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Rhythm Paradise

Rhythm Paradise

¡Riiitmooo!

Da igual cómo, Nintendo siempre consigue sacar al mercado productos mínimamente revolucionarios, que cuanto menos ofrezcan algo nuevo al jugador. Esta vez es Rhythm Paradise el encargado de simplificar las tendencias musicales de la portátil por medio de un título increiblemente adictivo, que exige lo mejor a los aficionados sin tapujos. Con un stylus en la mano y el oído bien pegado al altavoz de la consola, nos lanzamos a conocer todo lo que ofrece la propuesta de la gran N para el periodo estival que se avecina.

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Nota: Pese al idioma de las imágenes, el juego se encuentra completamente localizado al castellano.

Ritmo. Ese concepto que a muchos les cuesta un horror reproducir, centro vital para los que basan su vida en la música, el combinar pasos de baile con el compás que dicta una melodía. Es una esencia que ha de ser captada poco a poco, a base de sintonizar el oído con la mente, ya que de cualquier otra forma nunca podremos unirnos a él. Movernos al compás que marca el ritmo es una de las tareas más complejas que existen, una virtud o habilidad innata. Es lo que Nintendo ha querido explotar en su última creación, exclusiva para la portátil de moda. Es extraño que hasta la fecha pocos conozcan lo que aguarda en el interior de un cartucho plagado de sorpresas, estilizado al máximo, presentado en su día por una cantante de renombre mundial como es Beyoncé.

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Este último dato viene a tener una importancia más bien relativa si tenemos en cuenta la nefasta voz de la actriz, sus playbacks de tapado, entre otras cosas. Que esta figura haya presentado originalmente Rhythm Paradise no deja de ser un hecho paradójico, ya que en ambos productos representan un mundo completamente opuesto. Mientras que el videojuego apuesta no sólo por la diversión, sino también por enseñar a los jugadores la importancia de la buena coordinación vista / oído, Beyoncé sigue engrandeciéndose a base de publicidad, canciones para la muchedumbre y poca, nula originalidad en su propuesta. En este caso no interesa la situación que atraviesa esta figura pública, es cierto, pero supone un buen punto de partida para conocer dónde se encuentra el paraíso del ritmo, palabras textuales con las que se ha bautizado este impresionante cartucho repleto de melodías pegadizas.

avance escrito a poco de ser anunciado precisamente en el pasado E3 o las impresiones posteriores con el cartucho americano en mano, una ocasión que quisimos aprovechar para comentar grosso modo los entresijos de fabricación del cartucho, así como el estilo de juego que plantea. Además de consultar los textos anteriores siempre es interesante echar un vistazo somero al producto del que parte este Paradise -Rhythm Heaven en EE UU, Tengoku Gold en Japón- , Rhythm Tengoku, originalmente concebido para GameBoy Advance cuando la portátil de Nintendo estaba pegando sus últimos coletazos en el mercado global. Es un buen ejemplo para entender la evolución que la compañía japonesa ha sufrido desde entonces, empezando por la beatGenerations que comenzaba precisamente de la mano de este simulador musical.

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Un comienzo por todo lo alto
Lo que en principio fue concebido como un título de bajo presupuesto encaminado a aderezar el catálogo de la consola en su momento crítico se convirtió por méritos propios en un producto de culto idolatrado tanto en su país natal como al otro lado del charco, principalmente gracias a su concepto fresco y original. No seremos nosotros quienes le quitemos méritos al Tengoku original, aunque no cabe duda que su hermano menor sea un alumno aventajado con todas las de la ley. El éxito de las consolas de Nintendo encajaba  a la perfección con un título de estas características, asequible para todos los públicos, de concepto más bien infantiloide que a poco de exponer sus virtudes logra enganchar al más excéntrico de los jugadores.

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No sería justo basar todo el peso del éxito que ha obtenido en Japón (donde se ha convertido en uno de los títulos más vendidos de la consola) sencillamente por aprovechar lo que los anglosajones denominan ‘momentum', es decir, una situación muy dada a que un producto de esta índole pueda destacar sin hacer demasiados esfuerzos. De hecho en Estados Unidos no ha sido el éxito inmediato que se espera de él, un hecho que por otro lado tiene mucho sentido si se compara que otros cartuchos de poco prestigio por esos lares -léase el caso de Prof. Layton- que a la larga se han colocado entre los más demandados por el público yankee. Por suerte la situación no se ha repetido en tierras europeas, donde hemos tenido que soportar un leve retraso con respecto al lanzamiento del cartucho en el resto de países de la comunidad a costa de una traducción elogiable que en cualquier caso sigue desmereciendo la edición japonesa primigenia.

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Dadas las circunstancias siempre se podría emplear cualquiera de las coletillas habituales en estos casos, aclarar que ‘Paradise' es uno de esos cartuchos que sólo se puede conocer disfrutándolo, que un análisis poco puede mostrar de un título que basa el grueso de su contenido en la música, o más concretamente, en el binomio stylus / pantalla táctil para hacer de cada melodía una dura prueba que superar. Es una interesante palabra la que acabamos de emplear para describir los retos rítmicos a los que nos somete esta producción, alejándose de otras consideraciones que no entrañan la grandeza de esta locura musical. El significado de prueba va más allá de cualquier otro palabro que se haya empleado con anterioridad, ya que realmente son retos que hemos de superar hasta alcanzar un nivel superior de coordinación, como bien explicábamos en la introducción de este texto.

La odisea a la que nos enfrentamos comienza con un tutorial, siempre aderezado con la comicidad que el buen sentido del humor ofrece en un título de estas características. Si nunca hemos disfrutado de un simulador rítmico (beatmania, por poner un ejemplo), lo más probable es que los primeros compases sean poco menos que un tedio. No es sencillo comprender qué se está exigiendo al jugador en cada caso, por lo que la introducción hace también las veces de profesor experimentado en la materia. La iniciación es rápida, el nivel de exigencia con el que comienza la primera partida deja pie a poder divertirnos sin tener que acusar en exceso la mecánica de juego. Es cuestión de minutos entender cuál es el concepto de este Rhythm Paradise sin necesidad de repetir una docena de veces el tutorial que abre el telón de la partida, para luego introducirnos en la primera hilera de pruebas.

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Una vez llegados a este punto queda conocer cómo funciona el mecanismo de juego, dividido en cuatro estilos de juego, siempre en función del ritmo que nos marque la melodía. A nuestra disposición tenemos diez niveles divididos en cinco ventanas, cada uno con una disciplina distinta. Esto se traduce en un pequeño esquema rítmico que se aplica partiendo de cualquier base, indistintamente del sentido que pueda tener a primera vista. El más funcional de todos; el partido de ping-pong, donde tenemos que combinar el golpeo de la pelota con el compás que suena de fondo en la melodía de marras. Esta es una de las cuatro disciplinas anteriormente comentadas, quizás la más fácil de todas las que encontramos, ya que apenas nos vemos obligados a golpear la pantalla con el stylus en el momento justo.

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Cuatro estilos
Cambiamos el sentido de la consola del habitual horizontal a otro vertical, al estilo Brain Training u Hotel Dusk. Toda la acción transcurre en la pantalla izquierda, mientras que nuestro único instrumento se encuentra en la derecha, siendo este la pantalla táctil que ha demostrado su valía por activa y por pasiva hasta la fecha. De este modo comenzamos haciendo uso del estilo de golpeo rápido -Tap-, con el que machacamos el stylus contra la pantalla táctil siguiendo el compás de la música. Esta es la disciplina básica para completar con éxito las pruebas como el aniquilador de naves marcianas, golpes rápidos que se realizan en un periodo breve de tiempo, siguiendo en este caso un sonido previo. Es la primera de las cuatro, ya que a continuación -la que nos inicia en la aventura- descubrimos el aguante, -Hold-, que como su nombre indica nos obliga a mantener el stylus pegado a la pantalla para soltarlo cuando sea necesario.

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Aquí no hay pausas, cada prueba se sucede de forma fluida, sin interrupciones. No obtenemos ninguna clase de puntuación, como tampoco podemos saber si el devenir de la prueba es el correcto para obtener la máxima puntuación -Gold-, que tan sol podemos alcanzar bordando el ritmo de la melodía que estemos tocando en cada ocasión. A diferencia de los simuladores musicales que han aparecido en el mercado recientemente, en Rhythm Paradise no hay notas breves, no necesitamos un instrumento en concreto ni ningún otro utensilio que se le parezca. El único objetivo a tener en cuenta es saber precisar el stylus con el compás, un concepto que no nos cansaremos de repetir dada su aparente sencillez. Es difícil de creer, pero es cierto; Nintendo no se ha andado por las ramas a la hora de contar con Tsunku (una eminencia musical en el país del sol naciente) para componer los ritmos principales del cartucho.

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La primera hilera de pruebas también nos invita a conocer el estilo Flick, un suave deslizamiento por la pantalla que en este caso se corresponde con la modalidad del ping-pong que analizábamos anteriormente. La última, una de las que más se emplean a lo largo del cartucho, pasa por arrastrar el stylus -Slide- en la pantalla táctil a modo de resorte, impulsador o cualquier otro instrumento que represente un sonido prolongado durante un breve periodo de tiempo. Cada disciplina equivale a una modalidad de sonido, lo que representa el mayor añadido respecto al cartucho original de GameBoy Advance. Si en esta vetusta portátil sólo podíamos hacer uso de los botones, en Nintendo DS el jugador tiene en sus manos la posibilidad de reproducir un sonido. Para dar fe de que el sonido se corresponde con el ritmo basta con seguir la melodía cerrando los ojos. A poco que logremos mantener el ritmo la prueba se realiza con cierta facilidad, un interesante ejemplo que corrobora lo que hemos expuesto hasta el momento.

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Una vez terminamos con la primera hilera se abre la posibilidad de realizar un remix, una mezcla francamente divertida de todas las pruebas que hemos realizado en ese nivel, lo que nos obliga a estar muy atentos ante los cambios de ritmo que se realizan prácticamente sin pausa entre disciplina. Superar cada prueba es una tarea que de cuando en cuando se antoja demasiado complicada sin la práctica suficiente, en mayor medida a causa de la dificultad que entraña seguir un ritmo que no conocemos. No obstante antes de sumergirnos dentro de una ventana en concreto tenemos a nuestra disposición un breve tutorial que explica detenidamente el funcionamiento de la prueba en cuestión, por lo que basta con prestar atención para enterarnos de la mejor forma para superarlo. La traducción al castellano es un gran soporte de cara a comprender lo que se nos exige en cada momento.

Si no tenemos suficiente con las pruebas que tenemos a nuestra disposición siempre contamos con un pequeño bar en el que el jugador tiene la posibilidad de conversar con un amable barman que ofrece sus consejos de forma desinteresada, donde también es posible obviar una prueba en concreto si somos incapaces de superarla. Sin duda es una de las taras del cartucho, esa extrema dificultad (especialmente cuando tratamos de obtener la máxima puntuación) que para muchos jugadores se puede convertir en una barrera casi infranqueable de cara a obtener el tan ansiado divertimento del que se vanagloria este título. No obstante la recompensa es cuanto menos suculenta, al menos si tenemos en cuenta que tras obtener la máxima valoración en cada ventana se abre una nueva prueba de duración ilimitada donde debemos, por poner un ejemplo, hacer girar una moneda en el aire tantas veces como sea posible.

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Sencillez al extremo
Esta curiosa faceta de la moneda es otro de los ejemplos interesantes que ofrecen la posibilidad de entrar a destajo a valorar el aspecto gráfico, tan sencillo como en su antecesor, aunque igual de conmovedor independientemente de cómo se quiera analizar. Desde luego queda patente que el esfuerzo de Nintendo pasa también por demostrar que en este cartucho lo que prima es el ritmo, el aspecto sonoro, por lo que gráficamente las pruebas se han representado con más gracia que realismo, sin ánimo alguno de sorprender al jugador la primera vez que se ponga a los mandos de la portátil. Por las imágenes ya se puede juzgar una apariencia desenfada que corresponde a cada usuario valorar en función de sus gustos. Lo que no se puede negar es que resulta de lo más adecuada para representar el estilo de juego que hoy estamos analizando, más aún si se considera que la compañía japonesa lleva largo tiempo aprovechando esta característica para enriquecer el catálogo de la consola, léase el caso de los Wario Ware y compañía.

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Obviamente lo poco que se puede decir del aspecto sonoro es que ralla el sobresaliente, un hecho que deja entrever la calidad que atesora el cartucho pese al anodino look que lucen los diseños. Ya comentábamos anteriormente que el trabajo de Tsunku es lo más destacado que se puede encontrar en esta consola -e incluso en sobremesa-, una mezcla entre originalidad, buen gusto y melodías pegadizas de esas que silbamos sin apenas quererlo. Es inevitable al tiempo que uno de los objetivos que busca el cartucho; enganchar al jugador con una propuesta sencilla toda vez que atractiva a ojos de cualquier aficionado de la música. El ritmo es uno de los motores del día a día, como tantos directos de cine (amén de los propios músicos) se han empeñado en demostrar a lo largo de los años. Es otra de las características que acompañan la impresionante ejecución de la mecánica de juego en general.

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9

Excelente

Un título referente en su género, que destaca por encima de sus competidores y que disfrutarás de principio a fin, seguramente varias veces. Un juego destinado a convertirse en clásico con el paso de los años. Cómpralo sin pestañear.