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ATLETISMO

Marina Muzas cambia el disco por la bata para ayudar contra el coronavirus

La lanzadora, graduada en Medicina, se incorporó a mediados de marzo a un Centro de Atención Primaria en Badalona para ayudar a combatir el avance de la pandemia.

La atleta y doctora Marina Muzas posa en Badalona, este lunes.
Quique GarciaEFE

Cuando Marina Muzas (Badalona, 1994) decidió que quería dedicarse a la medicina no se imaginaba que empezaría su carrera profesional salvando vidas en mitad de una pandemia. Por entonces la mayor parte de su tiempo lo dedicaba a su gran pasión, el atletismo, donde destacaba en el lanzamiento de disco.

Muzas, campeona de Cataluña en esta disciplina, peleaba por abrirse camino en los campeonatos de España, donde había logrado subir al podio en alguna ocasión en categoría júnior y promesa, mientras se preparaba para empezar la universidad.

Ocho años después, sigue dedicando buena parte de su tiempo al atletismo (defiende los colores del UGE Badalona, aunque se entrena con el grupo de lanzadores de Santa Coloma de Gramanet). Pero hace tres semanas que cambió la ropa de deporte por una bata de médico y el tartán por la sala de urgencias de un CAP de su ciudad.

Marina llegó al Centro de Atención Primaria Doctor Robert de Badalona a mediados de marzo. "Me enteré de que les hacía falta gente y me presenté allí. Me hicieron una formación de una semana para que aprendiera a manejar el programa informático de los ambulatorios, a conocer las patologías más frecuentes en urgencias y a utilizar los EPIs (equipos de protección individual). Y también me enseñaron los protocolos sobre la COVID-19. El 23 de marzo ya estaba trabajando", explica en una entrevista concedida a EFE.

Muzas, que se graduó en Medicina el pasado verano, había aprobado el MIR el 25 de enero. Quería ser médica de familia, pero ni siquiera ha tenido tiempo de elegir especialidad. De momento, ha empezado a ejercer como doctora de urgencias, en el CAP, y en domicilios, en medio de la emergencia sanitaria.

"Para trabajar tienes que estar colegiado. Así que, antes de firmar el contrato, a mí y a otros nos han hecho una colegiación exprés, pagándonos la cuota durante los tres primeros meses", desvela.

La atleta catalana recibió también un correo electrónico del Hospital Universitario Ramon Trias i Pujol, donde había hecho las prácticas durante la carrera, pidiendo personal sanitario para el Rafael Hotel de Badalona, que iba a ser acondicionado para alojar a enfermos de coronavirus. Tampoco pudo decir que no.

Seis días después de empezar en el centro de salud se estrenaba también como doctora en el hotel. "Hasta allí llegan derivados de Can Ruti, del Hospital del Granollers o del Instituto Guttmann. Son pacientes estables leves, posibles positivos o positivos confirmados que en su casa no pueden hacer el confinamiento como es debido, por ejemplo, por falta de espacio", relata.

En el Rafael Hotel de Badalona hay camas para unos 120 pacientes repartidos en 13 plantas. "Cuando se ingresan, nos presentamos el equipo médico y les hacemos una valoración. A muchos les damos el alta y otros se quedan ingresados. Los vamos controlando, sobre todo a través de llamadas telefónicas a la habitación, y ellos también nos pueden llamar si necesitan algo, porque hay médicos de guardia 24 horas. Ahora mismo tenemos unas 93 o 94 habitaciones ocupadas", detalla.

En el CAP, Marina Muzas hace guardias de doce horas (de 8 de la tarde a 8 de la mañana), aunque a veces entra "tres horas antes si necesitan un refuerzo de tarde", precisa. En el hotel, su horario es de 8 a 15 horas o de 15 a 22, dependiendo del turno.

En ambos sitios trabaja "entre tres y cuatro días a la semana", lo que significa que, en ocasiones, le toca alargar su jornada laboral hasta el infinito y más allá: "A veces, trabajo en el hotel por la mañana, voy a casa, como algo, paro un par de horas y me voy al CAP, donde estoy hasta la mañana siguiente".

Marina admite que lleva un ritmo de vida "bastante intenso", al que se ha acabado por acostumbrar, sobrellevando como puede "el estrés y la responsabilidad" de tener que salvar vidas con pocos recursos y escasa experiencia.

"En las prácticas de la carrera, la responsabilidad la tenía el profesor. Ahora, la responsabilidad la tengo yo, porque es a mí a la que le toca tomar decisiones. La verdad es que esto está siendo una formación exprés a lo bestia", subraya.

Muchos días llega agotada a casa, donde vive con sus padres y su hermano, pero no renuncia a seguir entrenándose, porque dice que lo necesita para desconectar.

"Siempre intento sacar aunque que sea una hora al día para hacer algo. Pesas no tengo, pero miro vídeos de acondicionamiento físico donde te proponen entrenamientos de media hora. Luego bailo Zumba para hacer algo de cardio y, para no perder la técnica, me pongo mis zapatillas, salgo a la terraza y practico los lanzamientos imaginando que el disco es el palo de la escoba", señala.

Aunque la medicina es su vocación, la atleta badalonesa no oculta que lo que está viviendo estas semanas "está siendo muy duro", por la impotencia que se siente "cuando quieres ayudar y ves que no tienes a tu alcance todas las herramientas necesarias para poder hacerlo".

"Además, los que vamos a las urgencias domiciliarias somos los que firmamos los partes de defunción. Yo no había visto nunca a una persona muerta, e ir a casa de alguien a firmar su defunción para mí ha sido un 'shock' grande. Pero el ser humano se acostumbra a todo y al final lo acabas normalizando un poco para poder seguir con tu vida", afirma con resignación.

En cualquier caso, Marina Muzas sabe que el esfuerzo está valiendo la pena, porque la expansión de la COVID-19, poco a poco, se está ralentizando. "Las dos primeras semanas fueron durísimas. Casi todas las urgencias que atendíamos eran por problemas respiratorios, pero ahora hay bastantes menos casos graves", destaca.

También el personal sanitario ha ido adaptándose, en mitad del caos, "a una situación difícil, inesperada y nueva para todos", que ahora afronta con muchos más recursos que al inicio de la pandemia.

"Las cosas han ido evolucionando para bien. Al principio, a los domicilios yo iba con ropa de calle y una bata verde. No teníamos material y lo íbamos reutilizando, lo que suponía un problema para nosotros y también para los pacientes. Ahora vamos con el pijama, una bata azul que se esteriliza cada día, una bata verde de usar y tirar, doble guante, la mascarilla FFP2, una mascarilla normal por encima, gorro para el pelo, unas gafas... Ahora sí que estamos protegidos de verdad", sentencia.