-Acabó un brillante 2016 como mejor amateur del mundo por segundo año consecutivo y logró la tarjeta del PGA Tour en apenas cuatro torneos. -Fue un gran año. Superé mis expectativas y eso que eran muy elevadas. Quería el primer triunfo, pero es complicado.
-Su vida dio un giro radical. -Sí. He pasado de disputar torneos universitarios a dirigir un equipo de cinco personas y jugar en el circuito profesional más importante del mundo. He crecido muchísimo.
-¿Se queda corto lo de gran promesa? Para nada. Nunca se va a quedar corto, me lo tomo como algo positivo que la gente tenga tantas esperanzas en mí.
-Era un culo inquieto, estaba destinado al deporte. -Sí, le daba a la piragua, al kung fu, al frontón a pala, al fútbol… Soy muy competitivo en la vida y el golf era lo que más me pegaba con ese carácter: ahí puedes mejorar tú solo.
-Con 17 años se va a la Universidad de Arizona, un 22 de agosto, con 45 grados, nada que ver con la brisa fresca del mar de Barrika… -Salí del avión y no me lo podía creer. Llegué con el año académico comenzado, no entendía nada, no sabía dónde estaba el campo de golf, el departamento de atletas… pasé de una clase con 25 personas a un anfiteatro con 375. Intimida. La profesora tenía un micro, láser… y yo era el único con una libreta y un lápiz. ‘Más me vale espabilar porque aquí no acabo’, pensé.
-Adquirió con sus padres, Edorta y Ángela, el compromiso de no debutar como profesional hasta acabar sus estudios universitarios y lo cumplió. -Les prometí hacer una carrera y me gustaba Comunicación. La única posibilidad de hacer compatible los estudios y el golf está en América.
-Y empezó el despegue. -Pensaba que tendría un referente, pero los seis buenos jugadores del año anterior se fueron y aterrizamos tres novatos y otros tres de otros centros. En los primeros torneos ya vi que iba a ser el líder y lo asumí con 17 años. Pensaba que me iba a venir grande la universidad, pero el primer mes comprobé que era igual o mejor que ellos.
-¿Empezó a añorar su casa? Cuando estaba en la Universidad, venía cada cuatro meses, en Navidades y verano. Ahora, si todo va bien, no podré volver a Euskadi hasta diciembre de 2017. Mis aitas (padres) irán a verme a algún torneo.
-Y en su debut como profesional superó a leyendas como Tiger Woods u Olazábal. -No me gusta comparar, lo importante es ver la evolución. Ojalá pueda igualarme a ellos o superarles algún día. Los elogios no me producen vértigo.
-¡Que ganó a Woods! Sí, pero no lo cuento, porque era en su decadencia: terminó último, le ganamos todos.
-¿Qué pide a este 2017? -El objetivo del año es mantener la tarjeta.
-El Masters de Augusta… ¿qué daría por pisarlo? -Sería fantástico, pero es el ‘major’ más difícil de jugar porque la lista es muy corta.
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Jon Rahm junto a Aduriz. -¿Y la Ryder? -Cuando asegure la tarjeta del PGA Tour puedo pensar en eso.
-Dicen que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. -Sí, nunca he jugado un año completo en el PGA Tour. Muchos pecan de querer hacer demasiado el primer año, se desgastan y no acaban jugando todo lo bien que podrían.
-¿Ahora es más fácil que en tiempos de Seve o Nicklaus? -Es diferente. Con los avances tecnológicos, no se requiere el mismo talento para llegar al Tour. Te dan unos palos perfectos para tus capacidades. Hombre, sí cuesta ser el mejor, ahí sí hace falta mucho talento. Antes todos tenían los mismos palos, había más habilidad, por eso Seve fue inigualable y Nicklaus… los swings no eran tan perfectos, alguno era más descabellado, pero era puro feeling. Ahora hay tantas varillas y cabezas de palo diferentes… yo estas Navidades he probado una bola que me hace pegar de media casi diez metros más largo. Llegaremos al punto de cambiar la bola si sigue este proceso. Habrá jugadores de 2,20 y 150 kilos que le pegarán a la bola cien metros más que yo.
-¿Qué tal le fue con Aduriz? -Le pega muy bien, dijo que había hecho la mejor vuelta de su vida. Ganamos.
-El Athletic es su gran pasión. -Tengo una camiseta firmada por Aduriz, que enmarqué; una bufanda y una bandera. Si compro una casa, reservaré una pared solo para el Athletic.
-Su marca le prohibió llevar el escudo del Athletic en la bolsa. El Athletic es de Nike y yo, de Adidas. No pensé que fuera un problema, no entienden el vínculo del Athletic con el mundo. Había problemas legales, me pareció lógico. Pero siempre tengo un león pequeño, colgado. Desde los 14 años llevo algo.
-¿Se ve como el mejor del mundo en el futuro? -No me planteo límites, el objetivo es convertirme en el mejor jugador que pueda ser, ojalá pueda hacer historia.