que nos lleva hasta la meta.
Ese es el encanto y la gran dificultad de Montecarlo: la variedad de estado del piso que te puedes encontrar en un mismo tramo. Además, los pilotos deben escoger neumáticos para tres tramos. Por ejemplo, en este primer bucle de hoy, deben elegir ruedas para cubrir 58 kilómetros cronometrados con todo tipo de superficies. Hay que escoger el mejor compromiso, siempre en comunicación con los “ovreurs”, que pasan unas horas antes para verificar el estado del piso.
En 1995 Carlos Sainz fraguó su triunfo en el tramo de Sisteron. Tenía varios kilómetros helados, pero el Matador se la jugó montando slicks (lisos). Muchos pensaron que no pasaría. Pero lo que perdió en lo helado lo recuperó con creces en lo seco, que eran más kilómetros. Esa es la magia de Montecarlo.