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Senua's Saga: Hellblade II

Senua's Saga: Hellblade II

Review

Análisis de Senua’s Saga: Hellblade 2, un juego donde los gráficos lo son todo

Xbox ya tiene su gran referente técnico. Ninja Theory firma una secuela abrumadora en lo audiovisual, curiosa en lo narrativo y un tanto pobre en el resto de apartados.

Poco se habla de lo importante que es el contexto en cualquier disciplina artística. No es lo mismo pintar un cuadro impresionista hoy día que hacerlo en 1874. Con los videojuegos ocurre algo parecido. Puede haber dos propuestas prácticamente idénticas que se reciban de manera diferente debido a lo dispar de sus circunstancias. Porque no tiene nada que ver presentarse como un trabajo experimental a caballo entre los indies y los triple A que venderse como uno de los buques insignia de una gran compañía. La simpatía y admiración que despiertan dos proyectos iguales también será distinta si uno lo han hecho 15 personas y el otro 80, o si uno sale por sorpresa y otro se hace de rogar durante casi un lustro. Y por supuesto, con el que llegue primero se levantará más la mano que con el segundo. El factor sorpresa ayuda siempre a perdonar lo que a futuro se considerará tropezar dos veces con la misma piedra.

Los mismos pecados y las mismas virtudes

Senua’s Saga: Hellblade 2 no puede ser más parecido al juego original, pero su contexto tampoco puede ser más distinto. Volvemos a estar ante un título que lo apuesta todo a la narrativa y resulta aburrido a los mandos. Un walking simulator que dura 6 horas y se compone de un sinfín de paseos por el campo, un puñado de secuencias de acción y una serie de puzles calamitosos. Antaño le bastó con eso. Los temas que tocaba la trama, su ambientación y lo original e innovador del apartado sonoro permitían sobrellevar sus flaquezas e inclinaban la balanza de su lado. Pero seguir buscando runas y símbolos tras siete años de críticas a dicha mecánica ha pasado de ser el precio del peaje a una broma de mal gusto.

Hellblade 2
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Nuestro problema con esta secuela no es debido a lo continuista de su propuesta. Un contexto desfavorable no se combate reinventando la rueda, o al menos no siempre. A veces basta con ofrecer más y mejor... cosa que Hellblade 2 no hace. En muchos de sus apartados el juego es igual o peor, como por ejemplo en lo relativo a su historia. El primero ponía patas arriba la leyenda de Orfeo y Eurídice cambiándola de panteón y protagonista, y no contento con ello escondía dentro la mejor representación de un brote psicótico que hayamos visto nunca. Usaba una épica romántica como Caballo de Troya para hablarnos de salud mental. No tenía miedo en romper la cuarta pared ni en ponerse onírico y su final daba para ríos y ríos de tinta. Aún se nos ponen los pelos de punta recordándolo. Aquella genialidad no la encontramos aquí.

Una historia venida a menos

Amordazados por los spoilers como estamos, nos limitaremos a decir que ya no es un juego tan introspectivo y personal. Tiene sus momentos, pero sus mayores conflictos son ahora externos y no se antoja tan sugerente. Hasta peca de explícito y poco sutil con tanta explicación como tiene. Senua sigue conviviendo con sus traumas y con la amenaza latente de una recaída (porque tal y como ilustra Ángel Martín, las voces nunca se van del todo), pero en esta secuela pasa a un segundo plano y la trama se centra en terceros y avanza a base de “tenemos un enemigo, vamos a eliminarlo”.

El final nos ha parecido un tanto insatisfactorio y sus personajes secundarios, si bien prometedores, están compuestos a base de pinceladas demasiado gruesas. Hay algunos trompicones y ningún girito. Es cierto que vuelve a tener un mensaje detrás en torno a la salud mental, pero esta vez es un tanto genérico. Se ha oído en repetidas ocasiones y resulta hasta cuestionable. No deja de ser Goya reflexionando sobre cómo el sueño de la razón produce monstruos.

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Ninja Theory renuncia a cualquier evolución jugable

El bajón a nivel narrativo no se apoya en ninguna evolución jugable. Los dichosos puzles de buscar runas vuelven a estar a la orden del día y sólo hay dos mecánicas nuevas que pecan de simples, fáciles y repetitivas. Por su parte, los combates conservan la tediosa fórmula del primer Assassin’s Creed y de Ryse: Son of Rome. Esperas quieto a que el enemigo ataque y entonces fintas o bloqueas. Así vas llenando un medidor que permite detener el tiempo cuando rebosa y librarte del enemigo a cámara lenta con una serie de espadazos. Siempre es la misma estrategia, los mismos movimientos. Se tarda dos enfrentamientos en ver las costuras a las marionetas. Que nadie espere una mayor variedad o profundidad en la acción de la que viéramos en Hellblade: Senua’s Sacrifice.

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Xbox ya tiene su referente gráfico

¿Qué aporta entonces la secuela de Ninja Theory a la conversación? Pues graficotes. No se puede negar que a nivel visual es un juego portentoso. Las peleas languidecen a los mandos, pero ofrecen un espectáculo capaz de abrir la boca a cualquiera. Sin interfaz alguna y gores como ellas solas, ojalá otros títulos hereden sus maravillosas transiciones entre un enemigo y otro. La expresividad de Senua, el modelado de los personajes y el efecto del agua al retirarse son tres de los muchos detalles capaces de abrumar al más pintado. Además, el modo foto es para quitarse el sombrero. Generará instantáneas dignas de museo y provoca un curioso dilema, pues al fin y al cabo invita a parar las cinemáticas y desconectar de la historia para hacer capturas. La muestra de poderío técnico ha pasado a ser incluso más importante que la narrativa.

Hay sacrificios por el camino camuflados en forma de decisiones artísticas. Las franjas negras, los 30 fps, un montón de filtros y efectos que emborronan la imagen, combates limitados a uno contra uno, una inteligencia artificial francamente predecible o una estructura aún más pasillesca si cabe. Hay muchas situaciones exasperantes en las que se nos obliga a caminar a dos por hora y momentos de trepar y arrastrarse en los que empujaremos el joystick hacia delante un segundo y Senua avanzará sola durante cinco. Pero el sacrifico más importante vuelve a ser el contexto. Hellblade 2 debió acompañar a Xbox Series X|S en su lanzamiento y tenía sentido como escaparate técnico de la consola. Serlo a mitad de generación reduce su impacto y aumenta la competencia.

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Otro apartado sonoro para el recuerdo

No se puede hablar de Hellblade 2 sin hacer mención a su apartado sonoro. Tan brillante como el gráfico, hace indispensable jugar con cascos. Melina Juergens estará nominada a finales de año a todos los premios interpretativos de la industria y con razón. Su despliegue es cautivador. Y si bien estamos viviendo la generación del audio 3D, el método de grabación de Ninja Theory para las voces adicionales y su resultado y función siguen estando a años luz del resto (aunque confesamos creer que están peor utilizadas, lo que daría para un tema aparte). Eso por no hablar de una BSO marcada por la colaboración con Heilung. Letras sacadas de la antigüedad, timbres espectrales, multitud de oscuros ambientes sonoros, ritmos chamánicos y toda clase de combinaciones que inducen al trance y evocan a los albores de la civilización. Un trabajo digno de aplauso.

A modo de curiosidad, mencionar que al terminar el juego se desbloquea una característica que permite escuchar ciertas voces adicionales en una segunda partida, lo que añade una pizca de rejugabilidad extra. Son algo así como los comentarios de los desarrolladores en un director’s cut y amenizan una posterior búsqueda de coleccionables, muy en la línea de los del primero y con su propio lore e historia. El ritmo general hace que no haya muchas ganas de repetir, pero el detalle sirve de aderezo perfecto para uno de los puntos más destacados del Hellblade 2.

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Queda la sensación de que Senua’s Saga: Hellblade 2 es muy parecido al original y muy distinto al mismo tiempo. Ha perdido el factor sorpresa, el aroma indie y lo transgresor de su propuesta dramática. No resulta tan inspirado en su escritura ni tan atrevido en sus mecánicas. Carencias que suple a base de gráficos, gráficos y más gráficos. Estos atraerán a nuevos públicos, pero harán que se recuerde por lo mismo que se recuerdan decenas de juegos y no por lo especial que es, algo que sí sucedía con Senua’s Sacrifice. Ninja Theory apuntaba a lo mismo, pero las expectativas y la sombra de su propio precedente han podido con ella. Porque no es lo mismo pintar un cuadro impresionista hoy día que hacerlo en 1874.

Conclusión

Hellblade 2 es un juego muy parecido al original, pero su apartado sonoro ya no cuenta con el factor sorpresa y su historia es bastante más mundana. Aquellos elementos compensaban las terribles lagunas jugables del primero, tarea que aquí recae a hombros de los gráficos. Ninja Theory se olvida por completo de la experiencia a los mandos (por momentos de lo más aburrida) y se entrega en cuerpo y alma a la misión de desplegar un espectáculo cinematográfico del que Xbox Series pueda presumir de ahora en adelante. Objetivo conseguido. Aunque hace varios sacrificios y tretas para lograrlo, a nivel audiovisual tiene secuencias sobrecogedoras y es un juego del que sacar pecho. Lástima que su narrativa, puzles y combates no hayan evolucionado igual (si es que han evolucionado algo). Senua's Sacrifice pasó a la memoria colectiva por detalles concretos y genuinos de carácter atemporal, pero queda la sensación de que esta secuela será recordada sólo como un escaparate técnico. Son seis horas de lo más vistosas, pero repetitivas y un poco decepcionantes dados los recursos y lo larga que ha sido la espera.

Lo mejor

  • A nivel gráfico es impresionante.
  • La banda sonora y las interpretaciones, de diez.
  • El modo foto.

Lo peor

  • La historia nos parece bastante peor.
  • Vuelven las dichosas fases de buscar runas y símbolos.
  • Carece de cualquier evolución jugable, acción y puzles son de lo más simple y repetitivo.
  • Algunos sacrificos técnicos: franjas negras, 30 fps, combates 1 vs 1...
7.5

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.

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