Jessica Vall, las "felices fiestas" de la Benjamin Button del agua

Una nerviosa Jessica Vall responde a la llamada de AS para ser la chica de la contraportada durante las fiestas. “¿Yo?”. No ha asimilado aún la nadadora del CN Sant Andreu que, después de Mireia Belmonte, solo ella acapara éxitos en la natación española a la espera de la explosión de los recientes júniors. Sus dos medallas en los últimos Europeos de piscina corta de Copenhague (Dinamarca), las únicas que logró la Selección, han sido el último paso hacia su consagración como una de las mejores bracistas del continente.

“Estoy muy contenta por estos éxitos que me ayudan a seguir trabajando con confianza y a marcarme nuevos retos”, advierte Vall, que llega a la cita después de terminar su jornada laboral y antes de empezar los entrenamientos: es empleada del Departamento de Recursos Humanos de la Fundación Bertelsmann, aunque ella sea biomédica de profesión. Trabajar siempre ha sido una válvula de escapa para la Benjamin Button del agua, quien está alcanzando el cénit a sus 28 años después de no dedicarse de manera profesional a este deporte hasta los 24.

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Su entrenador, Jordi Jou, explicó que su nadadora había mejorado hasta un segundo gracias a los virajes, uno de los elementos que también le puede ayudar en piscina olímpica. Después de ser bronce mundial en Kazán, en 2015, y octava en Budapest, en 2017. Su espina, los Juegos de Río, donde no pudo alcanzar la final y se quedó en semifinales. Un palo, pero logró salir de la depresión y añadió una psicóloga a su cuerpo técnico.

“Quiero batir en Tokio lo de Río. Lo que más me gusta y me motiva es el hecho de que al acabar el primer ciclo olímpico hablé con mi entrenador de los errores. Y ahora tengo una segunda oportunidad. Puedo volver a hacerlo y mejorar”, comentó sobre sus opciones futuras en Japón. Para eso, aún le quedan años y kilómetros. Aunque, como el buen vino, Vall mejora con el paso de los años.