Opinión
Los fantasmas de la guerra de consolas y el final de la paz entre Xbox y PlayStation
Las dos compañías dejan atrás las relaciones cordiales de cara al publico para protagonizar una descarnada batalla mediática por el caso Activision Blizzard.
Hace no tanto tiempo, las cuentas de Twitter de PlayStation y Xbox se respondían mutuamente como si fueran amiguetes de toda la vida. Entre jijis y jajas, los jojos de las fotos de directivos, todos arrejuntaditos en una imagen de unidad y de amor por el medio. ¡Celebremos los videojuegos! ¡Una afición que nos une a todos! Todo eran sonrisas y abrazos, palmaditas en la espalda y camaradería. “Felicidades por el lanzamiento de God of War”, escribía Phil Spencer —el jefe de Xbox— en la red social del pajarito azul. Y lo mismo hacían desde PlayStation.
“¡Amigos para siempre!”, parecían clamar. “Claro que sí, guapi”, respondo yo. Me recuerda a esa escena mítica de la película Battle Royale, en la que unas chicas renuevan sus votos de amistad para posteriormente asesinarse sin contemplaciones. Lo que la compra de Activision Blizzard ha demostrado es que esa aparente fraternidad era tan frágil como quebradiza. O quién sabe, quizá siempre fue puro postureo, una imagen ficticia de cara a la galería.
La adquisición de Activision Blizzard por parte de Microsoft, que todavía sigue pendiente de aprobación en Estados Unidos, ha dejado expuestas las entrañas de PlayStation y Xbox. Los puntos han saltado por los aires y las heridas han quedado abiertas en carne viva. Sony ha intentado paralizar la compra con uñas y dientes, mientras que los de Redmond defienden su postura en el tribunal federal ante una FTC (Federal Trade Commission) que parece resuelta a bloquear la operación. La guerra entre las dos empresas se ha mediatizado y los trapos sucios de una y otra han salido a la luz.
Cruce de acusaciones, entrevistas en medios de comunicación, campañas de publicidad y reuniones han marcado el último año del caso Activision Blizzard. Bajo el punto de vista de PlayStation, la compra dañará irremediablemente la libre competencia, lo que también afectará a los propios jugadores. Xbox, por su parte, asegura que la compra beneficiará a los consumidores. “For the players”, como decía el eslogan de los japoneses. “Todo por los jugadores, lo hacemos por ellos”, nos machacan continuamente unos y otros: Xbox empapeló Londres con mensajes del tipo: “Call of Duty para 150 millones de jugadores más”, otra matraca para maquilar las intenciones verdaderas detrás de toda operación de esta magnitud.
Se han perpetrado acciones que podrían considerarse lobistas, como cuando Sony se reunió con las autoridades de la Unión Europea en Bruselas para, supuestamente, hacer presión contra la adquisición. Frank X. Shaw, director de comunicaciones de Microsoft, no dudó en despotricar contra los nipones, a los que acusó de proporcionar información falsa a las autoridades, en relación a la paridad de Call of Duty en los distintos sistemas. “Nada más lejos de la verdad”, manifestó.
La ofensiva de ambas multinacionales es total. Enarbolan sus armas y escudos y participan en una refriega mediática y mediatizada, en la que cada cual intenta hacer valer su influencia y su línea argumentativa. Jim Ryan, presidente de PlayStation, cargó contra Microsoft por el acuerdo que le ofrecieron por Call of Duty, de tal solo 3 años. Cuando estos pusieron sobre la mesa un nuevo contrato de 10 años no quisieron saber nada, porque no garantizaba los años posteriores. Sea como fuere, el pulso entre ellas no ha cesado en ningún momento.
La gigante norteamericana compró Bethesda, en parte, porque habían escuchado que Sony planeaba quedarse en exclusiva con Starfield; por otro lado, los estadounidenses han cargado contra Sony por pagar a empresas third party para que juegos como Final Fantasy XVI no salgan en Xbox Series X y Xbox Series S. Las dos se han hecho las víctimas, especialmente Xbox, que parece una pobre desvalida cuando es una de las empresas más poderosas del mundo.
Resulta peculiar que estando inmersos en esta cruenta batalla campal, tanto PlayStation como Xbox parezcan subestimar a Nintendo, a la que no consideran competidora directa. Es cierto que los de Kioto van a su bola, pero Nintendo Switch ha arrasado en ventas y es indiscutiblemente una de las compañías fuertes de la industria.
Durante la intervención de Phil Spencer en los tribunales, el máximo responsable de Xbox tuvo que explicar lo que significa la guerra de consolas, un concepto que se remonta a la época en la que Nintendo y SEGA competían por la hegemonía. El fantasma de esa era nunca se ha desvanecido por completo, y ahora, en pleno 2023, se ha dejado ver ya no como un ente traslúcido, sino como una realidad palpable.
Dejémonos de tonterías de Twitter, de participar en las guerras de otros. No nos corresponde a nosotros, los jugadores, sacar la cara por las compañías, porque lo que nos ha recordado este asunto es que las empresas son empresas y piensan como empresas. En otras palabras: nos utilizan para armar sus argumentos, pero la intencionalidad principal no es el consumidor, sino su propio beneficio.