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Un año sin Teddy Bridgewater en los Minnesota Vikings

El quarterback se destrozó la rodilla el 30 de agosto de 2016 y metió a la franquicia en una cuesta abajo de la que no se sabe si podrán salir. Ambos.

Un año sin Teddy Bridgewater en los Minnesota Vikings

El 30 de agosto de 2016 Teddy Bridgewater, quarterback titular de los Minnesota Vikings, ejecutaba un simple ejercicio de drop back en un entrenamiento rutinario y, como por arte de una oscura y maligna magia, su rodilla reventó. Literalmente. El menisco, los ligamentos, toda la zona se convirtió en un desastre físico pocas veces visto.

El jugador cayó al suelo y comenzó a gritar. Se vio a algunos compañeros vomitar. A otros llorar. A los de más allá rezar. Y a todo el equipo, a la franquicia en bloque, contener el aliento ante lo que se avecinaba. Cualquiera diría que aún siguen sin respirar y esperando acontecimientos. Ha pasado justo un año y ni el jugador ni la organización saben aún qué futuro les espera. El peor de los pronósticos acertó.

Teddy Bridgewater aún no ha visto el campo. Sigue con su proceso de recuperación físico, pero en el gimnasio. Mike Zimmer, entrenador de los Vikings, ha dicho que no le pondrá en el campo, con defensa enfrente se entiende, ni siquiera a entrenar, hasta que le vea con capacidad para protegerse a sí mismo, con confianza absoluta en su pierna. Ese punto aún no ha llegado. Es inimaginable que no comience la temporada en la lista de lesionados y, por lo tanto, que se arrime a una convocatoria hasta la semana seis.

Y eso es lo de menos. Dado que aún no ha pisado el emparrillado, podemos dar por hecho que todo 2017 será una cuesta arriba absoluta y que sus opciones serán entre muy escasas y nulas. Además, no hay que olvidar que será agente libre el próximo mes de marzo. Una situación muy complicada.

La franquicia, por su parte, no sabe si sube o baja. En 2015 ganaron su división, la NFC Norte, con Bridgewater mostrando que podía ser su quarterback de futuro. Fue el mejor de la NFL en eficiencia en la end zone y, dentro del grupo de game managers, mostró maneras suficientes para estar confiados en el futuro. Perdieron en playoffs con un desafortunado fallo de su kicker, Blair Walsh, en una patada facilísima contra los Seattle Seahawks. Debieron ganar.

Ante la catástrofe sufrida a diez días de empezar la temporada, dieron una primera ronda para hacerse con los servicios de Sam Bradford. Al igual que Bridgewater, el quarterback llegado de los Philadelphia Eagles se ciñó a su papel de game manager en un sistema de pases cortos y seguros, aunque los resultados fueron peores. Empezaron 5-0 la temporada y acabaron llegando a la orilla con un agónico 8-8.

Ahora, delante de sí, tienen una temporada que pinta a incógnita absoluta. Los problemas del ataque se centran en la línea ofensiva y en los receptores. Tienen motivos para la ilusión con un running back rookie, Delvin Cook, que pinta a cosa seria, y una defensa renovada a golpe de talonario con total justicia.

Pero eso no impide verles como en medio del camino, entre dos tierras, a la espera de ver qué sucede con Teddy Bridgewater, un jugador con el que no pueden contar desde hace justo un año y que está sobrevolando, en espíritu, todo lo que ocurre en un equipo aún desorientado.