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Cinco décadas de música

Manami Matsumae, maestra del sonido retro

Recordamos la trayectoria de una de las pioneras de la música para videojuegos

Manami Matsumae, maestra del sonido retro

Lo que ahora nos gusta llamar “retro musical” no se forjó a base de individualidades o, si lo hizo, nos enteramos mucho más tarde en occidente. A las antiguas Nintendo, Capcom y Konami siempre les gustó ocultar a sus compositores integrándolos en equipos de sonido que constituían la única cara visible, aunque se trató siempre de grupos cargados de nombres propios de gente muy talentosa que -por suerte- ya nos van sonando, cada uno con su historia. Con esa denominación coral -Capcom Sound Team o el Konami Kukeiha Club- lo que se pretendía era que los compositores pasasen hasta cierto punto desapercibidos. De hecho, hay juegos muy históricos en los que cuesta saber quién fue la persona que compuso cada pieza. Este fue el entorno de trabajo en el que se desarrolló una compositora que es ahora leyenda de todo un medio, aunque su formación podría haberla llevado por otros derroteros.

A Manami Matsumae la conocemos sobre todo por su etapa en Capcom, una compañía para la que trabajó en uno de sus mejores momentos, por lo que la jovencísima compositora tuvo la ocasión de trabajar en algunos de los mejores videojuegos de su tiempo bajo el alias de Chanchacolin -había que mantener el anonimato del compositor, claro-. Se trató de una época en la que en Capcom se dieron cita muchos talentos musicales, como demuestra un entrañable vídeo que acompaña a aquellos reportajes Diggin’ in the Carts, que pusieron patas arriba la divulgación musical de los juegos japoneses. En él se hablan cosas que ahora nos dan risa, incluyendo verdaderos numeritos como el de descolgar chips de memoria de una ventana a otra en el edificio de Capcom, pero lo grande es que quienes hablan son dos de las voces más autorizadas de la música para videojuegos desde siempre: Yoko Shimomura (Street Fighter 2, Vandal Hearts) y la propia Manami Matsumae.

De Bach a Mega Man en un piano Yamaha

Basta una ojeada superficial a lo que se ha escrito sobre ella para darnos cuenta de que a Matsumae la asimilamos casi siempre a la saga Mega Man. Su nombre y el del Blue Bomber van de la mano casi siempre que alguien se acuerda de ella, aunque en realidad solo compuso al completo la música del primero de los juegos del héroe-mascota de Capcom, una compañía de la que salió en 1991 tras un periplo bastante corto. Su carrera siguió, llegando hasta nuestros días con un goteo incesante de títulos y sistemas, pero conviene tener algo muy claro: solo con lo que hizo en esos cuatro o cinco años en Capcom, ya daría para considerarla entre las más grandes del folklore sonoro japonés en videojuegos. La prueba es que su nombre aparece en casi todas las listas de los mejores temas musicales del retro musical.

Hay un par de características que me encantan en la música de Manami Matsumae. Lo hacen por lo bien que las domina y por su gran implicación con la tradición musical de varios siglos en occidente. Independientemente de las limitaciones de la época, que lo fueron para todos, en su música escuchamos un gran número de figuraciones pianísticas –escalas, arpegios, distribuciones sonoras que recuerdan a lo que sucede en la música para piano– que sin duda vienen de aquella época en la que la joven Matsumae se afanaba en el instrumento que se ve en los vídeos que ilustran estas líneas. Ella misma cuenta en esos testimonios que suele pensar melodías y acordes en su piano para luego irse al ordenador, luego es evidente que el piano –un instrumento con una tradición enorme en europa– está en el origen de toda su música. Pero además de por este clasicismo que escuchará quien tenga un oído curioso, la música de Matsumae también destaca –mucho–por lo bien medida que está la duración de sus loops. Es bien sabido que la memoria disponible imponía hace años la necesidad de repetir fragmentos musicales de un par de minutos como mucho, pero Matsumae –y esto se aplica incluso a proyectos actuales en los que ha participado, como luego veremos– siempre demuestra una intuición excepcional para que no nos falte ni sobre de nada en esas repeticiones. Sus loops tienen el material melódico ideal: la fuerza necesaria para que la melodía capte la atención del jugador, condensada en una duración idónea para que esas repeticiones forzosas se noten mucho menos. Es evidente que todo esto en la línea de esa máxima del “keep it simple que tan grabada quedó en su mente cuando empezaba a trabajar para Capcom, pero no nos llevemos a engaño: mantener la sencillez es complicado cuando se trata de componer música, y Matsumae lo ha conseguido durante toda su carrera con el acierto de quien sabe muy bien lo que se hace.

La OST del primer Mega Man es seguramente la obra más trascendente de una Manami Matsumae a la que hay que valorar desde la calidad de su música, mucho antes que desde el número de juegos en los que ha participado, sin que tampoco pueda decirse que son pocos. Aunque no ha compuesto la banda sonora completa para muchos títulos, –­recordemos que su carrera ya abarca cinco décadas–lo cierto es que esos dieciséis temas que se escuchan en Mega Man, un proyecto que realizó en unos cuantos meses, son una piedra de toque idónea para esas características que acabamos de reseñar, amén de otra faceta en la que Matsumae es excelente: la inventiva melódica adaptable a un videojuego. La fórmula mágica de Mega Man requería de temas tan variados como sus personajes: había que enseñar diferentes colores musicales para caracterizar a esos robots a los que había que atacar en un orden determinado. Algunas de las melodías de esta banda sonora, como la de Bombman, Cutman o Elecman, son auténticos himnos del chiptune que hay que escuchar una y mil veces. Contienen melodías simples y atractivas que se adaptan como un guante a la temática de cada nivel, atinando por completo con la duración de sus loops. Mega Man 1 es un juego redondo en lo musical, con momentos de verdadero sobresaliente como la melodía del ending del juego, una página tan buena que sería retomada poco después para la introducción de Mega Man 2.

El salto a la división arcade.

Nuestra artista de hoy ha relatado muchas veces cómo tras su trabajo en el primer Mega Man –ya destacaba mucho en 1987– Capcom la transfirió a la división de juegos arcade, algo que ocurrió en un momento en el que la empresa desarrollaba algunos de los mejores juegos de su historia. Aunque ella habla solamente de unos cuantos canales de sonido adicionales, lo cierto es que dejar atrás las limitaciones de la vieja NES vino de maravilla a su talento musical, que se expresó para siempre en la música de tres títulos que se recuerdan también por su sonido. Del primero, Magic Sword, diremos que su melodía del primer nivel es una de las mejores que jamás se han compuesto para esta finalidad tan decisiva de atrapar al jugador al comienzo del juego. Pero nos llama la atención incluso más lo que sucede en algunas composiciones para los shoot’em up U.N. Squadron y Carrier Air Wing, juegos en los que Matsumae tuvo más libertad creativa y en los que se reconoce una experimentación hacia melodías menos concretas y algo más envolventes y atmosféricas. También son temas un poco más atrevidos desde el punto de vista de sus acordes, siempre teniendo en cuenta de que la música de aquella época no podía ser muy audaz en ese aspecto –faltaban años para proyectos tan avanzados como Destiny–. En cualquier caso, pensar que en solo dos años una compositora tan joven mantuviese un nivel tan alto como el exhibido en estos tres títulos –y en otros menos conocidos como Mercs– es sencillamente impresionante. Tras este despliegue, Matsumae salió de Capcom y su carrera continuó hasta nuestros días, ya como músico freelance.

De Derby Stallion a la escena indie.

Es bastante posible que el hecho de que a Manami Matsumae no se la mencione tanto en occidente como a otros genios japoneses de la música de videojuegos –su compañera Yoko Shimomura, sin ir más lejos– se deba a su largo periplo en la saga Derby Stallion. Tras haber puesto música a proyectos muy punteros durante su etapa en Capcom, Matsumae pasó a componer sobre todo en una larga saga de carreras de caballos que apenas conocimos en occidente. En todo caso, en estos juegos –también en otros de Sunsoft para Game Boy en los que trabajó– escuchamos la grandeza de una compositora que ya se conocía a sí misma mucho mejor. Es preciso recordar en este punto que la primera Game Boy fue un sistema en el que había que tener mucho talento para destacar a nivel sonoro, por lo que las composiciones para este sistema tienen un mérito incuestionable. Por poner un gran ejemplo del arte con el que se manejó en esta consola vamos a mencionar un título menor como es Daffy Duck: The Marvin Missions, en el que el sonido destaca claramente, a día de hoy, sobre cualquier otra consideración. Pero la música de Matsumae tras su periplo en Capcom cuenta por fortuna con una etapa mucho más actual que ya la celebra como la leyenda que es: la del renacimiento de lo bidimensional. Lo cual no es algo extraño ya que, en definitiva, es en este tipo de juegos donde destaca su estilo de piezas cortas, simples, pero extraordinariamente certeras para cada título.

Chanchacolin, gran artista de lo indie

No me parece exagerado afirmar que los dos temas que Matsumae-San firma en la banda sonora de Shovel Knight –un juego con mucho éxito en occidente– fueron cruciales para el reconocimiento de su nombre en una época en la que, por fin, había curiosidad por saber de las personas que compusieron la música de un Mega Man, un U.N. Squadron o un Dragon Quest Swords. Tanto Flowers of Antimony como A Thousand Leagues Below podrían haber entrado en cualquiera de los juegos de la vieja Capcom y no habrían desentonado en absoluto con su viejo carácter de melodías megamanescas. Algo parecido ocurre a nivel de reconocimiento, aunque el juego nos guste mucho menos, con las piezas que compuso para Mighty Number 9. De hecho, gracias a este título, su Kickstarter y su main theme pudimos ver a nuestra compositora fuera de la pantalla, explicando su proceso creativo con su propio instrumento: un testimonio precioso, por lo sencillo y humilde.

Manami Matsumae ha insistido en más de una entrevista sobre lo mucho que prefiere trabajar con pequeños estudios independientes, algo que ya se apuntaba en ese movimiento desde Capcom hacia Sunsoft y el mundo freelance. Es algo que se confirma si pensamos en el último proyecto en el que ha participado, un juego que parece venido de la época del arcade. Battle Axe (2021) es un título que abría la puerta a un retorno musical a los viejos tiempos, aunque escuchar con atención lo que pasa en su música es muy interesante para admirar la artesanía musical de esta autora en nuestro tiempo. A saber: los loops ya no son una obligación; el sonido ya no viene de un viejo chip con poco más que tres ondas y la memoria ha dejado de importar, pero la música sigue teniendo regusto a videojuego antiguo, como si se tratase de unos viejos temas chiptune a los que se les aplican nuevos instrumentos. El protagonismo lo tiene de nuevo la sensacional inventiva melódica de Matsumae, que demuestra en este juego la vigencia de su estilo: es imposible no recordar aquel tema del primer nivel de Magic Sword que antes destacábamos al escuchar piezas como Endless Labyrinth o The Forgotten Mines. También es muy sencillo rastrear en ellas las características que comentábamos, tratadas esta vez con un sonido actual que le viene como anillo al dedo, por si alguien tenía dudas.

De lo que hemos dicho hasta ahora, se puede concluir que el perfil de Manami Matsumae no es diferente, en esencia, del de otros portentos de la música japonesa para videojuegos. De estudiante de piano -ella misma nos cuenta que Maurice Ravel era un compositor que la influyó mucho en su época de estudiante- pasó a aspirante a profesora de piano que se embarcó en Capcom a las primeras de cambio. En los correos que hemos podido intercambiar, ella misma nos comenta que nunca llegó a dar recitales de piano, como podría haber sido el plan prefijado para un estudiante de este instrumento. Una historia parecida a la que cuentan otros músicos japoneses que se vieron arrastrados a los videojuegos, por suerte para nosotros, en circunstancias parecidas. Manami Matsumae es puro testimonio viviente de la evolución de la música de videojuegos en su vertiente más clásica. En 2021 y embarcada en Bravewave –compañía con la que ha grabado un disco en solitario– goza del reconocimiento que su pasado merece entre los que siempre hemos puesto el oído en lo que suena en videojuegos. Cualquiera que guste del “retro musical” debería tener su historia muy presente. Profundizar en su trayectoria y leer cómo recuerda todo el tiempo que dedicó a tocar la música de Bach hasta casi aborrecerla, comparando las tres o cuatro voces de una obra universal como es el Clave Bien Temperado con los tres o cuatro sonidos que salían de los chips en los que se convirtió en leyenda. Es una suerte que su música ya haya rebasado los moldes de esos equipos de sonido casi anónimos de los que hablábamos al comienzo. Además de por la música del primer Mega Man, su talento daba para mucho más.