Los Chiefs sobreviven a Johnny Manziel y se meten en playoff
La locura en el juego del QB de los Cleveland Browns mantiene vivo un partido que, al final, supuso la novena victoria seguida de Kansas City.
Los Kansas City Chiefs han conseguido su novena victoria consecutiva, ésta última sobre los Cleveland Browns por 17 a 13, y han asegurado su puesto en los playoffs que comienzan en quince días en la NFL. Así dicho es, exactamente, lo mismo que podríamos esperar del partido antes de comenzar. Sin embargo, y como suele suceder en esta liga, el desarrollo del mismo se encargó de darnos dosis de drama, locura y un punto impredecible que nos mantuvo entretenidos hasta el mismo instante final.
Empecemos por él, por el final. Johnny Manziel, en una de esas escasas oportunidades que su cabeza y su comportamiento le han dado en la NFL, y a saber cuantas le quedan, consiguió conectar un pase en cuarto down a la yarda veinte de sus rivales. Quedaban diez segundos. Perdían de cuatro y necesitaban un touchdown. No tenían tiempos muertos, gastados en detener a los Chiefs en el drive anterior. Tampoco tenían capacidad de irse a la banda a parar el reloj porque los de Kansas City cerraban esa opción. Así que el problema es que tenían que colocarse para hacer el spike y que les sobrase algún segundo en el reloj para intentar el intento final de ganar el partido.
No lo consiguieron. Y, ahí, encapsulada en esa jugada, quedó la temporada de los Browns, incapaces incluso de darse una mínima opción de ganar. Johnny tiró su casco, perdió los estribos y Cleveland añadió una derrota más a su casillero.
No obstante, la gran historia es que los Kansas City Chiefs vuelven a jugar playoff. El equipo que perdió cinco de los primeros seis partidos del año, además los cinco seguidos, ha enlazada nueve triunfos consecutivos e, incluso, tiene opciones de ganar su división.
Los de Andy Reid hicieron lo que suelen hoy en Arrowhead. Pusieron la apisonadora en marcha y esperaron ver a sus rivales asfaltados. Ese ritmo cansino, machacón, lento pero inexorable, que tanto desquicia por lo difícil que es defender y lo ansioso que vuelve a los ataques de los enemigos, que tienen que ver minutos y minutos en la banda para luego salir contra una defensa descansada, fresca y agresiva.
Así fue de inicio. Parecía que seguirían el guió a rajatabla, pues los Browns apenas si podían ver como los drives se alargaban, el balón estaba en manos de los Chiefs y los puntos caían de su lado, con Maclin y Kelce cumpliendo su papel a la perfección en la end zone, mientras ellos acumulaban frustraciones en ataque.
Pero en el plan perfecto, tranquilo como una tarde en casa de sofá y película mala, se fue viniendo abajo al mismo ritmo que Manziel acumulaba ganas de marcha, de fiesta, de locura. COn las jugadas rotas, una y otra vez ese al que apodan Football decidió correr y olvidarse cualquier gameplan. Superó las cien yardas por tierra y estimo que ni un diez por ciento fueron planificadas. Ni por su equipo, ni por Kansas City ni, desde luego, por él mismo. He ahí el problema, con todos los presentes a punto de infartar en cada snap.
La heterodoxia convirtió a los Chiefs en un flan, incapaces de seguir dominando el reloj y la posesión, y el partido se fue al drive final ya descrito que, como suele pasar con esa clase de jugadores, se volvió una moneda al aire continua. Al final, cruz para los de siempre.
Los Chiefs jugarán por el título, y eso no debe tener tranquilos a ninguno de sus posibles rivales. Son tan predecibles, tan sota, caballo y rey, pero, quizás por eso mismo, tan fiables, que hará falta talento para derribarles. O puede que baste con una sobredosis de locura que sea capaz de ejecutar la última jugada del partido. Quién sabe.