Javi Fernández dice adiós en lo más alto: séptimo oro europeo
El madrileño ganó en Minsk el séptimo título continental consecutivo en el día de su despedida del patinaje profesional.
El Minsk Arena se puso en pie para aplaudir a rabiar a Javi Fernández al acabar El Hombre de la Mancha. Eran los Europeos, su última competición. No fue la mejor, pero hubo algo de poesía porque, a los 27 años, en el día de su despedida, Superjavi se colgó una antológica medalla de oro continental, la séptima consecutiva, la que le hace entrar en el olimpo del patinaje junto a mitos como Salchow, Schafer o Plushenko. Un ejercicio de justicia para el patinador que ha cambiado el rumbo del patinaje en España, por supuesto, y también en el mundo. El que sacó de Rusia y de Asia este deporte para darle una dimensión latina, con una expresividad y un carisma que transformó el arte de las cuchillas y el hielo, que ahora queda huérfano.
Saltaba al hielo bielorruso Javi con la contrariedad de no haber sido bien valorado en el programa corto y quedar a 8.65 puntos del ruso Kolyada. Como presión añadida estaba el buen ejercicio de su predecesor, Alexander Samarin, que había dejado el listón de oro en 269.84. Pero Javi salió liberado. Primero un cuádruple toe, acompañado de triple toe, después un cuádruple salchow perfecto. Esta vez no había nada que pensar para los jueces. Y luego llegó el deleite, una mezcla de buenos saltos (hasta cinco triples) con un patinaje delicioso en un programa posiblemente menos técnico que el de Samarin, pero que hechizaba a nivel de componentes. Era imposible que con la magia del ambiente Javi no tuviera el mejor programa del día.
En el sofá de la verdad del patinaje se confirmó el sentir del palacio de hielo bielorruso. Primero. Le valoraron con 179.75 y un total de 271.59, una prestación soberbia que intimidaría a Kolyada, que naufragó. Superjavi tenía su séptimo oro europeo consecutivo, algo que no sucede desde los tiempos del austríaco Karl Schafer, que encadenó ocho entre 1929 y 1936. Ha diluviado hasta que alguien ha vuelto a hacerlo y ha sido Javi Fernández, entre 2013 y 2019.
Este último oro continental tiene un valor añadido especial, porque la última competición oficial de Javi Fernández había sido en febrero de 2018 cuando se colgó el bronce olímpico de Pyeongchang. Respiró, descanso y se dedicó a su exitoso espectáculo Revolution on Ice que ha llenado de hielo pabellones de toda España, en los que ha metido a decenas de miles de personas. Nunca ha dejado los patines, pero sí que había olvidado la competición… Se fue 20 días para concentrarse por última vez de manera intensiva en Toronto, la que fue su casa siete años, y se puso las pilas para estar lo más fino posible y clavar cuádruples. Lo consiguió en Minsk, con lágrimas para él y para Brian Orser, el entrenador que le transformó en Superjavi, el que hizo de que aquel genio despistado un prodigio del deporte.
Como era el final de un cuento único, en la grada de Minsk estaban su padre Antonio, su madre Enriqueta y su hermana Laura, tres de los pilares de su vida, que veían a ese chico valiente que se fue de casa siendo adolescente con 17 años en busca de sus sueños. Antonio, que se encarga de afilar las cuchillas de sus patines, le dijo: “No los vas a buscar, los vas a lograr”. Y vaya sí lo hizo. Ha labrado un palmarés con un bronce olímpico, dos títulos mundiales, siete oros europeos y, sobre todo, un carisma y una magia que abrió una puerta inédita en el deporte español y cambió para siempre el patinaje mundial. Es Superjavi.