Garach, el capitán del fondo
El granadino, plusmarquista español de 1.500 libre, sueña con trabajar para el ejército mientras es una de las grandes esperanzas españolas para París 2024. Ha crecido en un año perfecto.
Con tan solo 17 años, Carlos Garach (Granada, 2004) ya compitió en los pasados Mundiales de Budapest, donde conoció el miedo escénico de los grandes campeonatos en un año repleto de contratiempos, ajetreado por la selectividad y los problemas en la piscina Inacua de Málaga, donde se entrena, que ha estado casi un año parada por infortunios en la estructura de la instalación. “La principal diferencia que te encuentras en esas competiciones es a nivel psicológico. Es como si un Nacional fuera ocio y un Mundial algo serio”, apunta el campeón de España de 400, 800 y 1.500 libre, pruebas en las que destaca y en las que aspira (en 800 y 1.500) a ser finalista en los Mundiales de Fukuoka de julio. En este año, entre Mundiales, ha crecido con firmeza.
Metro a metro, el nadador va quemando etapas y en el pasado Nacional de Mallorca logró el récord de España de los 1.500 (14:57.23) y se quedó cerca del de los 800, en poder de Marco Rivera (”me dio la enhorabuena y me dijo que podía dar mucho más, que siguiera”). Finalista además en el Europeo de Roma del último agosto, en noviembre se fue de estadía a Australia donde conoció los secretos de una de las mejores nataciones del mundo. “Aprendí muchas cosas: todo deporte tiene una cuestión principal que es hacerte feliz con la familia. Me llevé eso al margen del talento, del nivel, los profesionales o la técnica”, valora.
Junto a su técnico, Xavi Casademont, Garach intenta aprender de los mejores en unas pruebas donde lo mejor está en Europa, salvo contadas excepciones: “Hemos cogido mucho de Wellbrock, Romanchuk, Sun... Todos ellos tienen formas de nadar largo. No hay que ser una copia, solo coger lo mejor”. También, cómo no, del campeón olímpico Gregorio Paltrinieri y del fenómeno David Popovici, el rumano campeón mundial de 100 y 200, de la misma edad que Garach, quien fue doble campeón del mundo júnior el pasado verano: “Técnicamente es una bestia. Tuve una charla con él, es una persona buena, humilde, que cuando va a competir que lo quiere es comerse a todos”. “Siempre entrenó para que mi final sea bueno”, dice.
También es ambicioso Garach, un joven de familia humilde (”mis padres me ponen los pies en el suelo”), apegado a su tierra, que ha empezado a cursar Ingeniera Informática, que reside en un piso de Málaga con otros nadadores y que tiene un sueño: “Siempre tuve la vocación de ayudar a los demás y entrar en el ejército. Me ha gustado su disciplina, la formalidad y los lemas. Y Representar a mi familia y a mi país”. Algo que, de buen seguro, logrará en los Juegos de París. Para ello tendrá la oportunidad en Fukuoka. Si es finalista, obtiene el billete: “Ese es el objetivo”. Ante una natación en sequía, Garach es un manantial.