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Golf | Masters de Augusta

Rory McIlroy reaviva el fuego de la esperanza en Augusta

El norirlandés llega líder al domingo en el Masters, la única pata del Grand Slam que le falta, tras un -6 para -12 catedralicio.

Rory McIlroy reaviva el fuego de la esperanza en Augusta
Mike Segar | Reuters
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con... Rory McIlroy. Y tres. Y las que haga falta. No se puede no querer a Rors, un ciudadano con sus defectos y errores, como todos, por ejemplo esa espantada que pegó el jueves tras estropear lo que iba para gran vuelta con dobles bogeys al 15 y al 17, pero por lo demás un ciudadano ejemplar. Su historia es la de cualquiera: sueñas con algo, lo intentas, fallas, te recompones, lo vuelves a intentar. Hasta que lo consigues, o hasta que lo has intentado tantas veces que puedes convivir con el fracaso. Diez años lleva él en esa dinámica con los majors. Especialmente con el Masters, la única pata del Grand Slam que le falta (solo Koepka, Peter Thomson y Lee Trevino han ganado más grandes sin contar entre ellos este, y solo Kite, Mangrum, Norman y Littler apilaron más top-10 sin cantar bingo en Augusta). La vuelve a otear en el horizonte tras un sábado catedralicio: -6 para -12. Líder por dos al domingo.

Será o no será, pero no dejará indiferente a nadie. No habrá término medio. Una historia de redención a la altura de la chaqueta verde de Tiger en 2019 u otro desastre esplendoroso. Esto último, de darse, no pillará desprevenido a nadie, son tantos ya los desengaños que ha producido el norirlandés... Él mismo aseguraba a su llegada a Georgia esta semana que su esquema mental consiste ahora básicamente en no pensar ni por asomo que puede ganar esto. Con la ayuda del prestigioso psicólogo deportivo Bob Rotella, que trata de introducirle casi por lobotomía una aproximación hoyo a hoyo, Rory se protege contra la decepción. Un mecanismo casi tan antiguo como la especie, que suele funcionar. El optimismo es lo que vende, pero el pesimismo es la actitud inteligente ante las cosas de la vida. Aquello de que lo bueno llama a lo bueno es, como mínimo, una verdad a medias, carente de fundamento empírico.

Sea como sea, el planteamiento funciona a 54 hoyos. De ese 72 engañoso del jueves pasó al 66 del viernes, y de ahí a otro 66 este sábado, que abrió con seis treses consecutivos: birdie al 1, eagle al 2, birdie al 3, par al 4, birdie al 5, par al 6. Una secuencia inédita en 88 ediciones del torneo, que dio paso a un frenazo entre el 6 y el 12, con bogeys al 8 y al 10. Cuando se intuía otro trago amargo, el acabose. Eagle al 15 tras un hierro de pinacoteca, el golpe que se recordará si viste la chaqueta verde el domingo. Él mismo lo supo desde el momento del contacto. Salió andando detrás de la bola, en el lenguaje de gestos universal del golf sinónimo de golpazo. Si el de Sarazen en ese mismo lugar fue ‘el que se escuchó en todo el mundo’, este no le anda a la zaga. Después salvó el 17 y el 18, dos hoyos que se juegan sobre par de media, y llegó a la orilla sano y salvo.

Una locomotora inalcanzable

Nadie fue capaz de subirse al tren. Rose, que salía líder en -8, se despeñó con un +2. Jason Day anduvo tímido con un -1. Scheffler, al par, salvó de milagro su impecable estadística en los fines de semana de Masters, en los que nunca ha jugado por encima de 72. Lowry, amigo del alma de Rory, registró el mismo tanteo que el texano y quedó lejos. Sendos -3 para -6, en principio insuficientes, tiraron Patrick Reed, campeón en 2018, y el sueco Aberg, segundo el año pasado en su debut en los grandes. Las principales amenazas vienen del canadiense Conners (-2 para -8), quien hace buena aquella fórmula estadounidense de horses for courses, y Bryson DeChambeau, que coronó con un tubo de época en el 18 un día de -3 para -10. Ambos jugarán el domingo el partido que todo el mundo quiere ver. Uno con múltiples lecturas: PGA vs LIV, Europa vs Estados Unidos, tradición vs innovación... La CBS se relame.

Como la fe en este caso no puede ser ciega, pues los años han demostrado que Rory, a diferencia de lo que se dice de Dios, aprieta y también ahoga, hay que buscarla en los datos. Estos dicen que el putter ya no es tan importante en Augusta. Ahora lo que parte la pana es el juego de tee a green. Los cuatro últimos campeones terminaron primeros o segundos en la estadística de golpes ganados en ese apartado. Ahí McIlroy es el segundo mejor del PGA esta temporada, con 1,725 golpes de media por ronda. Por otro lado, también dicen que, desde 2008, solo ha habido tres campeones que entregaran 70 golpes o más en la primera vuelta. Creer o no creer, esa es la cuestión. Elijan ustedes.

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