Misa en la Catedral
Un 150º British Open para el recuerdo arranca este jueves en St. Andrews . Jon Rahm, Sergio García, Pablo Larrazábal y Adri Arnaus forman la Armada española.
Cuando uno pisa St. Andrews tiene la sensación de estar pisando un trozo de historia. Allí creen muchos que se encuentran los restos del apostol Andrés. Su universidad, erigida en 1413, es la tercera más antigua del mundo anglosajón y la primera de Escocia. Al este de la localidad, con algo más de 16.000 vecinos, emergen la catedral, en otros tiempos el edificio más grande de Europa, y el castillo que alojaba a los obispos hasta que los vientos de la Reforma luterana acabaron con ambas construcciones. Es al norte, junto a la playa, donde se erige la otra catedral de St. Andrews. Para el planeta golf, con mayúscula: la Catedral. Se trata del Old Course, el campo que desde este jueves acoge la 150ª edición del British Open, su homilía más señalada de la historia reciente.
Allí fue donde el golf se refinó; donde se convirtió, bajo influjo de Allan Robertson y Tom Morris Sr., de cuya vida el pueblo es un auténtico museo, en ese inigualable enfrentamiento entre hombre y naturaleza que es hoy en día. Si no fuese por este terruño y sus gentes, quién sabe, quizá este deporte no existiría, al menos tal y como lo conocemos.
En eso consiste el aura de magia que impregna este torneo, al que Jon Rahm acudiría, dicho por él mismo, aunque no cobrara, y por el que Tiger Woods está dispuesto a jugarse la salud. Si como apunta el Tigre, secundado por Jack Nicklaus, ganar un Open en St. Andrews es la obra magna de una carrera golfística, ganar allí el número 150 (el primero se disputó en 1860 y solo paró en 1871, durante las guerras mundiales y en 2020 por la pandemia) sería, salvando las distancias, pintar un Miguel Ángel. ¿Una exageración? Sintonicen su televisor el domingo y observen al futuro campeón surcando la calle del 18, cruzando el Swilcan Bridge flanqueado por la multitud, empuñando después la Jarra de Clarete. Habrá quien lo considere arte en movimiento.
Seguramente no exista un solo jugador en el mundo que no ansíe protagonizar esa instantánea. Jon Rahm, además del deseo, tiene la capacidad para hacerlo. No llega en su mejor momento el vizcaíno, que ayer jugó los nueve últimos hoyos con dos irlandeses, Shane Lowry y Seamus Power, y el inglés Tyrrell Hatton. Rahmbo suma esta temporada cinco top-10, diez menos que el año pasado a estas alturas, y una victoria (Mexico Open). Guarismos formidables para cualquier golfista que solo dejan una sensación de frío porque parecía que con el US Open de 2021 podía arrancar una secuencia memorable.
Si hay algo que despejaría cualquier duda que pueda generar su rendimiento es una buena actuación en este Open, que se va a jugar con calles firmes y rápidas y, al menos durante jueves y viernes, con viento lateral, el más dañino, en rachas de 10 a 20 kilómetros por hora. Eso y los diabólicos greenes, siete de ellos dobles (compartidos por dos hoyos) son las principales amenazas de un campo que por distancias no es un test demasiado exigente para los grandes pegadores, abundantes en la actualidad. Para Rahm, el secreto es “coger el toque” alrededor de los greenes.
Sergio García, segundo en Carnoustie en 2007, es por curriculum la otra gran baza de la Armada española, aunque este año ha generado muchos menos titulares por lo deportivo que por su marcha al LIV, el nuevo circuito saudí que tiene en St. Andrews a buena parte de sus ‘insurrectos’. Pablo Larrazábal, dos victorias este año, y Adri Arnaus, con una, completan la delegación nacional en un British Open que, ocurra lo que ocurra, perdurará en la memoria.