Íñigo Llopis, el oro que conecta al Real Madrid con John Cena
El medallista paralímpico, hijo del entrenador de porteros del equipo blanco, habla con AS tras asombrar en los Mundiales de Mánchester.
Como siempre había hecho desde que ganara el oro en los Europeos de 2018, en Dublín, Íñigo Llopis celebró su victoria en los Mundiales de Mánchester, en agosto, moviendo su mano por delante de la cara. El vídeo se viralizó tanto que llegó a John Cena, superestrella de la WWE y autor original del gesto. “La pasión y el deseo por sí solos no pueden garantizar el éxito. Se necesita honestidad, integridad y, lo que es más importante, trabajo para tener éxito en cualquier cosa. Este joven ha hecho todo eso y más para llegar donde está. ¡Enhorabuena por la medalla de oro y por nunca rendirte!”, compartió el luchador y actor estadounidense en sus redes sociales.
La celebración de Íñigo, sin embargo, no iba por John Cena. “La verdad es que al principio era por Toquero (exjugador de Athletic, entre otros equipos, que también celebraba así los goles)”, admite entre risas. “Lo hablé hace años con mis amigos. Me decían que tenía que buscar una celebración y salió lo de Toquero. Me fue bien en Dublín y, desde entonces, lo he hecho siempre que he ganado una medalla. Esta vez, al ser en unos Mundiales y enfocándome las cámaras nada más llegar a la pared... que le llegara a John Cena fue increíble y tuvo un detallazo, con un mensaje muy bonito”, explica el guipuzcoano, nacido en San Sebastián (24 años), en conversación con AS.
La de Cena es la felicitación “más random” que ha recibido nunca, pero no la única de envergadura. Íñigo, que volvió de Mánchester con dos oros (100 metros espalda S8 y 4x100 estilos mixto), es hijo de Luis Llopis, actual entrenador de porteros del Real Madrid. “He tenido la suerte de que grandes del fútbol me han mandado mensajes bonitos. La gente del Madrid que trabaja con mi aita (padre, en vasco), Imanol Alguacil (entrenador de la Real Sociedad)... gente que son supermajos, superamables y que siempre han estado pendientes de mí y de mis logros”, revela el campeón del mundo, que también empezó jugando al fútbol y que fue invitado por el Madrid a un entrenamiento tras su brillante actuación mundialista.
A Íñigo, que nació con el fémur y el brazo derecho más cortos y con sólo dos dedos en la mano derecha, le gustaba jugar de portero. Cuando tenía “ocho o nueve años”, sin embargo, todo se torció. “En un centro, despejé y los dos amigos que estaban de delanteros para rematar cayeron encima de la rodilla en la que tengo la discapacidad. Tuvieron que operarme del fémur”, recuerda. Tras ello, y a través de un amigo de su padre, apareció la natación. Inicialmente, como herramienta para facilitar la rehabilitación. “De pequeño, mi ilusión era recuperarme y volver a jugar al fútbol, pero empecé a entrenar y a competir en algún campeonato de por aquí, en Guipúzcoa, y poco a poco me lo fui tomando más en serio”, explica.
De Río a París
De esas primeras competiciones regionales, al lado de nadadores como Ana Rubio o Ander Romarate y con Richard Oribe como referente, a una plata en los Juegos de Tokio, “la bomba”. Antes, más horas de quirófano. Tras los Juegos de Río, a los que llegó debido a la sanción por dopaje a Rusia, Íñigo sufrió otra lesión de gravedad. La prótesis de su rodilla se empezó a quedar pequeña y la rótula se desplazó hacia fuera. “No querían empezar con una operación agresiva. Al ser una rodilla complicada, no todos se atrevían a ver por dónde tirar. Muchas cosas que se podían hacer en una pierna convencional no se podían hacer en la mía”, recuerda de un 2017 “duro, largo y difícil”.
En junio de dicho año, se sometió a una artroscopia que no funcionó. En diciembre, a una operación “bastante más agresiva” que dio en el clavo. Ahora, ya piensa en París, los que serían sus terceros Juegos. “Entre Río, que fui a última hora, y que a Tokio competimos en pandemia... Para París, que pilla cerquita de Donosti, estoy con la ilusión de que puedan venir a verme familia y amigos”, dice pensando en la cita francesa. Mientras llega, seguirá estudiando el grado superior de Integración Social. “Mi idea es ayudar a la gente con discapacidad, tanto física como intelectual. Muchos no son conscientes de todo lo que pueden lograr, tener una discapacidad les quita confianza y quiero enseñarles todo lo que pueden hacer”, explica. Íñigo, por ejemplo, piensa en traerse el oro de París.