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RUGBY | MUNDIAL

Eddie Jones, el hombre tras la Inglaterra finalista del Mundial

El australiano, lenguaraz y polémico, es el primer seleccionador extranjero en la historia de la Rosa y ya hizo brillar a Japón en 2015.

Eddie Jones, el hombre tras la Inglaterra finalista del Mundial
David Davies/PA Wire/dpa

"Son humanos. Sangran, se les cae la pelota y fallan placajes, como cualquier otro jugador", avisó amenazante Eddie Jones en referencia a los All Blacks antes de que su Inglaterra les derrotara en el duelo de semifinales del Mundial de este sábado (19-7). Él les humanizó fuera del campo y sus muchachos remataron la faena dentro. La Rosa dio un clínic defensivo que lleva el sello del mago de Tasmania y vuelve a estar en la final doce años después de caer ante Sudáfrica en Saint Denis. Queda atrás el shock de 2015, eliminados en fase de grupos de su propio Mundial.

Olvidar aquello, devolver el orgullo perdido a los inventores del juego, era la tarea con la que la RFU contrató tras la cita a Jones, el primer seleccionador extranjero de su historia. Un personaje peculiar, lenguaraz y amigo de la polémica, que maneja como pocos el enfrentamiento verbal y genera respeto y animadversión a partes iguales entre prensa y aficionados. 

Nacido en Burnie hace 59 años (30 de enero del 60), hizo carrera como talonador en el Randwick junto a Michael Cheika, seleccionador de Australia durante el Mundial defenestrado tras la eliminación de los Wallabies en cuartos, precisamente a manos de la Inglaterra de Jones en 'El duelo de los lenguaraces', como lo bautizaron con sorna los anglosajones. A los 34 años cambió el césped por los despachos y dirigió al club un año antes de forjar sus primeros lazos con Japón en un periplo de dos años por el país que le llevó al el equipo de la Universidad de Tokai primero, a la selección nacional después como asistente y finalmente al Suntory Sungoliath de la Top League.

De ahí, el gran salto al Super Rugby (entonces Super 12) con los Brumbies. Dijo adiós en 2001 tras hacer campeona a la franquicia para coger las riendas de la selección australiana de cara al Mundial en casa de 2003. Cayeron en la mítica final del drop de Wilkinson ante Inglaterra (antes derrotaron a Nueva Zelanda en semifinales, otra de las ocasiones en que Jones se ha cruzado en el camino de los All Blacks) y meses después fue despedido. 

Tras pasar por los Saracens como consultor primero y entrenador después; los Reds, sólo como entrenador, y Sudáfrica, como asistente técnico para el Mundial de 2007, volvió a Japón y puso los cimientos de lo que acabó siendo el 'Milagro de Brighton', la primera victoria de los nipones sobre Sudáfrica en el Mundial de 2015, y lo que ha sido la versión supersónica de los Cherry Blossoms que ha maravillado en esta edición. 

Hasta llegar a la etapa inglesa, que no ha dejado indiferente a nadie. Se le ha encumbrado tantas veces como se ha pedido su dimisión y hasta fue agredido por unos aficionados ingleses en una estación de tren tras la derrota de su equipo en la Calcutta Cup ante Escocia el año pasado.

Pero no ha dejado nada al azar: ha trabajado su delantera midiéndola con la georgiana, una de las más reputadas del mundo, en varios entrenamientos, ha cuidado la mente de sus jugadores y se ha empapado de todo lo que consideraba útil para potenciarles, desde el método de Pep Guardiola hasta la capacidad de resistencia de los ciclistas en el Tour de Francia. Apostó por Ford en el 10 y Farrell, al que hizo capitán, en el 12, y era una mano ganadora. Sirva como ejemplo el partido de este sábado. 

"Hace una semana iba a ser despedido, Farrell no podía patear y alguien iba a a escribir con sangre en las paredes de Twickenham", dijo el martes en una rueda de prensa en la que acusó a Nueva Zelanda de espiar el entrenamiento inglés y llamó a la prensa kiwi "fans con teclados". Ya con la victoria en el zurrón, más templado, calificó a Steve Hansen, su homólogo neozelandés, como "un gran hombre de rugby". Porque también hay elegancia y decoro en la personalidad de un camaleón del rugby que fue ovacionado tras el partido por los aficionados ingleses y japoneses presentes en el Internacional de Yokohama. Cogió el micrófono y lo primero que dijo fue "arigato".