La humanidad del waterpolo con los jóvenes ucranianos
Diez refugiados se entrenan desde hace un mes en el CAR de Sant Cugat. El centro y múltiples families que se han volcado con esta solidaria iniciativa.
Hay un exwaterpolista ucraniano que por seguridad debe estar en el anonimato, pero que merece un monumento por su humanidad. Desde un rincón del mundo, y después del estallido de la invasión de Rusia a Ucrania, cogió el teléfono y empezó una carrera contrarreloj para sacar a los equipos de waterpolo de la base del Dinamo Kiev. Llamó a Suecia, Hungría y España y les pagó todo lo que hiciera falta. Uno de esos grupos de diez jóvenes lleva un mes entrenándose en el CAR de Sant Cugat.
"Recibimos una llamada de la Generalitat, que a petición de la Federació Catalana de Natació (FCN) nos pedía si podíamos acoger a este grupo e incorporarlos a los equipos júniors de entrenamiento. Nuestra reacción fue positiva", explica Ramon Terrassa, director del centro de alto rendimiento. Los chicos, que tienen entre 14 y 17 años, cuentan con "la misma dinámica que cualquier interno". Eso se traduce en que los jugadores disponen de alojamiento, manutención, entrenamientos de alto nivel con los técnicos, escolaridad y apoyo psicológico y de todos los especialistas de las ciencias del deporte que tiene el centro.
Además, como explica Terrassa, la ayuda no queda ahí. "Les dimos ropa, material de higiene y los fines de semana colaboramos para que salgan del centro. Los llevamos a que conocieran Sant Cugat, a ver un partido de waterpolo del Atlètic-Barceloneta... Todos nos hemos volcado", subraya Terrassa, quien reconoce que el CAR, que colabora con el programa Solidaridad Olímpica del Comité Olímpico Internacional para formar a entrenadores de África y América Central, también ha ayudado a deportistas apátridas o de Palestina en el pasado.
Desde la vertiente deportiva, los jugadores cuentan con un maestro como Nani Guiu, campeón de cuatro Euroligas con el CN Sabadell femenino y ahora director técnico de la FCN. "Durante el día están bien, aunque quizás por la tarde les llaman los padres y se deprimen. Por suerte, no han sufrido pérdidas", explica el técnico, quien, como modo de evasión, les explica que aprovechen la oportunidad de entrenar su deporte favorito en "las mejores instalaciones de Europa" y con un grupo de nivel. "Les damos normalidad, les hablamos de waterpolo, les decimos que aprendan, que den el cien por cien. Hay dos gemelos que son los mayores y a veces hablamos de otros temas, pero no queremos estresarlos", relata Guiu.
El recibimiento de sus compañeros ha sido "muy bueno". Y también el de las familias. "Queremos que puedan jugar, que tengan una licencia y estar en clubes. Necesitábamos nueve familias para que los acogieran y a los cuatro días ya teníamos 30 disponibles. Fue increíble". Y el técnico remata con la moraleja de esta historia: "En la vida también hay muy buena gente".