El hielo es de Florida

Suena increíble y más cuando el Real Madrid (y unos cuantos equipos más de este Mundial de Clubes) están pasando las de Caín con el calor de Miami, pero el mejor hockey hielo del planeta está allí, en Florida. En un estado donde hay tormentas tropicales y sólo ha nevado, y poco, cuatro veces en los últimos 25 años, los reyes de la NHL vuelven a ser los Florida Panthers. Revalidaron este martes la icónica Stanley Cup tras aplastar a los Edmonton Oilers (5-1) en el sexto partido de la serie y también en la serie en sí (4-2, al mejor de siete). Misma final que el año pasado y mismo final aunque necesitando un partido menos. Zarpazo total. AS vivió el sexto y decisivo partido de la gran fiesta del hockey hielo en el Amerant Bank Arena de Sunrise (Florida)...

Lo primero, el ambientazo. Entra casi FOMO al pisar el recinto, es un desafío a los sentidos. Cheerladers, una banda de rock en directo calentando al personal en el hall principal al ritmo de Pearl Jam y toda la parafernalia imaginable, hasta vasos de cerveza con forma de stick. Aficionadas disfrazadas de Stanley Cup, morenos imposibles, Charles Barkley (sí, ese Barkley) a pie de hielo de comentarista invitado por la tele...

Y el hockey. Que parece no querer a Canadá, que tanto ama este deporte y que no levanta el voluminoso trofeo de Lord Stanley desde 1993 a través de los Montreal Canadiens. De las últimas seis series finales, cuatro han ido a dormir a la vitrinas de equipos de Florida. Las de 2020 y 2021, a los Lightning de Tampa Bay. Las del año pasado y este, a sus vecinos los Panthers. Y lo de los Panthers es de traca. Aunque es un equipo estatal, en realidad está ubicado en Sunrise, una bonita y casi idílica localidad de 85.000 habitantes al oeste de Fort Lauderdale. Un back to back en el considerado trofeo más difícil de ganar del deporte profesional estadounidense. Y a todo esto, gol de Sam Reinhart. Sopapo a Edmonton.

En una serie empeñada en irse a la prórroga, así pasó en tres de los seis duelos, a este le quitó emoción Sergei Bobrovsky. Las 28 paradas del portero ruso desesperaron a los petroleros. “¡Bobby, Bobby!“, le gritaba una y otra vez el Amerant Bank Arena. Una leyenda local como el exportero canadiense Roberto Luongo abrió el ritual inicial de tocar los tambores de guerra antes de que cayera la pastilla al hielo y tuvo que ser otro defensor de los tubos el que hiciera el trabajo clave.

Pero no va de héroes en Florida. Aquí no existe Messi, aunque al partido vino su compañero Drake Callendar, es el reino rojo (el Reign Red, como lo han bautizado) de Matthew Tkachuk. La perfecta expresión de lo que es el equipo: rudo y poco estético, pero una tenaza letal. Con el capitán suomi Sasha Barkov (marcó, como Tkachuk), uno de los patinadores más infravalorados de competición como es Sam Bennett (menudos playoffs y trofeo Conn Smythe al MVP de las finales) y también uno de los nuevos favoritos de la grada, Brad Marchand, ‘maltraspasado’ con nocturnidad y alevosía hace año y medio por sus Boston Bruins de toda la vida. De allí se fue llorando. Las estrellas las traía Edmonton, la vieja casa de Wayne Gretzky, con los petroleros Connor McDavid (el mejor jugador de la NHL actual) y el alemán Leon Draisaitl asustando por su lado del bracket hasta las finales. En Sunrise se apagaron. O les apagaron, directamente. “Es que es un equipo tremendo...”, se rindió McDavid tras el partido.

Aunque eran los vigentes campeones, las apuestas al inicio de temporada dieron más favoritos a Carolina Hurricanes y los propios Oilers. Pocos les veían repitiendo. Pero Paul Maurice, sí. Ha terminado de pulir lo de 2024 y cuadrar un equipo amplio y felino, un martillo en el forecheck, con muchísimo colmillo para canjear el power play en goles y en resumidas cuentas, una versión en hockey de estos Pacers en las finales de la NBA. Hay que matarlos muchas veces para que mueran y aún así siempre emergen Tyrese Haliburton o Reinhart para decir la última palabra. Reinhart siguió a lo suyo, con otro.

Goles que fueron cayendo, hasta cuatro del dorsal 13 local. Con cada uno comenzaron a volar las ratas. Sí, como suena. Los Panthers son, para sus fans, los Cats (gatos) pero que caigan decenas de esos roedores de plástico obedece a algo mucho menos facilón. Ocurrió en la temporada 1995-96, cuando Scott Mellanby mató una rata con su stick en el vestuario del equipo antes del debut en casa y con esa misma arma raticida luego marcó dos goles esa noche. Cuando se supo y además el equipo alcanzó playoffs apenas en su tercer año en la NHL, no hubo vuelta atrás. Ratas de plástico al hielo y los árbitros al suelo para irlas recogiendo y poder seguir jugando... Hay tradiciones ante las que sólo queda ponerse en pie.

Folklore aparte, el hockey es un espectáculo poderoso al que le cuesta enganchar fuera de sus mercados tradicionales. Los Panthers también están colaborando en ensanchar esos márgenes. Y puede que hasta más allá de sus fronteras.

A diferencia de la NFL, su ‘prima’ la NHL no tiene pinta de andar pensando en visitar España, como si hace ya regularmente por la Europa nórdica aprovechando la nutrida colonia en la liga de jugadores suecos y finlandeses, en especial. Pero podría pensárselo y que se deslice por aquí el puck. Al fin y al cabo, no hay estado más parecido a nuestro país que Florida...

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