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Un auténtico pionero

Tim Follin: genio europeo en la música para videojuegos

Un virtuoso del chiptune que llevó el rock progresivo británico a la música de videojuegos

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Tim Follin: genio europeo en la música para videojuegos

Seguimos adelante en el proceso: cada vez nos vamos tomando más en serio el papel que han jugado los compositores en la evolución del medio. El aspecto sonoro de los videojuegos y, sobre todo, la visibilización de las personas que lo hicieron posible, están aumentando en interés para el gran público a medida que van surgiendo los estudios especializados, trabajos fin de máster y tesis doctorales, pero sobre todo somos los propios jugadores quienes vamos tomando consciencia de que tras la música hay personas que dedicaron su vida a ello. Ya hay nombres que gozan de la máxima consideración (los Koji Kondo, Michiru Yamane, Yoko Shimomura, Nobuo Uematsu...) por su importancia tan decisiva en todo lo que hoy escuchamos, pero también hay verdaderos maestros cuya música nos pasa hoy más desapercibida, sobre todo entre los compositores europeos a los que parece que el reconocimiento no termina de llegarles -con la feliz excepción del gran maestro David Wise-. De entre estos últimos, el caso de Tim Follin es, posiblemente, el más llamativo. Aunque a muchos jugadores de ahora les resulte desconocido, su talento musical brilló en las generaciones de los 8 y 16 Bits en Europa, con bandas sonoras que hoy sorprenden por su verdadero virtuosismo en el manejo de los chips de sonido de estas máquinas.

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Tim Follin es una persona muy joven. Las cuentas no mienten: si ahora mismo tiene 49 años, significa que era insultantemente precoz cuando componía música para el Spectrum o el Commodore 64. Un típico adolescente de su época, con el Spectrum bajo el brazo, que pasó muchas horas experimentando, programando y haciendo sonar aquel ordenador. Todas estas horas de experimentación debió hacerlas mientras escuchaba a sus grandes influencias musicales, no menos evidentes por reconocidas. En la música de Tim Follin resuenan con absoluta claridad los mejores álbumes de las bandas míticas del rock progresivo británico de los 70 (Yes, Jethro Tull y, sobre todo, Genesis) de las que cualquiera que conozca su música podrá encontrar citas casi literales por doquier. Por supuesto, también se percibe en ciertos usos del contrapunto que conoció la música de Bach y Mozart, pero siempre da la sensación en sus composiciones de que ese conocimiento vino más bien a través de esas bandas progresivas que ya incorporaban recursos de la música clásica a sus obras. Con estas influencias y un evidente talento musical, su carrera como compositor debería haberle puesto a la misma altura que los más grandes. Sin embargo, todo discurrió por un camino algo diferente a la de los genios más top del videojuego, entre los que se encuentra por talento más allá de cualquier duda razonable.

Un virtuoso componiendo para el...Pictionary

No es ninguna locura considerar la carrera de Follin como una especie de antítesis de la Koji Kondo, si tenemos en cuenta lo que contábamos del genio japonés hace unos meses. Escuchar su música basta para darse cuenta de que dominaba el medio del chiptune como muy pocos compositores lo han hecho, dentro de sistemas como la Nes o el Commodore 64. Todo ello, por cierto, aunque este tipo de música no terminase de llenarle, según comenta en algunas entrevistas y podcast dignos de escucharse. Hombre pragmático que vio cómo su gran hobby podría convertirse en profesión, Tim Follin arrastra el problema de haber compuesto casi siempre para juegos que no han llegado a pasar a la historia, cuando no para verdaderas mediocridades que se beneficiaron de una música que jamás habrían imaginado. Justo lo contrario de lo que sucedió con un Koji Kondo que estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado, independientemente de su talento descomunal.

El caso es que, incluso si pensamos en toda esta reciente ola de admiración por los compositores de videojuegos, el de Tim Follin no es un nombre que suela figurar entre los más citados. Sin embargo, en las revistas británicas de los ochenta y noventa llegaron a escribirse análisis que hablaban más de su música que del propio juego, lo cual seguramente consiguió antes que ningún otro compositor en Europa - en una época en la que los compositores eran el último escalón de la producción de un juego, detalle que conviene no olvidar-. Su música mantiene el tipo para los entusiastas por su calidad siempre destacable, pero la época de los microordenadores en la que desarrolló gran parte de su carrera ha quedado ya muy atrás, lo que ha podido ensombrecer su legado. Su perfil, en todo caso, es el del clásico pionero de la composición para videojuegos: autodidacta, curioso, con una formación musical muy escasa pero dotado de una gran intuición melódica y un enorme afán de experimentar con los recursos que tenía a mano. Por supuesto, dispuesto a programar música, mucho antes que a componerla. Vamos a ver (y escuchar) lo que sonaba en algunos de sus trabajos, que de alguna manera pueden servirnos para conocer a este artista tan peculiar.

Ghouls and Ghosts

La música de Tim Follin para la conversión de Ghouls and Ghosts en Commodore 64 destaca mucho entre su obra por su punto de partida. La banda sonora original de este juego para recreativas es una de las más recordadas, podría decirse, de toda la historia del medio. Con esta premisa en mente, hay que ser muy grande para recibir el encargo de adaptar un juego con una música así y prescindir directamente del tema del primer nivel (el más popular) para intentar hacer algo más interesante. Sorprende aún más el comienzo del juego, con un tema introductorio de más de cuatro minutos (una salvajada en esta época) en el que se sugieren tormentas, orquestas, gritos, música de Bach e influencias del rock progresivo. Follin comenta que empezó a sentirse a gusto componiendo para los chips de tres canales como el SID del Commodore 64, y esta música lo demuestra claramente. Por ejemplo, en el segundo nivel -otra obra maestra de Tamayo Kawamoto en su versión original-, el artista británico decidió redoblar las melodías, aumentar ligeramente el tempo e incorporarle un contrapunto que transformaba todo el tema en otra cosa, posiblemente incluso mejor que el original. También destaca mucho la versión de Amiga a nivel musical, aunque no impresiona tanto como la de Commodore 64 por la pura economía de sus medios. Sin duda, una de las mejores obras de Follin en la que se aprecia su estilo, casi arriesgado, de componer para juegos arcade sin saber si tenía permiso o no para desviarse tanto del material original. También es el mejor ejemplo de su gusto por las introducciones épicas en las que utiliza material melódico ultra-variado. Esta música es una auténtica obra maestra de la composición para videojuegos, ahora y hace décadas.

El Virtuosismo de Silver Surfer para NES

La etapa de Follin en la empresa británica Software Creations es seguramente la más relevante de su carrera si atendemos a la cantidad de títulos a los que puso música, dentro de las reservas que hay que poner forzosamente a este asunto cuando hablamos de este artista. De esta etapa proviene uno de los encargos que mejor definen la trayectoria de este autor: una música que sonaba en un juego que no es más que un perfecto olvidado entre la marea de catálogo que posee la 8 bit de Nintendo. En cambio, toda lista que se precie siempre hace referencia a las composiciones de Follin para Silver Surfer entre lo mejor de todo lo que sonó en el sistema -y son muchísimas horas de música-. Aunque al autor no le pareciese que la NES trajese nada nuevo a nivel de sonido (no lo hacía realmente), el uso que se hace de este hardware en Silver Surfer sí es especial. Todo está a un nivel muy alto, destacando sobre todo la manera en que Follin emplea todo el ámbito sonoro posible en este chip sin apenas solución de continuidad, pero también el uso decidido de un vibrato que emula al de una guitarra eléctrica, dentro de un arreglo que sin duda transmite el heroísmo que el juego no consigue transmitir a los mandos. Con la música de Silver Surfer podemos resumir a la perfección lo que Tim Follin hizo a lo largo de su carrera: poner rock’n roll a la mediocridad. Ni que decir tiene que todos los análisis se centraron en la música, mucho antes que en un juego casi imposible de digerir ahora mismo, que ya no destacaba para nada en 1990. Para colmo, la NES estaba ya en las últimas.

Solstice y Equinox

Algo más de suerte tuvo Follin con estos juegos isométricos de Software Creations para Nes y Snes. De entrada, el hecho de que existiese una secuela indica que fueron proyectos lo suficientemente rentables, así que la de Solstice es -esta vez sí- la música de un juego que obtuvo buenas críticas y un relativo éxito comercial en su día, por mucho que su estilo de aventura isométrica haya quedado atrás. La música es otro verdadero monumento al chiptune en la que hay temas tan rotundos como su épica introducción, otro tema muy largo con un colorido que nos acerca a la sonoridad de un órgano Hammond y a los solos de teclado del rock progresivo que tanto gustaban a este músico. En concreto, los más avispados encontrarán citas de la banda británica Yes en esta introducción tan increible. El resto de los temas no le andan a la zaga, dentro de la que sin duda nos parece una de las bandas sonoras más redondas que compuso este autor. Para su secuela, Equinox, no se cambia esencialmente de ambiente, pero sí de medios.Curiosamente, Follin habla de la Snes como de una consola en la que se sentía muy limitado por el espacio disponible. Aun así, también se encuentran palabras para la música de este juego en casi todos los análisis de la época. Escuchando la música de este Equinox, debemos lamentar que la única aproximación de Follin al sonido de la Sega Mega Drive fuese un juego como Time Trax, cancelado antes de salir. Por suerte, la preservación ha hecho su trabajo, y hoy podemos escuchar otra grandísima banda sonora que no llegó a salir oficialmente al mercado.

Rock and Roll Racing

A pesar de estos límites impuestos por la Snes, la de Rock and Roll Racing nos parece otra de las grandes obras compuestas por Follin, tratándose también de uno de los juegos más destacados en los que participó. El juego de carreras de Sylicon and Synapse (posteriormente…Blizzard) no fue un top del sistema, pero sí un juego bien recibido que obtuvo unas ventas importantes, por las que el autor comenta que fue muy bien pagado. Desde el propio título ya se advierte que la música no era cualquier cosa en la propuesta jugable, por lo que la banda sonora compuesta por Follin consiste en varios arreglos de temas míticos del Rock ‘n Roll (de bandas como Deep Purple o Black Sabbath) que realmente sacan partido de las características sonoras de la Super Nintendo. Sin reservas hay que considerarla otra de las paradas obligadas en la obra del autor, sobre todo si pensamos en la afinidad con este tipo de música a la que siempre alude Tim Follin.

Una leyenda con mala suerte

Globalmente, la carrera de Tim Follin en la música de videojuegos es una historia totalmente inconsistente, siempre en contraste entre lo que suena (brillante) y la intrascendencia de casi todos los juegos a los que puso música, con el Pictionary para NES como un punto bajo. Las diversas entrevistas y podcast en las que ha contado su historia nos acercan a un personaje que nunca pensó en la música de videojuegos como una única actividad a la que dedicar su vida como sí han hecho el resto de individuos de su alcurnia, siempre dispuestos a pasar al siguiente nivel. Por el contrario, cuando el sonido de los chips dejó de ser un recurso obligado por los sistemas…Tim Follin decidió que era el momento de dejarlo. Es posible encontrarle, por más que nos sorprenda, haciendo anuncios de televisión o en trabajos que nada tienen que ver con todo aquello por lo que nosotros le recordamos. Aun así, todavía veríamos retazos de su genialidad en generaciones posteriores, como es el caso de Ecco the Dolphin: Defender of the Future para Dreamcast o Starsky y Hutsch para Playstation 2. Son, por desgracia, casos mucho más aislados que no tienen nada que ver con su pasado.

Ese legado, por más intrascendente que pueda parecerle al propio autor -que parece disfrutar desmitificándolo- es el de uno de los compositores que mejor han entendido el lenguaje musical de las primeras generaciones de videojuegos. Su música para Ghouls’n Ghosts en Commodore 64 bastaría por sí sola para tenerle en cuenta entre los grandes compositores de este medio. Esperamos que esta oleada de apreciación en forma de escena y publicaciones sobre música y videojuegos terminen por situarle donde verdaderamente merece. Por ahora, nos conformamos con escucharle en entrevistas como las que acompañan estas líneas a canales como RetroManCave o el Podcast Super Marcato Bros. Son los mejores testimonios para acercarnos a este personaje tan genial como particular.