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Feudal Alloy

Feudal Alloy

  • PlataformaXBO6NSW6PC6PS46
  • DesarrolladorAttu Games
  • Lanzamiento17/01/2019
  • TextoEspañol
  • VocesInglés
  • EditorAttu Games

Un divertido metroidvania

Feudal Alloy, análisis para Nintendo Switch

Feudal Alloy es un metroidvania indie perfecto para descubrir el género. Una garantía de humor, acción entretenida y preciosos gráficos dibujados a mano.

Actualizado a

Existe una expresión en latín que sirve para ensalzar el valor de lo ordinario. Aurea mediocritas —dorado término medio, en una traducción literal— aplaude lo corriente, la medianía alejada de los extremos y la desproporción. Se trata de un tópico literario que enaltece la humildad y critica la ambición desmedida. Así puede apreciarse en los siguientes versos de las Odas de Horacio: “El que se contenta con su dorada medianía no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona ni habita palacios fastuosos que provoquen a la envidia”. Es importante recordar la importancia de la moderación en un contexto dominado por extremismos e hipérboles.

Los videojuegos no son una excepción, pues los debates que protagoniza la ludoficción siempre oscilan entre la excelencia y la cutrez. Si algo no es sobresaliente, suspende. El uso imprudente de las notas ha conseguido que todo juego que no supere el 9 se considere indigno de atención. El 8 se ha convertido prácticamente en un aprobado raspado, lo que condena al ostracismo a todos los títulos que no rebasan el 7. Una auténtica lástima, porque por el camino nos perdemos juegos que, sin constituir revolución alguna, brindan horas de diversión sencilla y directa. A veces, aunque se nos olvide, no deberíamos pedirle más al videojuego, pues el grato recuerdo de nuestra infancia a los mandos lo protagonizan más trabajos ordinarios que títulos de leyenda. Feudal Alloy, el indie que nos atañe, viene para recordarnos precisamente eso, lo importante que es contar con juegos sencillamente correctos, de los que te salvan un par de tardes, dejan cierto poso agradable y no pugnan por erigirse como GOTY.

El clásico metroidvania indie

La segunda obra de Attu Games, un humilde estudio checo compuesto por dos integrantes, no brilla en nada en particular. Feudal Alloy es un metroidvania indie más, un pequeño pez en un océano repleto de tiburones como Hollow Knight, Guacamelee! y Axiom Verge. Su argumento es llano como el de una fábula infantil, su diseño de niveles es tremendamente sencillo, el combate no inventa nada nuevo y sus aderezos RPG son a veces anecdóticos. Más allá de estar protagonizado por un robot del medievo con una pecera por cabeza —estas premisas son las que nos cautivan— y por un bonito apartado estético dibujado a mano, Feudal Alloy es una medianía. Aprueba en casi todo, pero jamás sobresale. Eso resulta en un juego quizá olvidable, pero bastante redondo y una apuesta sobre seguro para los acérrimos de un género colmado de obras maestras.

Encarnamos a Attu, un robot que, amén de compartir nombre con el estudio, cuenta con una pecera por cráneo. Ahí habita el pez que lo controla, como ocurre con el resto de su especie. Como si los creadores de Feudal Alloy quisieran apelar a la normalidad de la que os hemos hablado líneas ha, Attu no es más que un granjero apacible que pasa los días labrando las tierras de un medievo robotizado. También invierte gran parte de su tiempo en cuidar a otros autómatas que antaño fueron héroes, pero que ahora apenas pueden contar anécdotas sin sobrecalentarse. Attu vive prendado de esas historias y sueña constantemente con convertirse en una suerte de elegido que protagonice todo tipo de leyendas, mas nunca se ha atrevido a lanzarse a la aventura. Al fin y al cabo, no es más que un robot-pez corriente.

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Al menos, así fue hasta que unos malhechores mecánicos roban el aceite que todos los habitantes del pueblo necesitan para no oxidarse y sobrevivir. Apremiado por la emergencia e impulsado por un valor que hasta entonces desconocía, Attu empuña una espada herrumbrosa para recuperar el preciado líquido de las tuercas y engranajes enemigos. Un argumento manido a más no poder, que bebe del clásico viaje del héroe y no innova en nada, pero que regala una excusa perfecta para adentrarse en este metroidvania. Y esa es la lógica a la que responde todo el título.

Pocos desconocerán las bases del metroidvania en pleno 2019, pero conviene refrescarlas al hablar de un título especialmente útil para familiarizarse con el género. La jugabilidad concebida a medias entre Samus Aran y Simon Belmont, a medio camino entre la exploración y la acción, huye de la linealidad y propone un recorrido abierto, repleto de atajos y caminos bloqueados. Feudal Alloy, como metroidvania, confía en el desbloqueo de habilidades para hacer backtracking y redescubrir puntos del escenario con las nuevas herramientas obtenidas. Es una progresión irregular, de ida y vuelta, que obliga a establecer un vínculo casi familiar con el mapeado.

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La aventura de Attu entremezcla todos esos elementos para servir un metroidvania suave, con zonas cerradas por interruptores que no podremos activar hasta pasado un tiempo o conseguir el pertinente chip para nuestro robot, una pizca de plataformeo y un amplio abanico de enemigos que van variando en función del nivel en el que nos hallemos. Feudal Alloy no demanda una exploración concienzuda de caminos hiperconectados al mismo nivel que Hollow Knight, si bien sí obliga a buscar rutas alternativas por sus laberínticas catacumbas en bastantes momentos. Un diseño correcto, ideal como primera toma de contacto, pero más bien pobre para quienes ya están saciados de ricos metroidvania.

Sobre todo porque los escenarios son más bien repetitivos y predecibles —casi tanto como la música del juego—, pues abusan de los túneles subterráneos y las cuevas, así como de los tonos grisáceos. Eso es pernicioso para cualquier metroidvania, juegos en los que recordar zonas concretas suele depender de algún rasgo diferencial en el entorno. No hay, por continuar con la comparación con el excelso indie de Team Cherry, un Sendero Verde que inunde de vegetación un escenario que hasta entonces era yermo y rocoso. Por encomiable que sea la animación del protagonista y los enemigos, uno no tarda en cansarse de ver los mismos parajes una y otra vez. Esconde algunos secretos y coleccionables puntuales, sí, pero ningún puzle memorable.

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El combate, heredero de los ARPG

Si la exploración no sobresale ni un ápice respecto a los mínimos exigibles del metroidvania, con el combate sucede algo muy parecido. Tan solo hay a nuestra disposición un tipo de arma, la espada, y un conjunto de golpes muy básico: hacia delante, hacia arriba y en el aire. Un abanico de movimientos demasiado escaso para nuestro criterio. Al menos, Attu Games intenta cosas nuevas en este ámbito, como la apuesta por un sistema de calentamiento que dota a los combates de cierto cariz estratégico. Attu es capaz de propinar un número limitado de golpes antes de sobrecalentarse y quedarse inmóvil como un robot oxidado, por lo que debe medir muy bien sus estocadas. Con un medidor de temperatura junto a la barra de vida, Feudal Alloy rechaza el machacabotonismo descerebrado e invita al jugador a que gestione sus esfuerzos. Esto motiva, por ejemplo, a acaparar con mimo una suerte de nitrógeno congelante que concede un margen de tiempo para golpear sin atender al sobrecalentamiento.

No es nada que no hayamos visto en cualquier título en el que la acción esté condicionada por la clásica barra de resistencia, con los Soulsborne como paradigma por excelencia, pero hace el combate un poco más interesante. Especialmente contra las oleadas de enemigos —el primer jefe es básicamente eso—, que no dejan más remedio que alternar golpes, saltos y cambios de posición. Es ahí donde Feudal Alloy consigue emitir los primeros destellos de lo que, al menos en esos instantes, parece que va a ser una luz cegadora. Arremeter sin ton ni son acabará con nuestras tuercas esparcidas por el suelo y el nada sutil game over acaparando la pantalla, pese a que las consecuencias por perecer son mínimas. Cuando suma contrincantes, este indie pide calma; golpear y huir hasta descifrar el patrón del enemigo para salir airoso de la lid. Contra ataques individuales, empero, la luz de Feudal Alloy se apaga y el indie flaquea por lo raquítico de su arsenal y sus movimientos de ataque. Por suerte, el título creado por un par de desarrolladores checos cuenta con suficientes oleadas como para resultar entretenido y disimular a duras penas que su combate es simple, a veces incluso insípido.

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Vencer en las refriegas tiene una doble recompensa. Por una parte, los cadáveres mecánicos otorgan chatarra con la que subir de nivel y, en clara herencia de los RPG, mejorar al protagonista en un árbol de mejoras. Hay algunas interesantes, como la que permite resistir temperaturas más altas y sobrellevar mejor las zonas candentes que tanto molestan y limitan los movimientos de Attu. Otras más predecibles, como la que reduce el nivel de calentamiento generado por los ataques o un imán que atrae la chatarra que sueltan los contrincantes. Como árbol de habilidades es un poco simple, puesto que no contempla ningún tipo de especialización en un tipo de combate —lógico, con un sistema tan pobre— ni acaba resultando diferencial en la partida, pero es una motivación más para invertir tiempo y piezas oxidadas en la progresión del héroe. Por otro lado, derrotar enemigos nos recompensa con dinero que invertir en la tienda para renovar nuestro inventario, otro componente propio de los RPG que Feudal Alloy toma prestado.

A lo largo de la aventura y en la tienda, Attu puede adquirir nuevas piezas para su cuerpo con las que mejorar su desempeño en combate. Además de los aceites potenciadores, hay espadas que hacen más daño, piernas que enfrían más rápido al protagonista o torsos que resisten mejor el daño, entre otros cachivaches. Son cambios con cierta repercusión sobre el combate, que recalcan las ideas de progreso y avance tan características del metroidvania, aunque se trata de meras mejoras estadísticas. Nos atreveríamos a decir, de hecho, que su principal atractivo es más bien estético. Con unas animaciones tan cuidadas y un apartado gráfico dibujado a mano, es una gozada ver cómo cambia la apariencia del personaje principal en función de lo que le equipemos. La adquisicón de objetos nuevos para el inventario, eso sí, es mucho menos satisfactoria. El hecho de no poder comparar las armas en posesión con las que nos venden es una lacra y carne de actualización inminente.

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Pasadizo a pasadizo, combate a combate, Attu se acercará cada vez más a su cometido heroico: recuperar el aceite que tanto necesitan sus compañeros. Un camino en el que conseguirá todo tipo de habilidades encapsuladas en chips para acceder a nuevas zonas y desenvolverse mejor en las pugnas. De nuevo, todo son nombres harto familiares para cualquier ducho en el metroidvania. Feudal Alloy obsequia el avance con dones como el doble salto y un dash para esquivar, como ejemplos más útiles, pero también con un bloqueo y un contraataque como paradigmas de lo innecesario. Por momentos, uno piensa que Feudal Alloy se empeña en incluir todos los elementos que caracterizan a un metroidvania clásico sin reparar en lo útiles que van a ser para el jugador.

Conclusión

Feudal Alloy es una oda a lo mediocre en el mejor de los sentidos, una clara reivindicación de que uno puede encontrar gozo en lo ordinario y de que no es imprescindible que todo lo que juguemos sea una obra maestra. También debe haber margen para juegos como este, correcto en muchos puntos, pero que no sobresale en ninguno. Es un cóctel con la cantidad justa de cada ingrediente: una pizca de exploración meditada, un poco de acción entretenida y un aspecto lo suficientemente simpático como para dedicarle las seis horas que requiere completar este metroidvania. Nadie lo encumbrará como GOTY, ni siquiera como el mejor de su género en este 2019, pero es posible que cale en el corazón de muchos jugadores como un título que mereció su tiempo. Si compartís la tesis de que en el término medio está la virtud, en Feudal Alloy encontraréis un perfecto exponente de las bases del metroidvania, uno de esos indies que garantizan, como poco, diversión. Nada más, pero tampoco nada menos.

Lo mejor

  • Un metroidvania sólido, ideal para familiarizarse con las bases del género
  • El sistema de recalentamiento dota de interés al combate
  • Un apartado gráfico dibujado a mano precioso y con animaciones muy fluidas

Lo peor

  • Demasiado simple, no aporta nada al género
  • Los escenarios y sobre todo la música resultan repetitivos
6

Correcto

No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.