Cine
Crítica de ‘La larga marcha’, el battle royale de Stephen King
El escritor firmó sus propios Juegos del hambre treinta años antes de que naciera Katniss Everdeen y ahora llegan a la gran pantalla de la mano de la misma persona que adaptó las novelas de Suzanne Collins.
Entre 2012 y 2015, en plena fiebre por Jennifer Lawrence y ‘Los juegos del hambre’, muchas fueron las voces que, marisabidillas ellas, señalaron que las películas y las novelas de Suzanne Collins no eran más que una copia de ‘Battle Royale’ (2000). Haya salido mejor o peor, la adaptación de ‘La larga marcha’ permite vengarse de todas y cada una ellas. Permite desenfundar el emoji de las gafas de pasta, los piños y el dedo índice levantado. Porque Stephen King tiene veinte años más de experiencia en ese maravilloso género que consiste en reunir a un puñado de adolescentes y enfrentarlos entre sí hasta que solo uno sobreviva. Si se está copiando a alguien, es a él. Si lo del sinsajo era un plagio, entonces el de Maine es el inventor de Fortnite. Venga ya.
‘La larga marcha’ (1979) pertenece a la edad de oro de Stephen King, la década de los setenta, cuando arrancó su carrera y firmó ‘Carrie’ (1974), ‘El misterio de Salem’s Lot‘ (1975), ‘El resplandor’ (1977) y ‘La danza de la muerte’ (1978) de manera prácticamente consecutiva y en apenas cinco años. Aunque fue la sexta que publicó, el autor siempre ha contado que en realidad fue la primera novela que escribió. Lo hizo entre 1966 y 1967, durante sus primeros años en la universidad, algo patente en los temas que aborda (la amistad y la rebeldía frente la autoridad) y en las relaciones de camaradería entre sus personajes, muy en la línea de las que viéramos en ‘Cuenta conmigo’, la película basada en un relato suyo no demasiado posterior (‘Otoño de inocencia: El cuerpo’, de 1982).
Toda esta turra sobre el libro y su autor no tienen más finalidad que convenceros de leer el libro con independencia de que os guste o no la película. Es una novela de adolescentes fantástica y su premisa, una bomba que cuesta creer que no decaiga ni en ritmo ni interés durante las cuatrocientas páginas que dura. En unos Estados Unidos distópicos, un centenar de chavales (en la película, cincuenta) se apuntan a una especie de concurso de televisión que consiste en caminar sin descanso hasta que solo uno de ellos quede en pie. Si se paran o bajan demasiado el ritmo, reciben un aviso. A los tres, strike, eliminados, una bala en la cabeza. El juego es letal.
La gracia de la historia reside en ir conociendo a los participantes y el motivo por el que se han apuntado. Descubrir el contexto sociopolítico que les rodea y las reglas y premios del evento. Verles superar obstáculos y establecer alianzas y enemistades. Todo está pensado: desde cómo duermen, comen y hacen sus necesidades sin detenerse hasta la participación del público y las consecuencias físicas y emocionales de semejante paliza. Lo dicho, ‘Los Juegos del hambre’, pero tres décadas antes de que Collins los escribiera y dos por delante de ‘Battle Royale’.
Lo más gracioso de la comparación con ‘Los juegos del hambre’ es que el director de todas las películas de la saga (menos la original) es la misma persona a los mandos de esta adaptación. Un Francis Lawrence que también firmó ‘Constantine’ y ‘Soy leyenda’. Sin ser su trabajo más brillante, sorprende que haya logrado que una hora y media viendo a diez tíos andando no sea tan aburrido como suena a nivel visual. De estilo frío, sobrio y violento, destacan sus efímeras miradas a los márgenes de la carretera. Hace un trabajo correcto y está bien escoltado por un elenco coral y repleto de jóvenes talentos. Cooper Hoffman (‘Licorice Pizza’), David Jonsson (‘Alien Romulus’) y Ben Wang (‘Karate Kid: Legends’) a la cabeza. El único que da la nota es precisamente el más famoso, un Mark Hamill al borde de la parodia.
El gran problema lo encontramos en el guion de J.T. Mollner (autor de ‘Strange Darling’). Si la novela de King exige una suspensión de la incredulidad más esforzada de la habitual (por concepto y por el número de días y kilómetros que aguantan los protagonistas), la película te obliga a hacer puenting sin arnés. Simplifica tanto la función del concurso en la sociedad y las motivaciones de los personajes que ya no es que todo suene inverosímil, es que suena estúpido. El cómo abandonan, se desgastan y enferman no se siente progresivo y la cinta avanza a sacudidas. No hay rastro del cariz político y reflexivo del libro, tampoco de la trágica locura existencialista que aquel tomaba prestada de los adolescentes de Salinger. Incluso rompe su propio lenguaje con un flashback a modo de apéndice extraño con el que trata de salvar la trama.
Valoración final
Tras años de escuchar la cantinela de que Stephen King no sabe acabar sus historias, es difícil perdonar a quienes osan cambiarles el final y hacen uno infinitamente peor. El cierre de esta adaptación de ‘La larga marcha‘ es el último traspiés de un guion que sepulta la película para los fans de la novela. Más digerible para quienes no leyeran el libro, a nosotros se nos antoja una adaptación descafeinada y que solo se sobrelleva gracias a la camaradería de su reparto y a una premisa imposible de tumbar. La verdadera génesis de los Juegos del hambre.
Suscríbete al canal de MeriStation en YouTube, tu web de videojuegos y entretenimiento para conocer todas las noticias y novedades sobre el mundo del videojuego, cine, series, manga y anime. Análisis, entrevistas, tráileres, gameplays, pódcast y mucho más. También te animamos a seguir nuestra cuenta de TikTok.
¡Síguenos en ambas y, si estás interesado en licenciar este contenido, pincha aquí!