El triunfo fue de Bilbao
Más de 140.000 espectadores se han congregado en el circuito urbano para presenciar las carreras a lo largo de los tres días de competición. Kubica y Power lograron las dos primeras victorias en el peculiar trazado vasco.

Objetivo cumplido, sellado y rubricado. Fueron muchas las sonrisas que pudieron verse ayer en la última jornada de las World Series. La de Kubica, el gran triunfador, por la alegría de haber hecho historia como primer piloto que inscribe su nombre en el trazado urbano. La de Joan Viladelprat, director del Epsilon Euskadi, reflejaba la satisfacción por el trabajo bien hecho. O la de Jaime Alguersuari, organizador del certamen, que en dos fines de semana, Le Mans y Bilbao, se ha insuflado de moral al recibir el apoyo masivo de los aficionados. Pero quizás las más importantes fueran las de los 30.000 aficionados que en cada uno de los tres días han disfrutado de un fantástico espectáculo. Es pronto, pero el deporte del motor puede haber encontrado un nuevo lugar de peregrinaje.
Además, la piñata rompió bien. La victoria de Kubica fue la guinda al pastel, pero nadie dirá que no lo tenía merecido. El polaco tiene muchísimo pilotaje en sus manos. Asusta su facilidad para sobreponerse a los momentos difíciles. Es listo como pocos, y si hay algún joven con madera hoy en día para alcanzar la F-1, ése es él.
Kubica, Roberto, el hombre tranquilo, se sabía ganador de esta serie desde el pit lane. Quince vueltas al sprint para lograr un triunfo que le daba todavía más ventaja sobre sus perseguidores en la general y que, de paso, le convertía en el primer piloto en repetir éxito esta temporada. Realmente no llegó a sufrir durante la carrera, aunque hubo momentos de duda en la grada tras la salida del safety car en la quinta vuelta. Ese parón, provocado después de un toque entre Celso Míguez y el alemán Winkelhock, reagrupó al pelotón, y al lanzarse de nuevo la carrera, Kubica ya no fue capaz de escaparse otra vez. O no lo necesitó, porque según él mismo explicó al acabar la carrera, le valía con mantener ese segundito, décima arriba, décima abajo, sobre su perseguidor Power. De hecho, el australiano vio cómo se formaba en torno a él un grupetto de cuatro pilotos encabezado por Tristan Gommendy, que fue quien finalmente completó el podio.
Si esta primera serie no resultó perfecta fue por la discreta actuación de los tres pilotos españoles. Míguez ya avisó en la previa que tomaría una táctica conservadora. El séptimo puesto, sin embargo, significaba su mejor resultado hasta ese momento y sus primeros puntos en el campeonato.
Mientras, Adrián Vallés y Félix Porteiro, undécimo y duodécimo respectivamente, jugueteaban en tierra de nadie. No tenían opciones reales de avanzar posiciones en una carrera difícil, pero podrían haber aprovechado el reagrupamiento tras el accidente. Sin embargo, se dedicaron a pelear entre ellos, y un enganchón echó a Porteiro hasta la vigésima plaza. Al final, Vallés se encaramó al top ten in extremis. Lo peor para el alicantino es que perdía su segundo puesto en la general para cedérselo a Will Power. Vallés se marchó muy descontento y fue de los más críticos con el circuito.
Segunda de Power.
Y todavía quedaba la manga definitiva, en la que el australiano partía desde la pole. La salida, una vez más, lanzada para evitar incidentes. Power arrancó con fuerza y poco a poco fue poniendo asfalto de por medio a sus rivales. El más inmediato, Pavlovic eligió hacer su parada obligatoria cuanto antes, lo que al final le costó la segunda plaza. La rotación por los pit stops fue constante, y el que sacó más provecho fue Míguez.
Valiente como pocos, apuró al máximo su detención, y con la pista limpia fue ganando segundos sobre los pilotos que le precedían en la parrilla. El gallego recuperó dos puestos y se encontró a las puertas del podio. Todo se truncó a cuatro vueltas del final cuando fue embestido por el francés Eric Salignon. El pontevedrés perdió la dirección y se quedó fuera de combate. Mala suerte para Celso, que sin embargo puede irse satisfecho. A lo largo del fin de semana ha sido el mejor entre los españoles.
El piloto de Teulada, Adrián Vallés, terminó sexto sin alardes, aunque aumentó su desventaja en la general con respecto a Power. Pudo aprovecharse de los problemas de Kubica, que tuvo problemas por culpa de una tuerca mal puesta terminó en octava posición. Un final descafeinado para él, pero que no quita para que salga por la puerta grande del fin de semana bilbaíno.
Con las gradas vacías, es seguro que algunos empezaron a realizar sus primeros análisis. De momento los datos ofrecidos dicen que 140.000 personas se han acercado durante al circuito urbano de Bilbao. Al menos ya hay una cifra que superar para cuando los rugidos de los monoplazas vuelvan a acercarse por Bilbao el año que viene.