NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

SEATTLE SEAHAWKS

Rusell Wilson está preparado para pelear por el MVP

El quarterback de los Seattle Seahawks no ha parado de mejorar en todos sus años en la liga y afronta su quinta temporada en plena forma.

Madrid
SEATTLE, WA - AUGUST 25: Quarterback Russell Wilson #3 of the Seattle Seahawks passes against the Dallas Cowboys at CenturyLink Field during a preseason game on August 25, 2016 in Seattle, Washington.   Otto Greule Jr/Getty Images/AFP
 == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY ==
OTTO GREULE JRAFP

¿Cuándo un buen jugador pasa a ser una superestrella? No existe una respuesta única a esa pregunta. No es sólo que cada persona es un mundo, y que cada atleta de élite explota cuando le toca por su genética y su preparación, sino que, además, intervienen factores externos, pero cruciales, como son el entorno, el equipo, los resultados o los entrenadores. Podemos haber tenido cracks delante de nuestras narices que jamás llegaron a la cima y tipos con menos condiciones que sacaron hasta la última gota que tuvieron dentro para sobrepasar cualquier previsión inicial. De hecho, los hemos tenido.

El puesto de quarterback, por su propia naturaleza, parece indicado para ver como sus ocupantes van mejorando año tras año, a los buenos me estoy refiriendo, hasta llegar a un punto en el que eclosionan del todo. Reincidiendo en que cada cual es como es, la media de esa eclosión bien podría ponerse en los cinco años. Los muy buenos, a partir del primer lustro en la liga, se vuelven imparables. Lo hemos visto muchas veces, pero valga el ejemplo de Cam Newton el curso pasado para atestiguarlo.

Russell Wilson está entrando en su quinto año. Y se sabe con las condiciones para ser élite. Del todo. Tanto como para estar en la escasa lista de candidatos realistas a pelear por el MVP de la temporada. Y es que sus ya notables características han ido puliéndose, y sus defectos han ido limándose, al punto de que, al fin, el ataque de los Seattle Seahawks es de él.

A la sombra de Marshawn Lynch

Wilson, en la primera parte de su carrera, ha sido una parte del ataque. Ni siquiera la más importante, pues esa correspondía a Marshawn Lynch y al juego de carrera. Con eso, y una defensa legendaria, jugaron dos Super Bowls, ganaron una y perdieron otra... quizás por no correr en la última jugada de la misma.

Pero eso cambió el año pasado. Viendo la innegable evolución de su pasador, Pete Carroll, entrenador de los Seahawks, y John Schneider, general manager de la franquicia, cedieron línea ofensiva a cambio de ganar juego aéreo al cambiar a su center titular (más una primera ronda) por el tight end Jimmy Graham, una bestia en el juego de pase pero una nulidad en el de carrera.

Entre esa decisión, y la desaparición de Lynch, primero del campo y luego de la propia NFL, pues se retiró al finalizar la temporada, el juego de Russell Wilson se liberó. Por completo. Siempre había sido preciso. Siempre había sido un mago en las jugadas rotas. Pero le faltaba una presencia en el pocket, un dominio del tempo de los drives que, por poner un ejemplo, en el año en que ganaron el anillo le vieron pasar por fases en las que se mostró errático y con propensión a correr sin criterio.

Ese defecto desapareció a mitad de la temporada pasada. A sus virtudes clásicas añadió la más peligrosa que puede tener cualquier QB en la NFL: ser un paciente y preciso pocket passer. Por eso, y en conexión con un imparable Doug Baldwin, completó cinco partidos seguidos con tres o más pases de touchdown sin ninguna intercepción.

Y es en este punto de madurez, de comprensión del juego y de la posición, cuando su equipo y él entran en total sintonía de cara a este año. Leyendo lo que sucede en el campo de entrenamiento de los Seahawks, Carroll no para de alabarle. Incluso Earl Thomas, el magnífico free safety del equipo, dice que nunca le ha visto dominar tanto desde el pocket. Que no es que sea preciso, potente e imparable en jugadas rotas, sino que ha aprendido a mover defensas con los ojos y a leer todas las rutas posibles.

Tiene que dar miedo al resto de la liga.

Lo que hemos visto en pretemporada, lo que vimos ayer frente a los Dallas Cowboys, corrobora esa sensación. A Russell Wilson le ha llegado la madurez en su quinto año, y ha pasado de buen jugador a candidato a MVP.

El equipo tiene severos problemas en ataque. Bueno, sólo uno, pero es enorme: la línea ofensiva es una catástrofe. Por eso es tan importante lo que haga Wilson este año. Al contrario de lo que ha sucedido en la reciente época gloriosa de esta plantilla, ya no le bastará con ser una parte del engranaje, sino que tendrá que ser el mejor hombre del ataque, tendrá que ser, sí, un digno candidato del MVP, para que la unidad funcione. Si nos guiamos por la historia, por la pretemporada y, mucho más importante que todo eso, por su evolución en los últimos meses, está capacitado para ello.