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It's a top, Mario!

Los mejores juegos de Super Mario - Top 10

La saga plataformera de Nintendo lleva 35 años y casi 20 entregas principales a sus espaldas. Así que hemos ordenado nuestras diez favoritas.

Los mejores juegos de Super Mario - Top 10

Semanas atrás hicimos un ranking con los mejores juegos exclusivos de Switch y Mario apareció en 6 de los 15 integrantes, pero le parecía poco, así que ahí va uno entero para él. Porque la semana que viene se cumplen 35 años desde el estreno del primer Super Mario Bros. en Japón, lo que significa que, si bien el fontanero ya entonces llevaba una temporada dando saltos (Donkey Kong celebrará su cuadragésimo aniversario el verano que viene), la saga está de celebración en su vertiente plataformera tradicional. Con motivo de esta efeméride, Nintendo ha sorprendido —a medias— con el anuncio de varios lanzamientos relacionados, como un multijugador online basado en el propio Super Mario Bros., la llegada de Super Mario 3D World a Switch y un recopilatorio con las tres primeras entregas tridimensionales.

Nosotros no tenemos juegos para lanzar (eso sí sería una sorpresa), pero tenemos dedos, teclados y ganas de celebrar la saga echando la vista atrás para recordar qué entregas nos han marcado más durante una trayectoria que ya se extiende por más de una decena de consolas, dejando varios títulos legendarios por el camino. Así que hemos organizado una votación a nivel interno para confeccionar un top que quizá no se alinee con los gustos de todos —a fin de cuentas, aquí dentro también cada uno tiene el suyo—, pero que sirve como disculpa para volver a poner el foco sobre algunas de las experiencias jugables o eventos que la han consolidado como una de las franquicias quintaesenciales de los videojuegos.

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10. Super Mario Land

Una elección que puede sorprender a algunos —sobre todo a raíz de ciertas ausencias en el top—, pero resulta innegable que Super Mario Land es un juego emblemático que se ha ganado el corazoncito de bastantes jugadores. Estrenado originalmente en 1989 (1990 en Europa), fue el primer Mario portátil, y llevó la saga a Game Boy sin recurrir a la opción fácil del port. Aunque supuso un regreso a la secuencia de niveles conectados de forma directa y no mediante un mapa, por aquel entonces aquí seguíamos esperando la localización de Super Mario Bros. 3, así que era un compromiso menor a cambio de disfrutar un plataformas de bolsillo inédito con todos los elementos clásicos rediseñados (Koopas, Plantas Piraña, flores de fuego...) y muchos otros completamente nuevos entre medias.

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El cambio del Reino Champiñón por Sarasaland trajo consigo ambientaciones más exóticas como ruinas egipcias habitadas por esfinges con mala leche o un recorrido por la Isla de Pascua donde las cabezonas estatuas moáis cobraban vida propia. Es algo que aumenta todavía más su encanto de forma retroactiva, ya que no ha sido ni mucho menos la norma en entregas portátiles recientes. Por cambiar, también se cambiaron la damisela en apuros y el villano de turno, viendo así el estreno de la princesa Daisy y del extraterrestre Tatanga. De hecho, nuestro enfrentamiento contra él ni siquiera se resolvía a base de plataformeo, sino en una de las fases donde el juego se ponía traje de shoot 'em up y nos dejaba disparar desde una avioneta o un submarino. Fue un título sencillo y breve, superado claramente por exponentes posteriores en el terreno del plataformeo puro, pero todavía capaz de destacar en medio del grupo gracias a sus propias —y a menudo extravagantes— ideas.

9. Super Mario Sunshine

Hablando de juegos que quizá no ofrecen la experiencia más redonda, pero sí ponen sobre la mesa algo diferente, encontramos al inmediato sucesor de Super Mario 64. Salir después de uno de los juegos más revolucionarios de todos los tiempos es una propuesta que puede intimidar hasta al más valiente, así que Nintendo se adelantó a las previsibles críticas por falta de innovación enfocando la siguiente aventura como unas vacaciones accidentadas en Isla Delfino, un entorno tropical donde Mario no solo exploraba mundos hilados de forma más directa a nivel temático y geográfico —a veces incluso se podían ver unos desde otros o desde la ciudad principal que servía de nexo—, sino que también replanteaba casi por completo la movilidad y el combate mediante la implementación del polivalente A.C.U.A.C. (acrónimo de Aparato de Chorro Ultra-Atómico Combinado).

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Cualquiera que siga las historias entre bastidores sabrá que la situación de Nintendo con GameCube precipitó algo su lanzamiento, causando la necesidad de recurrir a más coleccionables —las infames monedas azules— para completar el cupo de 120 soles y propiciando altibajos de calidad notables a pesar de la gran mejoría global en gráficos, manejo y cámara. Aun así, las habilidades y periféricos del ACUAC, en conjunción con las propiedades del agua —recreada de forma magistral— formaron un repertorio nuevo para experimentar (planeo, propulsión, deslizamiento del propio Mario sobre charcos). Por otro lado, los niveles donde nos privaban de dicho artilugio apostaban una clase de plataformeo exigente menos explotado en Mario 64. Y si bien su propuesta limitó la variedad mundo a mundo, su espíritu vacacional y la vibrante recreación de lugares como playas, puertos, un parque de atracciones o un hotel en la costa todavía lo hacen un juego único y agradable al que volver.

8. Super Mario Land 2: 6 Golden Coins

Hacemos otra parada en Game Boy porque la portátil dio bastante de sí y el primer Land fue sucedido por un juego todavía más interesante y memorable. A pesar de compartir las limitaciones del mismo hardware 8-bits (a su llegada aquí en 1993, SNES ya estaba más que asentada), Super Mario Land 2 ofreció una mejora visual considerable, con sprites mucho más grandes y detallados. El control también se revisó, con un manejo considerablemente más ligero en el aire respaldado por un nuevo power-up con orejas de conejo que permitía flotar y facilitaba alcanzar las campanas de final de nivel —necesarias para acceder a una selección variada de minijuegos con premios jugosos—. Aparte, y ahora sí siguiendo la estela de Bros. 3 y World, también introdujo un mapamundi desde el que podíamos entrar a pequeñas zonas temáticas con sus propios ambientes, enemigos y jefes.

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Esta premisa, si bien convencional sobre el papel, despunta en Land 2 por dos motivos. El primero es la ocurrente elección de mundos, como una calabaza de Halloween con monstruos del folclore japonés y máscaras de hockey vivientes en honor a la saga cinematográfica Viernes 13, una casa sobredimensionada con hormigas tan grandes como el propio Mario, las entrañas mecánicas de un robot o incluso una salida al espacio para disputar la revancha contra Tatanga. Superar cada uno de estos mundos nos recompensaba con una de las seis monedas del título, necesarias para acceder al castillo final donde se estrenaba Wario como villano antes de protagonizar su propia serie de juegos. Y esto nos lleva al segundo motivo, porque dichas monedas no seguían orden de ningún tipo: una vez superada la fase inicial, se abría el mapa al completo, permitiendo elegir a dónde ir con total libertad —algo no repetido desde entonces—. Como el primer Land, ahora puede pecar de sencillo y breve, pero perdura en el imaginario de los fans gracias a la creatividad que faltó en la posterior serie New.

7. Super Mario Bros.

Por supuesto, el original no podía faltar. Uno de los principales dilemas a la hora de encarar una lista como esta es hasta qué punto se deben tomar los juegos por su impacto e importancia contextual, y hasta qué punto por su capacidad para ofrecer una experiencia jugable sólida en el presente. En un top centrado en la primera faceta, este juego no bajaría del podio, ya que le podemos atribuir méritos capitales como establecer los fundamentos de la saga, estimular el mercado consolero —no se entiende el éxito de Nintendo sin el de NES, y no se entiende el de NES sin este juego—, así como alentar la aparición de otros plataformas o juegos de acción con scroll lateral que aplicaron y adaptaron algunas de sus lecciones.

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Lo bueno es que en un top centrado en la vigencia, Super Mario Bros. también se sigue abriendo paso porque todo lo expuesto antes no fue simple fruto de la casualidad o el oportunismo, sino de un diseño inteligente y minucioso. Su jugabilidad era sencilla y fácil de entender, pero la inercia creada por la carrera y la precisión de sus saltos le permitían escalar de forma rápida y satisfactoria la dificultad. Sus niveles, aun de limitado detalle y variedad visual, venían cargados de secretos como bloques invisibles con vidas extra, túneles subterráneos, enredaderas mágicas y atajos hacia mundos avanzados para experimentar o trazar diferentes rutas en rejugados. Y su música, creada sorteando las imposiciones de los canales de sonido, se ha convertido en un himno que tararean incluso jugadores nacidos varias décadas después de su estreno. No es el Mario más sofisticado, pero sí es uno que 35 años después aún respalda su estatus con una experiencia jugable concentrada y divertida.

6. Super Mario Odyssey

Y del primero pasamos al más reciente. Porque una de las grandes virtudes de la saga es que no ha fallado a la hora de dejar juegos excepcionales y con ideas nuevas tanto en sus cuatro décadas de vida como en sus dos perspectivas jugables (aunque no de forma intencionada, el top incluye cinco 2D y otros cinco 3D). Estrenado durante el primer año de Switch, Mario Odyssey retomó y potenció un grado de exploración ausente desde Sunshine, saliendo de la comodidad del Reino Champiñón para llevarnos a otros lugares del mundo que dan giros a temas familiares (el Reino del Desierto combina elementos mexicanos y egipcios, el Arbolado recoge la melancolía de un mundo cubierto por la vegetación tras el abandono de sus creadores) o presentan otros nuevos como la ya emblemática ciudad de Nueva Donk o un reino de bajo poligonaje con motivos culinarios. Todos ellos, además, habitados por multitud de especies autóctonas inéditas —amigas y enemigas—, recuperando así esa inquietud creativa propia de entregas más experimentales como los Land.

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Este viaje es posible gracias a la Odyssey, nave que le da título y aumenta su alcance a medida que le suministramos energilunas, los casi mil objetos coleccionables que se reparten por la quincena de reinos. La gran mayoría es opcional, por lo que más allá de algunos eventos y el orden general de acceso a los reinos —a veces se presenta dos alternativas simultáneas—, el juego permite encarar objetivos con bastante libertad. Ahí sale a la palestra Cappy, sombrero co-protagonista que amplía el repertorio básico de Mario y replantea el sistema de power-ups mediante «capturas». ¿Quieres disparar fuego? No busques una flor, posee un enemigo que lo haga. ¿Echas de menos el ACUAC? Encuentra un pulpo volador y propúlsate con sus chorros de agua. Incluso algunos objetos y vehículos como tanques son susceptibles a esta mecánica, que convierte a Odyssey en una de las entregas más originales a pesar de llegar la última.

5. Super Mario Galaxy

Otra de las particularidades de la saga es que a menudo el diseño de sus entregas ha estado más condicionado por el hardware y el mando que otras franquicias de Nintendo. Así, Mario 64 fue construido en torno al tándem stick-botones C, mientras que Mario Sunshine hizo uso extensivo de tanto la conversión de dichos C en otro stick como de los gatillos L y R en botones analógicos (aprovechados vía ACUAC). Llegada la etapa de Wii, no obstante, el estudio se encontró ante un panorama atípico: el avance gráfico fue mínimo —sobre todo en comparación con el dado entre N64 y NGC— y el revolucionario esquema de control ofrecido por el Wiimote y el Nunchuk les privó de elementos bien asentados como el segundo stick o los gatillos. De esta aparente limitación nació Mario Galaxy, juego que redujo el número de acciones básicas y el control sobre la cámara, pero que a cambio construyó una aventura galáctica sin parangón en la creatividad de su diseño o el rompedor uso de la gravedad.

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Satélites de todas las formas y tamaños flotaban en el aire, atrayendo hacia su órbita a jugadores que pronto superaban la confusión inicial porque el sistema de cámaras aseguraba que Mario estuviese siempre en pantalla y los siguientes objetivos entrasen de forma adecuada en plano para orientarnos. Con más de 40 galaxias —algunas destinadas a la obtención de una única estrella —, tenía tiempo de sobra para variar más que nunca las temáticas (fortalezas espaciales, mundos de juguete, jardines en el cielo), exprimir las posibilidades de los campos gravitacionales, alternar entre el molde más explotario de Mario 64 y el plataformeo sin ACUAC de Sunshine, introducir nuevos power-ups como el traje de abeja o el muelle, recuperar de vez en cuando el scroll lateral —boca abajo si hacía falta— y aprovechar funciones del Wiimote para recoger objetos, propulsarnos por el aire o participar en minijuegos. Un derroche de imaginación como pocos en esta o cualquier otra saga.

4. Super Mario Bros. 3

Es incuestionable que el primer Super Mario fue un titán del medio, tanto por lo que supuso a nivel jugable como por la capacidad para convertirse en un icono cultural que trascendió a los videojuegos. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre el fontanero y otras figuras emblemáticas como los marcianitos de Space Invaders o el comecocos de Pac-Man, y tiene que ver con la continuidad. La llegada de nuevas entregas que no solo nos recuerden por qué se hicieron populares, sino que evolucionen la fórmula de forma significativa para renovar el interés y crear intriga sobre qué vendrá después, perpetuando el ciclo y manteniendo la serie viva más allá de la nostalgia. Fue algo que Bros. 2 no logró con la suficiente contundencia ni en su variante japonesa (The Lost Levels) ni en la occidental (Doki Doki Panic!). Pero Nintendo no se relajó y puso toda la carne en el asador con la siguiente secuela, capaz de dar un salto casi generacional incluso sin abandonar los circuitos de NES.

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Anunciado por todo lo grande en El Campeón del Videojuego (The Wizard), película y a la vez elaborada estrategia de marketing, Super Mario Bros. 3 levantó una expectación sin precedentes y luego consiguió estar a la altura —si no por encima— de las circunstancias. Los gráficos eran mucho más detallados; el control fue afinado e incluyó novedades como el deslizamiento por rampas y el agarre de caparazones enemigos; los power-ups se duplicaron para potenciar aspectos como el desplazamiento aéreo (mapache), el buceo (rana) o el ataque (martillo); los niveles incrementaron sustancialmente su número, densidad y variedad, además de agruparse en mapas con diferentes ambientaciones; Boom Boom y los Koopalings ofrecieron un repertorio más amplio de jefes en nuestro camino hacia Bowser; y el desarrollo se aderezó con minijuegos que nos permitían acumular vidas o ítems para su uso posterior desde el inventario del mapa. Toda una proeza 8-bits, y también un recordatorio de que el buen diseño se puede imponer a las restricciones del hardware más humilde.

3. Super Mario Galaxy 2

Entramos en la recta final con la única secuela directa que ha recibido una entrega tridimensional hasta la fecha (a menos que nos tomemos la licencia de contar también 3D World como secuela de 3D Land). Lo cierto es que después de la revolución creativa que supuso el primer Galaxy, no hacía falta demasiado cinismo para augurar que el destino de su sucesor sería quedar eclipsado. Lanzado apenas dos años y medio después, en la misma consola e iterando en una fórmula que Nintendo ya había exprimido bastante, el factor sorpresa se había ido, así que más allá de ser más de lo mismo en un caso en el que «mismo» era un plataformeo brillante para el que no faltaba público, la única forma de que Galaxy 2 saliese de su sombra sería mejorar virtualmente todo y de una forma rotunda. Pero adivinad qué: lo hizo.

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Para ser justos, la puesta en escena y el tono de cuento que construyó el primer Galaxy en torno a Estela y su planetario es algo que aún le da un encanto especial. Galaxy 2, en cambio, pierde menos tiempo con trámites y en seguida dispone la astronave para saltar a la acción. A partir de ahí: un número mayor de galaxias sin por ello dejar de presentar nuevas ideas a cada paso, más y mejores power-ups (como el taladro o la nube), más y mejores jefes (techo aún vigente de la saga en este terreno), una curva de dificultad mejor ajustada, una reintroducción estelar de Yoshi con también varios power-ups propios y un post-game más elaborado gracias al reparto de 120 estrellas verdes extra para re-explorar los niveles en su busca —en vez de simplemente recoger las mismas con Luigi—. No reinventó la rueda, pero le sacó lustre y diez años después se mantiene como uno de los mejores representantes del género. Por eso hace podio, y por eso lamentamos su ausencia en el recopilatorio.

2. Super Mario World

El salto cualitativo que logró dar Bros. 3 respecto a Bros. 1 sin salir de su consola fue tal que las expectativas se volvieron a disparar ante la perspectiva del venidero Super Mario de 16-bits. El aspecto de World, sin embargo, dejó inicialmente fríos a algunos que esperaban quizá un cambio más pronunciado —algo en gran medida alimentado por las batallas consoleras de la época—. Pero como siempre cuando hablamos de Mario, la jugabilidad manda, y el tiempo se ha encargado de elevarlo como uno de los juegos 2D más laureados de todos los tiempos. Es cierto que Bros. 3 había dejado una plantilla tan buena que la saga necesitaría la llegada de la tercera dimensión para sacudir las cosas a un nivel más fundamental, pero los añadidos y refinamientos de World sobre ella cuajaron una experiencia plataformera antológica.

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Los mapas se fundieron para crear un único mundo conectado donde el progreso fluía de zona en zona de forma continua, repartiendo rutas alternativas y más secretos por el camino. Dentro de los niveles, Mario hacía gala de un salto torbellino que destruía bloques desde arriba o permitía atacar de forma lateral al usar la capa, ítem que relevaba al traje mapache y permitía volar sin límite a cambio de dominar su más exigente funcionamiento. Y, por supuesto, también supuso el estreno de Yoshi, dinosaurio glotón que tragaba enemigos para luego escupir fuego, además de mejorar la movilidad aérea del fontanero —incluyendo la tan popular como rastrera táctica de lanzarlo al vacío para luego impulsarnos—. Estas dos ventajas dieron más alas a un diseño que siguió empujando hacia delante con nuevas posibilidades y exigencias, desde las mansiones fantasma planteadas en clave de puzle hasta los niveles especiales solo aptos para los más diestros. Como Galaxy 2 respecto a su antecesor, el factor sorpresa fue menor, pero los refinamientos, la calidad media de su contenido y su rejugabilidad le valen un lugar destacado en el olimpo del género.

1. Super Mario 64

Había varios candidatos serios para ocupar el primer puesto, pero probablemente solo Super Mario 64 alcanza el equilibrio perfecto entre la clase de revolución que redefine una industria y el juego que mantiene sus encantos en las distancias cortas, volviendo décadas después sin idealizarlo. Es cierto que su pionera cámara libre, asignada a cuatro botones cuando eso de tener dos analógicos aún no se estilaba, no goza del refinamiento de entregas posteriores. Pero el juego se sobrepone gracias a un control tan adelantado a su tiempo que aún hoy no son pocos —Marios incluidos— los que ofrecen menos flexibilidad y opciones. El revelador movimiento de 360 grados con aceleración gradual eran la punta de un iceberg que incluía saltos triples, saltos de longitud, volteretas laterales o hacia atrás, rebotes en paredes y lanzamientos en plancha que preservaban la inercia y se podían combinar con otras acciones.

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La segunda mitad de la ecuación fueron los nuevos tipos de niveles, ya no orientados al reparto de peligros entre la salida y la meta, sino a la distribución de múltiples puntos de interés y objetivos para que el jugador decidiese qué tarea acometer en cada momento en función de las pistas dadas por el menú o las referencias visuales. Es algo repetido varias veces desde entonces, pero que en Mario 64 sigue destacando gracias a esta maniobrabilidad más plástica, menos centrada en el uso de power-ups con aplicaciones contextuales (las gorras voladora, de metal y de invisibilidad eran simple aderezo) y su incomparable libertad para acceder a mundos en diferente orden (Land 2 aparte) debido a la estructura más abierta y al suave escalonado en los requisitos de estrellas que imponían las puertas del castillo de Peach.

El propio castillo es otro de esos elementos que incluso a destiempo sorprenden, ocultando un tobogán detrás de una vidriera o una mansión en el interior de un Boo, revelando la entrada a un nivel a través de su reflejo en un espejo, cambiando el nivel del agua o el funcionamiento de la maquinaria de otros en función de la altura o el momento en los que entramos, u ofreciendo dos alternativas que hacen que todo sea mucho más grande o pequeño que Mario. No cabe duda de que su experimentación sirvió para crear juegos más sofisticados, con mayor variedad de mecánicas, cargados con más contenido, libres de sus asperezas. Y con el tiempo, seguro que nuevas entregas se unirán a la familia, probando nuevas ideas, aunque todavía mirándolo por el rabillo del ojo. Porque la mayor parte de los méritos de Super Mario 64 son atemporales y todavía le valen un puesto en lo más alto.

Super Mario 3D All-Stars

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