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Philadelphia Eagles

Nadie sabe exactamente quién es hoy Sam Bradford

El quarterback de los Eagles apuntaba a protagonista de la agencia libre, terminó quedándose en Filadelfia y ahora nadie entiende muy bien para qué lo querían.

Madrid
Sam Bradford quizá tenga el talento, pero no tiene ni la salud ni un equipo que confíe en él como quarterback de futuro.
Alex GoodlettAFP

En abril de 2010 todos sabíamos quién era Sam Bradford. El QUARTERBACK del draft. Con mayúsculas. El único. Tim Tebow venía con las fanfarrias, pero él ponía el juego, la precisión. El de Oklahoma era una joya con un único interrogante: las lesiones. Una de las mejores promesas para la posición del siglo XXI. El acabose. Era un caso no tan extremo, pero muy parecido al de Andrew Luck. Nadie tenía ninguna duda de que el equipo que le eligiera tendría un quarterback franquicia para una década larga.

Los afortunados fueron los Rams. Los mismos que el año pasado lo intercambiaron con Foles y este año han vendido el alma por llegar al mismo pick 1 en el que hace seis años eligieron a Bradford. Entonces ya tuvieron que pagar caro su atrevimiento, convirtiendo al quarterback en el jugador novato mejor pagado de la historia (78 millones en 6 años con 50 garantizados). Una barbaridad.

Ni Wentz ni Goff han despertado ni de lejos las expectativas que levantó Bradford, uno de los jugadores más completos, más precisos, y con más talento, procedentes del mundo universitario.

Su primer año fue esperanzador. No mágico, pero sí de los que animan a ser optimista. Se perdió dos partidos por lesión, que ya anticiparon la lacra que le iba a perseguir en el futuro, pero también tuvo actuaciones extraordinarias y superó varios récords para un quarterback novato. Sin embargo, no era un tipo que consiguiera conectar. Los aficionados de los Rams, encantados con su adquisición, le defendían a capa y espada, pero el resto pensaba que después de tantas fanfarrias, quizá no había sido para tanto.

En el segundo año su problema con las lesiones se convirtió en epidemia. No había salido de una y entraba en otra con un tobillo que nunca terminaba de curarse. Además, los días que saltaba al emparrillado no decía ni fu ni fa. Ni frío, ni calor. Cero grados. Un número 1, un jugador franquicia, tiene que mostrar más destellos, más detalles de grandeza. Pero Bradford, sin hacerlo mal, tampoco conseguía muchas jugadas merecedoras de aparecer en el resumen de lo más destacado. Como siempre, los seguidores de los Rams le defendían con un argumento inapelable: la falta de receptores. Los Rams tenían que sobrevivir con su dúo de ‘Brandons’, Gibson y Lloyd, y un tal Danario Alexander del que casi nadie se acuerda salvo en nebulosas.

A partir de entonces la tónica se mantuvo inalterable. Bradford jugaba bien sin encantar. Nunca llegaba a alcanzar las expectativas, pero entre la niebla sí se adivinaba un gran talento. Quizá fuera por la falta de receptores, los problemas de la línea, u otra causa. Siempre se echaba la culpa a circunstancias externas, pero la realidad es que él nunca terminaba de romper.

Lo que sí hizo fue romperse en mediada su cuarta temporada (2014), en la que sin duda estaba alcanzando su mejor nivel de juego. Una rotura del ligamento cruzado izquierdo destrozó su carrera. Y la puntilla llegó cuando una vez recuperado, en la pretemporada 2015, sufrió de nuevo la misma lesión en el mismo ligamento. Año en blanco y punto y final a su aventura con los Rams, que estaban pagando una millonada a un tipo que nunca terminaba de arrancar. Lo lógico es que ambos buscaran otro camino.

Lo que no tuvo ni pies ni cabeza es que Chip Kelly intentara reinventar su proyecto en los Eagles con Bradford, un quarterback frágil, estático y que difícilmente se adaptaría a su sistema. Bradford empezó perdido, horrible, muy pocas veces se sintió a gusto, y cuando parecía estar despegando un poquito sufrió otra lesión que se hizo perderse dos partidos. Una vez más nos quedamos con la sensación de que no habíamos tenido la suerte de disfrutar del mejor juego de Bradford.

Este año, por fin, parecía que podía ser el año en el que Bradford jugaría como sabe. Los Eagles ficharon como entrenador principal a Doug Pederson, un entrenador con una mentalidad ofensiva acorde con las virtudes del pasador. Aunque Pederson se trajera de Kansas City a Chase Daniels debajo del brazo para tener la espaldas cubiertas.

Ahora Bradford sabe que no va a ser el quarterback titular de los Rams. Quizá dirija el ataque durante algunos partidos, pero de forma interina salvo hecatombe. En cuanto lance dos intercepciones, sufra un fumble o comenta un error grave, la grada pedirá que salga su flamante rookie. Y eso en el mejor de los casos, porque lo normal es que Wertz o Goff empiecen la temporada detrás del center desde el primer día.

Bradford fue elegido con el número 1 del draft y ha sido un fracaso, pero todavía muy poca gente se atreve a dudar de su calidad innata y a darlo por amortizado. Las circunstancias, las lesiones, los sistemas… siempre hay algún argumento para defender que aún está a tiempo de triunfar en la NFL. Su problema es un contrato recién firmado, aunque ahora no entienda nadie el motivo, con un impacto de 18 millones de dólares contra el cap de los Eagles este año, que convierte en muy complicado cualquier intercambio que pretendan hacer los Rams, que además deberían quitárselo de encima cuanto antes para no tener un problema de egos en el vestuario.

Creo que Bradford aún está a tiempo de triunfar en la NFL. Pero ahora necesitará volver a creérselo, evitar lesiones y encontrar un equipo que esté dispuesto a pagarle. Jets, Bills y Broncos parecen los únicos equipos que siguen necesitando un quarterback hoy, pero todos ellos llevan meses demostrando que no están dispuestos a pagar un dólar más de lo indispensable por él y ni siquiera tienen margen contra el cap para hacerlo.

Nadie sabe exactamente quién es hoy Sam Bradford, pero yo sigo convencido de que está a tiempo de triunfar en la NFL, aunque no tengo tan claro que todavía haya ningún equipo que se atreva a comprobarlo. Y sería una lástima.