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CHICAGO BEARS

La leyenda de Buddy Ryan, el asesino de quarterbacks

El mítico coordinador defensivo de los Chicago Bears de 1985, fallecido hoy, se ganó a pulso una fama de ogro insoportable para los rivales.

Madrid
La leyenda de Buddy Ryan, el asesino de quarterbacks
Getty Images

Buddy Ryan ha muerto. La NFL se volcará en su homenaje. La liga en sí, pero también la familia NFL. Entrenadores, ex jugadores, muchachos que sólo lo conocen de oídas, periodistas. Aparecerán historias y anécdotas. Serán celebradas. Pero la gran verdad es que el Buddy Ryan entrenador, el ideólogo, murió hace ya mucho tiempo en esta liga. Porque su NFL ya no existe.

No tiene nada de malo, entendedme. Cada tiempo tiene su ser, y en el actual un tipo como Buddy no encaja. No hay más. En una liga en la que sólo un puesto, el de quarterback, parece ser relevante y los números que hagan los jugadores para la fantasy league cobran tanta importancia, cuando no más, que los resultados finales de los partidos, un tipo duro, que se forjó como una leyenda en la persecución y destrucción del QB rival, sería visto como un asesino del espectáculo.

"Un quarterback nunca ha completado un pase tumbado sobre su espalda. Debemos golpearles duro y a menudo. Los quarterbacks son unos pomposos bastardos sobrepagados y sobrevalorados y deben ser castigados". Eso dijo, en su día, Buddy. Eso explicó con la franqueza que le caracterizaba, esa que le hacía ser odiado por todos los periodistas que seguían a sus equipos y adorado por los editores de esos mismos periodistas. Jamás negó un gran titular, jamás se avino a la corrección política.

Es célebre la vez en que le pidieron un canutazo a pie de campo, le hicieron una pregunta que no le hizo gracia y se fue sin responder. Al instante le paró un encargado de la liga indicándole que tenía la obligación de responder, por lo que volvió hasta el tipo del micrófono que le repitió exactamente la misma pregunta (sí, los periodistas tampoco somos lo que una vez fuimos)... a lo que se quedó callado, se giró y se fue.

El viejo cabrón lo tenía claro: "Nunca perdáis la oportunidad de castigar a un oponente. Debemos dominar e intimidar al enemigo. Si están preocupados en sobrevivir no están preocupados en ejecutar su ataque".

Eso le llevó a ser amado por sus chicos en defensa. Jerome Brown, por ejemplo, jugó como defensive tackle para él, y dejó dicho: "Si Buddy me pide que me tire por un puente... bueno, no lo hago, pero te juro que me lo pensaría". Mike Singletary, absoluta leyenda linebacker, apuntó una vez: "Sin Buddy yo sólo soy un jugador más".

Y es que aquella defensa de los Chicago Bears de 1985, los 'Monsters of the Midway', ha de ser considerada como una de las unidades más dominantes de la historia de cualquier deporte. Es difícil encontrar un equipo que no llegase a dinastía pero que, en una temporada aislada, fuese más terrorífico. Y sirvió, además, como demostración de cuan grande puede llegar a ser un jugador, un estilo, cuanto mérito puede atesorar, alguien que observa al monstruo de frente y le planta cara.

Me estoy refiriendo a uno de los mejores partidos de la historia de la temporada regular de la NFL. Se jugó el 2 de diciembre de 1985. Era lunes. Y delante de los 'Monsters of the Midway' se elevaba, cual Dios griego, Dan Marino y sus Miami Dolphins. Los Bears llegaban imbatidos y con varios QBs enviados a la enfermería, y al psicólogo, tras su tratamiento personalizado. Sin embargo Marino completó 14 de sus 27 pases para 270 yardas, tres touch downs y una inolvidable jugada de 52 yardas. El héroe de Miami no sólo sobrevivió, sino que ganó.

¿Acaso no es eso un mérito de un calibre, una dimensión, de varias galaxias de distancia con las continuas exhibiciones aéreas de la actualidad? Es obvio que el juego es otro, pero la gran verdad resplandeciente del deporte es la misma de siempre: cuanto mayor es el enemigo, mayor es el mérito.

No fue el único QB que venció a Buddy, claro, pero sí el que lo hizo en sus propios términos, dictando el juego. Para entender a lo que me refiero baste señalar que, por ejemplo, Troy Aikman, QB de los Dallas Cowboys que se enfrentaba dos veces al año a los Philadelphia Eagles que Ryan lideró como entrenador jefe, tenía un seguro contra lesión. Este seguro le cubría todos los partidos del año... salvo el par de los Eagles.

Tampoco quería hacer amigos en la banda. Enemistado como estaba con Tom Landry, entrenador de los Cowboys, no perdió la ocasión de tratar de humillarle. En 1987, rebotados del primer duelo de temporada entre Philadelphia y Dallas, que no acabó bien, Buddy Ryan mandó a su equipo ponerse en formación de victoria al ir ganando 20-10 con 28 segundos por jugar del último cuarto. Y, entonces, en vez de arrodillarse, su QB, Randall Cunningham, lanzó hacia la end zone, jugada que acabaría, después, con un touch down que fue toda una bofetada en la cara de sus enemigos.

Buddy Ryan se ha muerto. Descanse en paz. Pero su NFL murió hace ya mucho tiempo.