Peterhansel gana y se acerca a Roma en otro calvario de Sainz

Con la cara pintada de arena, mirando el chasis de su buggy, parado en mitad de la nada mientras los demás coches pasaban a su lado, Carlos Sainz debió acordarse del Piélago, cerca de Talavera de la Reina. Y de aquel Panda de los 80. “No, no, vamos a ver si podemos arreglarlo para seguir de alguna manera”. El madrileño le cuenta a su amigo español que va a seguir. Chasis rajado. Era el kilómetro 192 de 422 de la especial. Quizá otro hubiera buscado una carretera. Pero Sainz no. Como en el Dakar de 2006 cuando llegó de madrugada a Nouakchott tras romper el embrague. O con aquel Panda, ganando dos scratch mientras el copiloto Lacalle veía el suelo. Uff. Chasis roto. Cosas de grandes. Finalmente Carlos, maestro de maestros, coraje infinito de casta, llegó al final de la etapa a casi dos horas del ganador. ¿Seguirá? Él sí. Y es que ya sabe, hace tiempo, que en el Dakar, ante todo hay que acabar. Manual del dakariano Punto 1. Sufrir es una pasión.

Mientras, por delante Stephane Peterhansel volaba entre caminos con final en la gran duna de Iquique, tres kilómetros antes de las olas. El Pacífico, donde terminaba la etapa. La leyenda francesa volvió a ganar y está ya a sólo 12:10 de Nani Roma. El gigantón catalán no se rinde. Y fue tercero, pero ve como se acerca su amigo Peter, su compañero, mito del Dakar, monsieur, ya saben... De Calama a Iquique había todo tipo de terrenos, rutas rotas por el tiempo y el calor chileno, dunas inmensas al final, navegación, rally en un raid, deprisa, deprisa... Y el duelo que espera entre dos campeones del Dakar, dos Minis colosales. Nani, el gran Roma busca entrar en la historia como el único español que gana en dos y cuatro ruedas. No hay que tener miedo, decía. Cuatro etapas. Fuerza Nani. Vamos. A por ello...