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Desde Hollywood

Julio Urías sigue aspirando a ser el nuevo Valenzuela

El pitcher mexicano de Los Ángeles Dodgers no ha tenido los resultados deseados tras sus dos primeros partidos, pero su increíble futuro sigue intacto.

Julio Urías ha sufrido mucho en sus dos primeros encuentros en las Grandes Ligas.
JONATHAN DANIELAFP

En las entrañas del Dodger Stadium suele estar un señor mayor entrado en años y con bigote. Lleva gafas de sol casi siempre, habano casi nunca, y sombrero estilo Panamá siempre. Se llama Mike Brito, y es ojeador para Los Ángeles Dodgers.

Mike Brito fue quien se trajo de Yucatán al mexicano Fernando Valenzuela en 1979. Valenzuela aparecería durante diez partidos un año después, y en 1981 se convirtió en un miembro de la rotación de los Dodgers con solo 21 años. El lanzador mexicano comenzó la temporada con ocho victorias y cero derrotas y una ERA de 0.50. ‘El Toro’, que además de hacerlo bien sobre el montículo también sabía batear, conquistó a la población mexicana de Los Ángeles y desató la ‘Fernandomanía’ el año de su debut. Había nacido una estrella.

Desde entonces, se busca al nuevo Fernando Valenzuela. Por las características de los Dodgers y la ciudad en la que juegan, parece obvio y necesario tener un jugador estrella de México. Adrián González podría ocupar ese rol en este momento, pero un primera base no es un pitcher titular.

Julio Urías tiene todas las papeletas para ser el nuevo Valenzuela, pero se le ha atragantado su debut en Las Mayores. Hace un mes y medio, a Dave Roberts ni siquiera se le pasaba por la cabeza subir al chico de 19 años al primer equipo. Urías llamaba la atención de todos en Triple A, con una ERA de 1.10 y un récord de 4-1 en 7 partidos como abridor. Roberts sugería algo que intuían todos: la joven promesa debutaría en Grande Ligas en julio o agosto, si acaso.

La primera impresión cuando uno ve la cara de Julio Urías es su ojo izquierdo. El de Sinaloa nació con un tumor en ese ojo por el que tuvo que someterse a varias operaciones para desarrollarse de forma normal. Por suerte, los médicos confirmaron que no afectaría a su vida diaria, que veía perfectamente y, por supuesto, podría jugar al béisbol tanto como quisiera. Con 16 años, los Dodgers lo incorporaron a su organización, y desde entonces ha escalado por las distintas categorías.

La urgencia por ganar y las lesiones en la rotación de los Dodgers le dieron una oportunidad antes de lo esperado. El zurdo debutó la semana pasada en un escenario ideal: el CitiField de Nueva York. Los Mets, sin embargo, aguaron su debut. Urías se marchó del juego con cinco hits, tres carreras permitidas y cuatro bases por bolas. Urías completó 81 lanzamientos... en solo dos entradas y dos tercios. El equipo decidió que estaba demasiado verde para el máximo nivel y lo mandó de nuevo al filial de Oklahoma City.

Pero ayer, Urías fue convocado de emergencia ante los Cubs de Chicago, y su partido fue más aceptable. Roberts avisó que le iba a limitar a 90 lanzamientos o seis entradas. Al mexicano le apuntaron su primera derrota en la Major League Baseball tras completar cinco innings en los que encajó cinco carreras. No es una maravilla, y además los Dodgers volvieron a perder, pero ni Mets ni Cubs son rivales fáciles. Pero el prometedor pitcher se sintió más cómodo en la lomita y mostró algo más de control en su segunda salida como titular.

La gestión de expectativas es una de las cosas más difíciles del béisbol y de la vida en general. Urías estaba considerado uno de los cinco mejores jugadores jóvenes de toda la MLB. Su debut profesional ha dejado un poco fríos a sus aficionados, pero lo que se tiene que quedar frío es la mente. Sobre todo, la mente del propio Julio. El lanzador mexicano es muy joven, es un proyecto a largo plazo, e incluso, ha debutado antes de lo previsto por todos.

Urías tiene material para convertirse en un lanzador de primera, pero debe aprender a manejar la presión en los escenarios de la Gran Carpa. Si el club aporta paciencia, oportunidades y comprensión (y lleva varios años haciéndolo), la semilla puede convertirse en un árbol robusto.