De Farina a Vettel, a la F-1 le gusta el suspense

En la memoria fotográfica se ve el Alfa Romeo con el número 1 rumbo a la victoria y el Ferrari 16 de Alberto Ascari unos metros detrás, tomando una curva de derechas jalonada con pacas de heno a modo de protección. Volamos a 1950, al primer Mundial de la Fórmula 1 que, como ocurrirá en el de 2012, se decidió en la última carrera. La estadística nos dice que 28 de los 63 campeonatos se han resuelto así. Es difícil pedir más adrenalina a un deporte en el que lo único lento es el envejecer de Bernie Ecclestone.

Aquel 3 de septiembre de 1950, fue Giuseppe Farina quien se hizo con un título por el que también luchaban Juan Manuel Fangio y Luigi Fagioli. El turinés subió a lo más alto del podio de Monza, donde sólo se ha resuelto otro Mundial, el de 1956, entonces con la sonrisa bonaerense de Fangio luciéndole de oreja a oreja. Brasil se ha convertido en los últimos años en el escenario ideal para los finales de infarto, ahí están Vettel y Alonso, pero las taquicardias hablan otros idiomas. Por ejemplo, el japonés, en el que se resolvieron cinco campeonatos; uno de ellos, con la firma de Michael Schumacher, quien acostumbraba a tener los deberes hechos mucho antes de llegarse a la última cita (sólo dos de los siete títulos llegaron in extremis). México también ha tenido su cuota de protagonismo. Tres Mundiales se sentenciaron casi de manera consecutiva en el D.F., que estos días trabaja a destajo para convencer a Ecclestone de que el Gran Circo debe volver allí. Si a Carlos Slim se le mete entre ceja y ceja...

Curioso fue el desenlace de 1958, no sólo porque Mike Hawthorn sólo tuviera que ganar una carrera para hacerse con el título (y no fue la última), sino por el lugar en el que se agitó aquella bandera a cuadros: Marruecos. Lamentablemente, aquella carrera también resultó dramática, pues el accidente mortal de Stuart Lewis-Evans provocó que el circuito de Ain-Diab, en Casablanca, que debutaba en la F-1, no volviera al calendario por deficiencias de seguridad.