Fórmula 1 | La intrahistoria
Red Bull conquistó su reto del año para Erin
Es un sitio bonito, una villa italiana antigua con un patio reconvertido en terraza donde la luna se esconde entre las mesas y la pequeña fuente que reclama su protagonismo entre estrellas invitadas. 'La Villeta' es uno de los mejores restaurantes de Monza y allí, la noche antes de lograr su mayor reto de este año, Christian Horner y Adrian Newey cenaban tranquilamente con la relajación que otorga la felicidad de las victorias y el trabajo bien hecho. Una hora antes se había ido de allí Sebastian Vettel con un abrazo a sus dos jefes. Horner se marchó antes, no estaba tan tranquilo como el genio del papel en blanco y los 90 técnicos detrás con sus potentes ordenadores. Mientras, Alonso repetía lugar de cena, quizá por si la suerte le ofrecía un regalo inesperado. No pudo ser.
Christian estaba ante el gran objetivo del año. Ya lo comentó cuando visitamos la sede de la escudería en Milton Keynes. "Para nosotros sería muy especial ganar en Monza, demostrar a Ferrari en su casa que somos los mejores, estamos preparando de manera especial esa carrera y creo que lo vamos a conseguir", dijo hace un par de meses justo antes de enseñar el lugar donde se creó el magnífico RB7.
Después de la carrera, además de las lágrimas sin acabar de Vettel, Horner miraba al cielo agradeciendo la ayuda. Más allá de la alegría por haber batido al rival allá donde ondean las banderas rojas estaba la dedicatoria a Erin Pezzella. La joven había estado trabajando durante cuatro años para la escudería y esta misma semana no pudo más en la batalla contra la maldición del cáncer. "Queríamos dedicar esta victoria a su memoria", dijo el hombre que lidera el mejor equipo del momento. Y volvió a mirar al cielo.