Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos, crítica. Una agradable sorpresa para Marvel
La nueva película del Universo Cinematográfico de Marvel es un notable acierto para una Fase 4 que cada vez pinta mejor; merece la pena verla en el cine.
Nos hemos llevado una grata sorpresa con Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos. El Universo Cinematográfico de Marvel experimenta un momento de transición; una vuelta a empezar en busca de nuevos iconos, relevos generacionales que den paso a lo nuevo al tiempo que despiden aquello que nos trajo hasta aquí. La Fase 4 diversifica ahora su oferta de contenidos más allá de la gran pantalla, pero no se olvida de ella. Shang-Chi llega a los cines de todo el mundo este 3 de septiembre para postularse como un sello en La Casa de las Ideas con más fuerza de lo que pudo hacer en los cómics. Y lo ha conseguido.
Marvel sale de su zona de confort… y funciona
La película nos sitúa en cierto momento después de los hechos de Vengadores: Endgame, aunque no nos explicita cómo ni por qué; y es ese uno de sus grandes aciertos. Porque su fenomenal primer acto —que se sitúa ya en uno de los mejores de toda Marvel Studios hasta la fecha, y ya es decir— te hace olvidarte de todo y tender la mano a un personaje tan entrañable como fascinante.
Son tantas las preguntas y tal la incredulidad que se transfiere, incluso en el propio Shang-Chi para consigo mismo, que es muy difícil dejar de prestar atención a lo que está pasando. Un joven chino emigrante en San Francisco, California, pasa de encargarse de aparcar coches de lujo a verse envuelto por una organización clandestina, la de los Diez Anillos, y enfrentarse así a su pasado. Un destino inevitable cuya ascendencia esconde luces y sombras, especialmente estas últimas.
El ritmo de la película es de notable alto, con un buen uso del realismo épico que tan bien sabe manejar Marvel Studios a la hora de mostrar momentos costumbristas. Gran trabajo de dirección de parte de Destin Daniel Cretton, que se nota cómo se ha entendido con David Callaham al escribir un guion con pocos flecos. No todo funciona igual de bien en la cinta, sin embargo. Dos horas y doce minutos es mucho tiempo para una película como esta, regida a ceder intervalos a la presentación de los personajes, los respectivos flashbacks y una narrativa que te revela secretos en pequeñas dosis. No hay momentos valle, pero sí hay metraje que peca de repetir patrones y estructuras de acción que has visto solo unos momentos antes. El alivio cómico es inconsistente, da lugar a escenas algo desentonadas en los momentos de mayor drama. De hecho, la parte central tiene un importante bajón de ritmo.
Por suerte, Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos logra desligarse de la necesidad de querer contentar a todo el mundo y se centra en el objetivo principal cuando más lo necesita. Hay un momento de la cinta en que el espectador recibe mucha información, tanta que es posible no entenderlo todo. Al final, todas las piezas encajan. El último acto es ligeramente predecible, pero su notable puesta en escena y el peso que se da a todos los personajes, tanto principales como secundarios, compensa el protagonismo inherente de una producción que lleva el nombre del Maestro del Kung Fu. Y sí, hay dos escenas poscréditos que sirven como aperitivo de lo que está por venir.
Shang-Chi reivindica la figura del personaje y se saborea en la gran pantalla
Y terminamos con esto, de nuevo, sin entrar a detallar aspectos estrictamente argumentales: esta película es una fiel representación de la figura de Shang-Chi. Una reivindicación de un “eterno secundario” que deja de serlo. Porque se lo gana con sus acciones, con la determinación de su voluntad y con el excelente papel de Simu Liu, este joven chino-canadiense capaz de reproducir a la perfección los movimientos, gestos y comportamiento del gran héroe asiático de Marvel en los cómics. Las coreografías de artes marciales son un gusto en lo visual. Ha nacido una posible nueva estrella en el UCM, y eso es algo que tenemos que celebrar.
Una pequeña reflexión para finalizar: no es la típica película de Marvel; de hecho, no lo necesita. Se convierte de facto en un espejo sobre el que mirarse para todas las que estén por venir, porque ceder espacio al drama y al humor es perfectamente compatible sin desequilibrar la balanza; todo ello con un toque de frescura e identidad que le vienen como anillo al dedo.
Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos merece mucho la pena; y merece la pena verla en el cine, ese lugar que durante el último año y medio visitamos mucho menos de lo deseado. Tenemos motivos para revertirlo.