Los Browns no aplicarán el "moneyball" en el draft
La estrategia que está siguiendo la franquicia de Cleveland tiene más que ver con la experiencia de Hue Jackson que con los métodos analíticos de Paul DePodesta.
Una de las virtudes de la NFL que más nos maravilla a los aficionados es su infinita capacidad de generar titulares de prensa durante todo el año. Debatir durante doce meses de una competición que apenas dura cinco, es realmente impresionante. Durante esta mal llamada “travesía del desierto” (nunca un arenal estuvo tan plagado de oasis), una de las noticias que más controversia originó fue la contratación por los Browns como “Director de Estrategia” de Paul DePodesta, pionero en la aplicación del “moneyball”. Todos nos preguntábamos cómo se podría adaptar este sistema de adquisición de jugadores basado en estadísticas avanzadas nacido en el béisbol al mundo del football. La respuesta es sencilla: de ninguna manera.
Lo que están haciendo los Browns no es “moneyball”. Hacer limpieza en la franquicia de veteranos, bohemios, descontentos y sobrepagados no es moneyball, sino lo que se hace tradicionalmente cada vez que llega un nuevo régimen directivo y técnico. Canjear una selección alta de draft por varias de menor valor, o futuras elecciones, tampoco es moneyball. Al menos, nadie lo ha llamado así cuando Tennessee hizo lo mismo apenas una semana antes, o el propio Bill Belichick lo lleva haciendo toda la vida. Todos estos movimientos forman parte de un plan, cuyo objetivo final no vemos todavía porque es a largo plazo.
Entre las especialidades de Hue Jackson destaca su visión con los quarterbacks. Guio en sus primeros pasos a Palmer, Flacco, y casi convierte en MVP a Dalton, denostado por media liga. Si optó por Griffin fue porque no le convencieron ni Goff ni Wentz. De haberlo hecho alguno, no hubiera permitido el intercambio de picks antes del draft, por mucho que reclamasen desde los despachos. Cuando se dispone de una elección top-5, y no se tiene QB de futuro, no hay más remedio que draftear uno.
Pero en esta extraña agencia libre de 2016, los Browns tenían la oportunidad de apostar por Griffin, de sólo 26 años, y que, caprichos del destino, ya interesó a la franquicia en 2012 cuando los Redskins se les adelantaron en el traspaso con los Rams para conseguirle. Su contratación apenas ha costado salario de suplente, y no han debido invertir en ella ninguna elección colegial. Si Jackson considera que aún puede tener éxito en la NFL, y su amigo Jay Gruden, entrenador de Washington, no le ha advertido de lo contrario, habrá que creer que RGIII es la primera piedra de su nuevo proyecto. Tanto si funciona como si no, porque en este hipotético caso, no se habría perdido nada irremplazable, y hubiera servido como transición mientras se forma un bloque en el que colocar al QB definitivo más adelante.
Liberados de la necesidad de un QB, la posibilidad de obtener con un canje nuevas elecciones, especialmente para próximos drafts, cobraba todo el sentido. Antes del intercambio, ya disponían de 10 selecciones. Si realmente hubiesen querido un QB, no tenían realmente la urgencia de obtener más picks con los que rellenar huecos y reclutar jóvenes promesas. Ahora cuentan con 12, pero más importantes son los de primera y segunda ronda de 2017 y 2018 respectivamente. Estos les permitirán añadir jugadores de calidad en posiciones que, tras un año de prueba, el staff considere más prioritarias. Incluso un nuevo QB si fuera preciso.
Probablemente, en la opinión pública exista cierto reparo sobre el uso que se les dé a estas elecciones extra. En el pasado, los picks obtenidos a cambio de la posibilidad de contar con Julio Jones o Sammy Watkins no dieron el resultado esperado. Sin embargo, presuponer que se van a volver a equivocar simplemente porque ya lo han hecho anteriormente, cuando todo el equipo directivo es nuevo, es un argumento que se antoja ridículo. Quien únicamente repite es Haslam, el propietario, quien afortunadamente para los intereses de su franquicia, está últimamente bastante desaparecido de la toma de decisiones. Los jugadores escogidos podrán fracasar, como cualquiera en esta liga, pero para minimizar este riesgo es por lo que se fichó a DePodesta. No para implantar el moneyball sino para aprovechar su experiencia con las sabermetrics de forma que las decisiones se tomen de manera más racional y menos impulsiva.
Se ha llegado al extremo de que el aspecto deportivo parece lo menos importante. Realmente, dado que los Browns necesitan refuerzos en casi todas las posiciones, cualquier selección que hagan suscitará la aprobación general. Ya sea un receptor de posesión (Treadwell en 1ª), potenciar el pass-rush (Lawson en 1ª), rearmar la línea ofensiva (Conklin en 1ª), recomponer el cuerpo de safeties (Joseph en 2º), un corredor Norte-Sur (Henry en 2ª), afianzar el centro de la unidad de linebackers (Brothers en 2ª)… o lo que probablemente tenga más lógica, seguir negociando elecciones futuras si a su elección cae algún jugador interesante para otras franquicias: Elliot (RB), Buckner (DE) o Hargreaves (CB) en 1ª, Nkemdiche (DT) en 2ª… El teléfono de los Browns va a ser de los que más trabajo tenga y probablemente más diversión nos proporcione. Pero no le llamen “moneyball”. Llámenle sencillamente sentido común.