RAIDS
Nani Roma: "He aprendido a correr cabreado y sin objetivo"
Visitó la Redacción de AS tras un Dakar en el que sufrió una avería en el kilómetro 3 y un tremendo accidente: "Nos quedamos temblando", afirma.
Nani Roma volvía a la Redacción de AS. El año pasado, por estas fechas, lo hizo acompañado de un tuareg dorado, de diez kilos de peso, que este enero le dio calabazas y se fue con Nasser Al-Attiyah. Nani no es campeón, una avería en el kilómetro 3 rompió el hechizo. Tres palabras malditas: bomba de aceite. “Mi coche era el que había hecho más kilómetros de test, de ‘shakedown’, y es el primero que tuvo el problema. Y cuando chequearon el resto, el fallo lo tenían todos. Se trataba de la bomba de aceite, que se rompió. Por suerte no nos quedamos todos parados en la primera especial”, se consuela Nani, quien tras el varapalo sacó lustre a su mono de trabajo y ayudó a que un piloto made in Mini conquistara el título. Así fue.
Nos visita Nani Roma, uno de los tres pilotos en la historia del Dakar en ganar en motos y coches (le acompañan en ese selecto club Hubert Auriol y Stéphane Peterhansel), se sienta en el sillón, se cala la gorra de Monster y KH-7... y resopla. Seguramente lo lleva haciendo desde el fatídico kilómetro 3 de los 9.000 que conformaban la carrera. Y junto a Nani se sienta el tópico inevitable: “¿También de ese revés se puede sacar una lección?”. Contesta el de Folgueroles: “Sí que se aprende, he aprendido a correr cabreado y sin un objetivo claro. Levantarte a las cuatro de la madrugada, tomar la pasta aquella fría, que se te hace bola, conducir 600 kilómetros de enlace, pasar la cordillera a 4.000 metros de altura, subir, bajar, estar a diez bajo cero, que te duela el estómago, la cabeza... En esas condiciones, sin un objetivo, cuesta meter primera y tirar hacia delante. Pero lo hice. Y, ojo, con estos coches no puedes despistarte, aunque estés contrariado o sin reto claro, si te despistas viene el peligro”.
El suyo tenía forma de socavón, dos metros de trampa que los organizadores no marcaron como peligro real en el roadbook de la etapa. “Ves, aquí, cuando llegas, las motos lo saltaron de milagro. Vi un helicóptero y frené un poco, pero es que llegabas de una derecha rápida con una izquierda, bajabas a 150 km/h”, explica Roma con su teléfono móvil y las fotos como prueba del delito. Y prosigue: “Cuando sufrimos el accidente, nos quedamos temblando. Dimos tres vueltas de campana. Dejamos el coche. Ves, aquí, bien aparcado (se ve el Mini volcado...), como un señor... Me salgo del coche y pensaba que había fallado Michel (Périn, su copiloto), porque era un peligro 2, pero no lo marcaba el ‘roadbook’. Se pone a correr, llega Nasser a fondo, frenó, frenó y quedó parado. Avisamos uno por uno a todos los pilotos para evitar más accidentes. De Nasser al último. Fue tremendo”.
Afortunadamente ese accidente, las tres vueltas de campana que rasgaron el Mini más aún que el enorme zarpazo de Monster que cruza su chasis, quedaron en anécdota. También la avería del kilómetro 3. “Fue un palo tremendo. Cuando tenemos una presión cero puede deberse a un problema de la bomba de aceite, que fue lo que pasó, o a un problema eléctrico. Tenemos medios para poder hacer un puente y saltarnos estos sistemas del ordenador. Hicimos todo lo que pudimos hasta que miré en el captor de aceite, hice rodar el motor y no salía aceite, por lo tanto es que la bomba no iba. No puedes seguir, pero lo peor es que te tienes que poner detrás del camión, hacer 160 kilómetros en medio del polvo, más 520, casi un Barcelona-Madrid, enganchado a la cuerda del camión. Llegamos a las dos de la madrugada, a ver si reparaban el motor, lo hicieron, cambiaron cigüeñal y todo lo que pudieron, y al día siguiente salimos. En el puesto 88º. Entras en una dinámica terrible, tratando en tres días de poder ponerte en tu sitio. Y lo hicimos, con el coche más cargado de piezas e imposible de conducir. Levantarte a las cuatro de la madrugada sin un reto concreto es algo que puede llegar a minarte la moral”, precisa Roma, que tiene contrato con el equipo X-Raid.
Pese a su tesón, a no rendirse, Roma no pudo acabar el Dakar. Sí lo hizo su mujer, Rosa Romero, feliz en el final bonaerense de motos (“No es profesional, no se entrena, lo hace cuando puede, entre los niños y el trabajo. Y logró acabar, lo que tiene un enorme mérito”) en una edición de nuevo dominada por Mini. ¿Y el futuro? “Espero que no cambien la reglamentación, porque ya este año nos han perjudicado bastante a los 4x4. Pero claro, con el mal papel de Peugeot es difícil que nos abran el panorama. El coche de Nasser (Al-Attiyah), de Giniel (De Villiers) y el mío llevaban una caja negra de la FIA, para ver aceleraciones y potencia, así que espero que vean que el Toyota es competitivo. Pueden variar en el recorrido, pero este año, digan lo que quieran, para mí era un recorrido para buggys, lo que pasa es que Peterhansel cada vez que quería correr se le rompía algo. Pero las rectas de ‘fesh fesh’, los baches, las etapas en Chile favorecían al buggy. Yo no creo en los buggys, creo que las marcas debieran trabajar para el 4x4, darnos 50 milímetros más de recorrido en suspensiones. Pero bueno, yo no decido”, comenta el piloto catalán.
Nani resopla de nuevo. Lo hace cada vez que hablamos del Dakar que ya fue, el que ve por el retrovisor, mientras él mira hacia delante, al que será. En él podría reencontrarse con Marc Coma (“Ganar cinco veces, eso es de ‘chapeau’, si Marc llega a los coches, pues bienvenido sea. Creo que se lo está pensando porque es un paso importante y cuando lo decides no hay vuelta atrás”) y volver a aspirar a un título que este año se escapó en lo que uno tarda en enumerar los dakares de Peterhansel. Por ejemplo. Pero en el que Nani no se rindió. “Hay que saber estar en las buenas y en las malas. Como profesional, no se me pasó en ningún momento retirarme. No es mi estilo”, aclara. Y el estilo, se tiene o no se tiene. En el Dakar o en la Redacción de AS.