Crítica de NOP, terror y espectáculo
Suspense, terror y aventura en un remoto rancho donde ocurren fenómenos inexplicables en el cielo. Puedes creer que ya la has visto antes, pero... ¡Nop!
Jordan Peele es un director en alza que con tan solo tres películas ya se ha definido un estilo muy concreto. Los giros inesperados y la tensión continua acompañan a la reivindicación racial. Con esa receta nos trae ¡Nop!, que es ante todo puro entretenimiento. Jordan ha constituido como seña personal una sorpresa en el desenlace final, pero que aunque ¡Nop! la tiene, no la necesita y ni siquiera es lo más destacable. Lo que atrapa al espectador es el suspense creado gracias a su trabajo de artesano del cine. Durante gran parte del metraje es el núcleo de la película, mucho más que los desorbitados efectos especiales del final.
En la más pura tradición de contagiar tensión mediante silencios, movimientos de cámara y giros inesperados, ¡Nop! funciona como un reloj. Y más allá de otras consideraciones cinematográficas más elevadas, consigue lo que decenas de películas prometen y no consiguen, entretener. Hasta el último tercio de la película, Jordan muestra su pulso como director jugando con el espectador como un gato con un ratón. Paraliza el desarrollo de la historia y congela el tiempo interno. Nos llena la cabeza de teorías e interrogantes. No está mal para para una tarde en el cine. Pero no todo es perfecto.
No decimos que sea una película con buenas intenciones, no. Es una película que materializa sus propósitos, pero como toda historia de este tipo debe tener un final, el barco tiene que llegar a algún puerto y ahí es donde la película se cae.
El artesano deja paso al CGI, el mensaje humano deja paso al CGI y al final el CGI se hace eterno. El uso de los efectos especiales digitales no es algo que vaya contra el cine. No lo es, es una herramienta que nos ha permitido tener más y mejores películas, pero a veces su uso es desmedido y aquí, el final resulta muy largo y excesivo. Jordan, que lleva toda la película mostrando lo justo para administrar el miedo en la imaginación del espectador, al final cambia el bisturí por un serrucho y nos llena la pantalla con un derroche de efectos digitales. Ojo que antes del final también hay efectos digitales, pero dejan espacio para la trama.
Daniel Kaluuya, cara conocida gracias a “Déjame salir” (2017, Jordan Peele), está mejor de lo habitual porque lleva a su terreno la falta de expresividad y esa mirada perdida. De tal modo que su interpretación crece junto con la película, pero igualmente se diluye con ella. Keke Palmer hace que un personaje lleno de detalles sea totalmente plano. Por lo que sabemos gracias a los diálogos y no a la interpretación, el personaje arrastra un gran peso. Pero Keke se refugia en la fácil interpretación de la típica hermana alocada. La intérprete lo deja todo en esa superficie. Steve Yeun es sin duda el mejor de los tres. Tiene más presencia y registro, a pesar de que aparece solo unos pocos minutos. Algo más de calidad interpretativa la pone el veterano Keith David, que con apenas un par de escenas deja el listón a un nivel al que los demás no llegan. Con todo y con eso, los secundarios están realmente bien, son personajes muy pintorescos que van renovando la intensidad de la trama. De lo mejor.
La historia más allá de alguna sorpresa muy original, en general, es incluso clásica. Pero en el buen sentido. Jordan renueva una situación mil veces usada en el cine con pinceladas nuevas. Utiliza una historia al servicio del suspense. No importa que sea un guion redondo o no, importa si sirve para pegar al público a la pantalla durante parte del metraje.
Puede que el éxito de una película resida simplemente en aportar algo al espectador. Y lo ideal es hacerle pensar llevándole a un terreno artístico o intelectual. Pero otro camino también es sumergirle en un entretenimiento basado en la evasión y el divertimento. Sin olvidar sus señas de identidad. El suspense con pinceladas de comedia y su mensaje de igualdad racial y social, encajan perfectamente sin que ninguna quede subordinada a la otra.
En definitiva, ¡Nop! Aunque de forma algo irregular, da lo que promete y un poco más. Es un espectáculo audiovisual que solo en una pantalla grande tiene sentido. Abstenerse móviles.